«Crónicas Majariegas. Nombres Propios» es la serie que inicia el escritor y dramaturgo Emilio Pacheco, a la derecha junto a su primer personaje que inaugura esta saga: José María Montero Hernández, una persona de genuino abolengo majariego. Sus apellidos le delatan como a tantos otros naturales de Majadahonda, los Gala, Labrandero, Sanz, Descalzo, Bustillo, etc… “José Mari el de Mariano o el del Kokes” es un conocido personaje del pueblo, distinguido por sus cualidades personales

EMILIO PACHECO. (26 de enero de 2025). Crónicas Majariegas. Nombres Propios. Siempre me han fascinado las biografías, esos textos literarios memorialísticos que nos cuentan las vidas de las personas, los momentos más significativos, éxitos, fracasos, sus singularidades. Por ello, inicio esta galería de Nombres Propios para traer a ella a hombres y mujeres, majariegos de cuna o adoptados, que hayan vivido y/o trabajado en Majadahonda. A través de la historia de sus vidas podremos conocer de primera mano y de forma oral la particular historia de nuestra ciudad, contada por sus protagonistas. Las tradiciones, costumbres, hechos y la singular manera de encarar los acontecimientos, en definitiva su idiosincrasia. Y el primer personaje que inaugura esta serie es José María Montero Hernández, una persona de genuino abolengo majariego. Sus apellidos le delatan como a tantos otros naturales de Majadahonda, los Gala, Labrandero, Sanz, Descalzo, Bustillo, etc… “José Mari el de Mariano o el del Kokes” es un conocido personaje del pueblo, distinguido por sus cualidades personales: templado, amable, enormemente trabajador y ciertamente generoso. Apegado al negocio familiar de hostelería en que le crecieron los dientes siempre ha sido de talante abierto y cordial lo que le ha granjeado amistad a raudales entre sus paisanos y allegados.

Emilio Pacheco

NO SE TRATA DE UN PERSONAJE ANÓNIMO SINO DE LOS MUY CONOCIDOS, es de los que escuchan por doquiera que vaya “hola, José Mari”, todo un regalo para sus oídos. Labor encomiable la que ha desarrollado a lo largo de su dilatada vida. De casta le viene. Me cito con él en una de las tradicionales cafeterías, la conocida Niza, junto a la parada de taxis, lugar que aún conserva ese halo señorial de los sencillos casinos. Mi objetivo es echar una mirada retrospectiva a Majadahonda y José Mari posee edad y memoria para este cometido, aunque como él apostilla “la memoria es frágil y a ciertas edades es un auténtico naufragio”.

NACIÓ ESTA SINGULAR PERSONA, A LA QUE PUEDO CONSIDERAR AMIGA, en su domicilio –en aquella época rara vez se nacía en un consultorio médico u hospital- en la planta superior del edificio del bar de Gran Vía 18, en el año en que finalizó la Segunda Guerra Mundial y se creó la ONU, o sea, el “año del hambre” y de asoladora sequía, recién acabadas las primeras viviendas de regiones y estrenado el alumbrado público, seis años después de acabada la guerra civil española. Es la etapa primera del franquismo la que José Mari observa en su primera mirada al mundo, una economía de guerra de años duros y difíciles en que la sociedad española se debate. Sus padres, Mariano y Saturnina eran laboriosos a tope, incansables, quiénes no lo eran. Mellizo de su hermana Josefina, José Mari tenía además otros tres hermanos, Charo, Ana María y Luis Miguel. Nuestro personaje se refiere a sus padres con admiración: “Mi padre no solamente abrió el bar restaurante en la Gran Vía conocido al principio como “Los Porrones o Los Mellizos” luego bar Mariano, sino que era albañil y contratista, de hecho recuerdo haberme ocupado de llevar a los trabajadores, recién estrenado mi permiso de conducir, en un Opel Kapitan a realizar labores de limpieza de hierbas de las bases de las torres de alta tensión de ciertos lugares por Navacerrada”.

