LIDIA GARCIA. El periodista Diego Armario, durante muchos años cronista en Radio Nacional de España (RNE) y vecino de Majadahonda, tiene ahora un podcast radiofónico titulado «Un personaje en busca de autor» y este mes de abril (2024) le dedicó su programa a la que es quizás la artista más célebre de Majadahonda (Madrid), casualmente cuando había cumplido 94 años: «Hoy me acompaña Carmen Perujo, un artista de las Bellas Artes que tiene mucho recorrido. El arte es una convicción subjetiva que a veces obtiene aplauso del público y otras necesita ser comprendido y reconocido. Los artistas de verdad, como mi invitada Carmen Perujo, sabe bien lo que es el arte porque lo lleva en sus venas y lo ha practicado desde hace bastantes años. Para profundizar estas sensaciones y vivencias, hoy voy a hablar con una artista que no tiene que hacerse la pregunta de por qué es artista porque la gente ya lo sabe». A esta artista, a la que ya le han escrito incluso una tesis doctoral. a cargo de Pilar Vicente De Foronda, los tres últimos concejales de Cultura y alcaldes le han prometido un Museo al Aire Libre en la Casa de la Cultura pero nunca llega, haciendo bueno el pronóstico de que en España para que un artista sea reconocido tiene que estar muerto. Y afortunadamente Carmen Perujo no lo está.
Hola Carmen, ¿cómo estás? –Muy bien, gracias a Dios. Por cierto, la existencia habla, eso se te nota en cuanto se te empieza a escuchar hablar el acento andaluz y sevillano. ¿Qué recuerdos tienes tú de esos años iniciales? ¿De cuándo eras niña?. –Maravillosos, me crié en una familia en la que a mi padre le encantaba la pintura y compraba cuadros. Teníamos una pensión con 26 habitaciones y en todas había un cuadro. A mi padre le encantaba y se me desarrollaron unos conocimientos en mí que que me llevaron a un gusto y un placer por la pintura. Cuando tenía 14 años ingresé en Artes y Oficios y ahí empecé a estudiar Pintura, Artes y después pasé a Bellas Artes cuando tenía 18 años.
De eso hablaremos ahora porque estamos todavía en cuando era niña. Exactamente ¿a qué jugabas tú cuando eras pequeña y con quién? –Se jugaba en la calle con todos los chiquillos y mi calle Aire es una calle estrecha. Se tocaban las paredes con las manos, se dice eso pero es literalmente verdad. Y había una casa de vecinos con muchos críos y salíamos a jugar por la tarde cuando volvíamos de los colegios. Y no sé qué pasaba que en casa siempre me consideraron muy libre, me dieron mucha libertad para todo. Y era casi un chiquillo porque en vez de una niña parecía casi un niño, porque además como ropa vestía pantalones. Entonces eso era algo insolente, pero a mí me daban esa libertad. Y cuando ya tenía los 10 años empecé a tocar la guitarra hasta los 12 y los 14 años. Punteaba y mi profesora de guitarra. me enseñó Flamenco. Y la he seguido tocando, tengo la guitarra en casa. La fiesta principal era en primavera y en casa íbamos a los toros, mi padre era muy andaluz, mi madre también, por supuesto, y era una persona increíble.
Me has dicho que tus padres tenían un hotel pequeño, una pensión de unas cuantas habitaciones. Cuéntame algo de tus padres. ¿Como era esa familia?. Porque érais mucho hermanos, ¿no? – Cuatro niñas. Niñas todas. Mi abuela tuvo cinco hijas y mi madre tuvo cuatro. Y yo empecé teniendo dos y mis cuñados, con muy buen humor, me decían en un telegrama –entonces se usaba el telegrama– «¡Enhorabuena, prepara convento!». Porque se creían que yo iba a seguir teniendo niñas. Pero entonces tuve dos niños más. Volviendo a mi padre, fue un señor muy grande. De muy joven primero se fue de polizón en un barco hasta Algeciras porque allí tenía una tía y se escapó. Y se fue allí. Después volvió al pueblo porque mi abuelo lo reclamó y la tía lo devolvió. Y después se fue a la Argentina, ya emigrante. Allí estuvo cinco años, aprendió cocina. Había unos trenes que desde allí iban recorriendo todo el sur de América. Y en esos trenes él era el cocinero y aprendió muy buena cocina. Luego volvió a casa, volvió a España a los 5 años y lo cogieron preso porque no había hecho el servicio militar. Lo destinaron entonces al cuartel de la Puerta de la Carne en Sevilla y allí lo destinaron a la cantina, donde estaba muy bien. Lo pusieron en la cocina y lo pasó muy bien. Él se había dejado una novia en el pueblo de mis padres, todos mis ascendientes vienen de la Cueva del Becerro, provincia de Málaga, en la Serranía de Ronda, a poco kilómetros de la ciudad. Y los Perujos venimos todos allí. Se ve que fue algún italiano, algún «peruginno», que vino a España…
¿Tú eres de ascendencia italiana?. –Inicialmente eran «peruginnos» y el apellido acabó en Perujo, suponemos. No es una seguridad, pero es lo que se supone. Mi padre volvió y se casó con su novia en la Cueva del Becerro y se fueron a vivir a Sevilla. Allí tenían ya amigos, conocidos y algunos parientes. Allí crearon su familia y nací yo. ¿Qué características sevillanas conservas tú? Porque con los años sigue existiendo esa mentalidad inicial, pero ahora a lo mejor la has perdido porque cuando ya pasan los años y a lo mejor uno se modera… o no. –Yo sigo amando apasionadamente Andalucía y Sevilla, claro. He ido y he vuelto a Majadahonda, he tenido ahí casa y la he vivido. Luego te enseñaré lo que escribió el escritor Fernando Quiñones en los años 70 sobre esa añoranza mía… Yo digo que Andalucía es mi tierra, Sevilla mi ciudad y Majadahonda mi pueblo. Escuche la entrevista completa en radio pinchando aquí. Próximo capítulo: “Mi viaje por Italia y la visita del ceramista Nino Caruso a Majadahonda fueron alegrías muy grandes” (Continuará).