Bernal (Rayo Majadahonda) se tapa la cara por vergüenza ante uno de los tantos del colista Tudelano que goleó a un teórico aspirante al ascenso

J. FEDERICO MTNEZ. Podríamos echarle la culpa a Rubiales, al césped juguetón o a la guerra de Ucrania pero lo cierto y verdad es que este sábado 19 de marzo (2022) un yerro colectivo del tamaño de una hectárea, que es lo que mide un estadio de fútbol, envió al Rayo Majadahonda a «freír espárragos«. Y lo hizo en Tudela (Navarra), la mejor huerta del norte pero al tiempo el colista de la Primera RFEF, que dio un recital de compromiso sobre el terreno de juego mientras que el equipo rayista desdecía la declaración de su entrenador Abel Gómez en la previa, que se las veía venir: «no podemos convertir nuestra ilusión ni en obligación ni en presión«. Y mientras el Rayo Majadahonda salía al terreno de juego hecho un manojo de nervios, el otro manojo tudelano comenzaba la cuenta atrás de una goleada que posiblemente saque a los majariegos de la zona de play off y puede que también de la competición. Un equipo que pierde de esta atolondrada y abultada manera contra el “farolillo rojo” deja dudas sobre si está preparado para disputar un ascenso en Galicia, que es el territorio elegido por Rubiales -esta vez sí- para que se disputen estos partidos sin taquilla para quienes los disputan. Y es que a falta de 10 partidos para que finalice el campeonato, el Rayo Majadahonda sigue mostrando serias lagunas fuera de casa, aún no ha dado con la tecla de una alineación estable tras 28 jornadas y la bajada del estado de forma de algunos futbolistas, como es el caso del lateral Borja González, -que llegó a ser el nominado como el mejor de la categoría- o la irregularidad de otros como los delanteros Héctor Hernández y Rubén Sánchez, se juntó con el “día negro” de la temporada para los habitualmente mejores, caso de Champagne o Casado, incapaz al menos de tener atada la lengua ya que no podía atar en corto al delantero centro Caballero. Su expulsión, junto con el penalty fallado por Néstor Albiach -otro jugador irregular que volvió a las andadas- se unió a un negruzco equipo donde el central Alvaro Vega hizo echar de menos al titular Christian y donde Bernal y Mawi no acertaban a dar ni un solo pase o regate en condiciones.


J. Federico Mtnez

Tan solo Philipe en la defensa, Juanjo en el centro del campo y Nando multiplicándose en todas las zonas del campo salvaban a un equipo que sonrojaba por sus nervios e imprecisiones, totalmente descentrado. Comenzó la segunda parte con toda esta cadena de infortunios y un 1-0 pero con algo más de brío rayista. Para colmo de males, el propio entrenador Abel Gómez se equivocaba por primera vez en toda la temporada con los cambios y sustituía la única pieza del engranaje que funcionaba: fue salir Nando del campo para sorpresa de todos y la hecatombe se produjo de golpe y porrazo. Faltaban 30 minutos y lo que vendría después fue el resto del manojo de goles locales guiados por un jugador de 35 años que es todo un Caballero del fútbol. Y la nueva oleada de cambios solo hacía empeorar lo sucedido: Mario, Susaeta, Javi Gómez y Manny eran espectros que deambulaban por los carriles fantasmales de Tudela con más voluntad que acierto.


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Los gritos de “olé, olé, olé” de la grada, cuando a falta de 5 minutos la defensa rayista se dedicaba ya solamente a pasarse el balón totalmente desfondada y desquiciada, fue el punto final -punto negro- de un histórico Día del Padre en Tudela. Unos pusieron la tarta y las celebraciones mientras que los otros fueron los convidados de piedra de un festín al que, unos por edad, otros por incapacidad y los más por irregularidad, quizás cursaran la última invitación para coger el tren rumbo a una liga profesional. Todo ello dependerá el próximo partido contra Unionistas de Salamanca, que quien sabe si dará la puntilla a la plantilla, como hizo en el encuentro de ida, o servirá de resurrección para la disputa de los 30 últimos puntos del campeonato. Después, visita al dentista en la siguiente salida fuera de casa, en una clínica parecida a la casa de los horrores, pues está situada en La Coruña, calle Riazor. Que las meigas nos cojan confesados.

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