“Mi padre no solamente abrió el bar restaurante en la Gran Vía conocido al principio como “Los Porrones o Los Mellizos” luego bar Mariano»

JOSÉ MARI RECUERDA CON SATISFACCIÓN CUANDO MARIANO, SU PADRE, EN PLENA CALLE GRAN VÍA, frente al bar, organizaba bailes en fiestas, instalaba unos cables aéreos con bombillas y en un escenario montado al efecto tocaban los conjuntos de música que traía de Pozuelo o Madrid, iba a recoger a los músicos en una moto Sanglas con sidecar (aquella mítica motocicleta de la guardia civil); a veces también tocaba un grupo local formado por José Olivares (Barinaga), trompeta; Antonio Ugena, trombón de varas; Jesús Maderuelo, su padrino, saxo y Evi Álvarez, batería. También tenía lugar la elección de las mises de la fiesta. Esta actividad de baile al aire libre la desarrolló en la plaza terriza de los Jardinillos donde había un kiosco de bebidas cuadrangular que dio mucho juego como terraza y baile. Pero todo hay que decirlo, no sólo Mariano padre era emprendedor y trabajador porque no le iba a la zaga Saturnina, su esposa infatigable. Era la cocinera del bar restaurante y atendía la tienda contigua de comestibles, también de su propiedad. Asiduos comensales eran los conductores y cobradores de los autobuses Simón de la línea Majadahonda a Madrid y viceversa. A esto hay que añadir que también daban convites de bodas en la sala de baile La Flor del Día y el propio bar Mariano disponía de churrería que para ese menester se las ingeniaba muy bien Mariano.

«Jose Mari iba a recoger a los músicos en una moto Sanglas con sidecar (aquella mítica motocicleta de la guardia civil): a veces también tocaba un grupo local formado por José Olivares (Barinaga), trompeta; Antonio Ugena, trombón de varas; Jesús Maderuelo, su padrino, saxo y Evi Álvarez, batería»

“ALTERNABA MI ASISTENCIA A LA ESCUELA AYUDANDO EN EL BAR donde, entre otras tareas, rellenaba de vino los porrones que se utilizaban en las comidas del restaurante cuyos comensales, en los primeros años, eran gente del campo. En las escuelas (edificio donde estuvo ubicado el Rosa Agazzi y posteriormente la policía local) había chicas y chicos, aunque separados, recuerdo a ciertos compañeros como Javier Reneses, Hipólito Bustillo, Fermín Granizo, Luis Tallón, Jesús Gala, César Gala, Ambrosio Redondo, Adolfo, Tomás… pero claro las más de las veces no podía ni jugar a fútbol con ellos por mi trabajo en el bar. Recuerdo con cariño las enseñanzas de los maestros don Andrés y, don Alfonso (doña Evangelina con las chicas). Esta obligación voluntaria de ayudar en el bar que yo me había impuesto acabó por determinar mi vocación por la hostelería desdeñando otras posibilidades entre ellas la de estudiar -que tampoco era una opción muy normal en aquella época- por falta de instrucción y de medios económicos de las familias”, recuerda.

«En 1971 se casó en Madrid precisamente con una guapa madrileña, Concepción Pinto, quien le dio dos hijos, Roberto y Jorge, y con ellos tres encantadores nietos, Lucía, Sergio y Koke»

“HABÍA TRES FUENTES DE AGUA POTABLE EN EL PUEBLO -recuerda José Mari– una en la Gran Vía, otra junto a La Flor del Día donde había un pilón para dar de beber a las caballerías y la tercera cercana al actual mercadillo. Y cómo olvidar el manantial de La Mina, donde Lucio llenaba los cántaros pues hacía de aguador con el auxilio de un burro pertrechado de serón. Recuerdo en alguna ocasión ir a la carbonería con las calles nevadas con una carretilla de mano para tener bien surtida nuestra estufa del bar. Y la llegada de la televisión, tuvimos una de las primeras del pueblo porque había que entretener a la parroquia. Un gentío para ver las corridas de toros y partidos de fútbol. Mi padre era socio de la Peña Luis Miguel Dominguín y en su memoria puso el nombre del diestro a mi hermano pequeño; no sé cómo aguantaba ver torear a “el Cordobés” con su ridículo salto de la rana. Recuerdo perfectamente los encierros en Majadahonda, en la Gran Vía, los recortes y lances frente a las Casa Consistorial y el recorrido por la calle Norias hasta su término en el sitio del actual conservatorio Alfredo Kraus, indudablemente había mucha afición. Como el bar tenía mesa de billar, aprendí desde muy niño (subido en una banqueta) a manejar el taco y llegué a ser un excelente jugador, tanto es así que actualmente he ganado algunos campeonatos en el Club de la Tercera Edad”.

«Es tremendamente crítico con el estado de conservación de las vías públicas y jardines de la ciudad»

JOSÉ MARI HIZO LA MILI EN ALCALÁ DE HENARES y en la escuela de aplicación de tiro de artillería de Fuencarral. Pocos años después, en 1971 se casó en Madrid precisamente con una guapa madrileña, Concepción Pinto, quien le dio dos hijos, Roberto y Jorge, y con ellos tres encantadores nietos, Lucía, Sergio y Koke. Es precisamente con el inicio de su nueva vida en matrimonio cuando Mariano, su padre, le alquila el bar en compañía de su socio Antonio, cocinero (éste puso después el bar “Guindas” junto a la plaza Mayor y posteriormente el bar Antonio en el bulevar Cervantes). “Luego, abrí un nuevo negocio, el bar restaurante Kokes (el nombre de mi hijo Jorge), en la esquina de las calles Real Alta y Baja, en plena plaza de la Iglesia”, comenta, un lugar en el que José Mari siempre supo tratar de forma hábil a los clientes consiguiendo hacer de su local un sitio de referencia y un montón de amigos por su carácter afable y generoso. “Tuve una clientela maravillosa”-, dice José Mari. “RECUERDO A LOS ALCALDES Julio Labrandero, Aurelio Tallón, Arturo Sanz y Heliodoro Sanz antes de la democracia y luego, lógicamente a todos los siguientes, Rodríguez Colorado, Paco Vera, Luis Egea, Rodríguez Solano, Romero de Tejada, etc… También a los médicos titulares don Aniano y don Ciriaco, junto al practicante, Juan Martín (“Juanito”) quien hacía de comadrón, era muy sacrificado y querido en el pueblo pues desarrolló una ingente labor sanitaria en el municipio, que bien merecía en justo reconocimiento tener una calle en Majadahonda a su nombre. Probablemente me dejaré algún nombre en los vericuetos de la memoria”.

«Recuerdo la llegada de la televisión, tuvimos una de las primeras del pueblo porque había que entretener a la parroquia»

JOSÉ MARI, NUESTRO PROTAGONISTA, SE JUBILÓ PRONTO y goza desde entonces con sus cotidianos paseos por las calles y plazas de Majadahonda. Es tremendamente crítico con el estado de conservación de las vías públicas y jardines de la ciudad, es como un celoso e intransigente vigilante con los defectos o el mal funcionamiento de las instalaciones, cosa que, de vez en cuando, pone de manifiesto a los funcionarios municipales o concejales. “No lo puedo remediar, alguien tiene que decirles lo que no ven y hay que enmendar o corregor por seguridad de los peatones.”, dice. Y hasta aquí transcribo a vuelapluma algunas de las interesantes memorias de José Mari Montero que en algo más de una hora ha sido capaz de detallarme. Hay personas como él que han sabido situar certeramente su rosa de los vientos, el rumbo de sus vidas, y ahí sigue, con sus viejos y austeros valores admirado, querido y respetado por todos, con su esposa Concha, sus hijos, sus nietos, su larga familia y sus muchos amigos que le adoran. Todo un ejemplo moral de majariego de pro. Gracias, amigo. Majadahonda, 20.01.25, día de San Sebastián. EMILIO PACHECO es escritor y dramaturgo. Sus últimos libros son “Yo, el Cruel” Pedro I de Castilla. Novela histórica, Serendipia editorial; Bilogía “Las amantes del rey don Pedro” y “La Favorita”, Amazon editorial; “Los idus de marzo”, drama histórico a estrenar el 22.03.25 en Montiel Medieval 2025.

Majadahonda Magazin