«Shounky vivía en Villanueva de la Cañada. Su historia era más hermosa y fascinante: otra persona había surgido en su vida: Maria José. Ella es una joven de Villanueva de la Cañada que había decidido tomarse unas vacaciones en Ibiza junto a sus amigas para disfrutar del sol y el mar. Durante uno de sus paseos por el colorido mercadillo, conoció a Shounky, un joven hindú que regentaba una pequeña tienda de telas exóticas».

MIGUEL SANCHIZ. (15 de noviembre de 2024). No imaginaba que un viaje al Balneario de Fitero, en Navarra, me llevaría a un encuentro tan inesperado. Había llegado a este lugar buscando un respiro de la rutina de Majadahonda, esperando solo unos días de relajación entre aguas termales y aire fresco. Sin embargo, un encuentro inesperado convirtió mi experiencia en algo mucho más profundo y revelador. Una mañana, mientras tomaba un café en el salón principal, observé a un hombre con un turbante cuidadosamente atado, vestido con ropa tradicional de tonos vivos. Mi curiosidad me llevó a presentarme y así entablamos conversación. La curiosidad no conoce fronteras y siempre es generosa. Me dijo que era de India, pero vivía en la Comunidad de Madrid, y que había venido a Fitero, junto a su esposa, a descansar y disfrutar del paisaje. Me contó que pertenecía a la religión sikh, una creencia que, aunque había oído mencionar alguna vez, no conocía realmente en profundidad. Y ahí, empezó todo. Shounki, así se llamaba mi nuevo conocido. Me explicó que los sikhs o sijes, como también se les conoce, son seguidores de una religión monoteísta relativamente joven en comparación con otras, ya que sus orígenes se remontan a finales del siglo XV en el Punjab, una región que actualmente se encuentra dividida entre India y Pakistán. La doctrina fue fundada por el Gurú Nanak, quien creía en un solo Dios y en la igualdad de todos los seres humanos. Me sorprendió saber que, a diferencia de algunas religiones en las que el acceso a la divinidad está reservado a unos pocos, los sikhs creen firmemente en que cualquier persona puede alcanzar la unión con Dios a través de la devoción y la acción desinteresada.

Miguel Sanchiz

UNO DE LOS ASPECTOS MÁS FASCINANTES FUE SU EXPLICACIÓN SOBRE LOS PRINCIPIOS BÁSICOS DEL SIJISMO. El primero de ellos, me dijo, es la creencia en un solo Dios, a quien llaman «Waheguru«. Esta es una palabra que expresa una admiración y devoción absolutas por una divinidad única, omnipresente y creadora de toda la vida. Me impresionó que, a pesar de los siglos de diferencias culturales, la esencia de esta devoción y amor por Dios me resultaba familiar, algo profundamente humano. Otro de los principios fundamentales es la igualdad. En el sijismo, la discriminación de cualquier tipo está prohibida, ya sea por casta, género o religión. Esta fe aboga por una sociedad en la que cada individuo se respete y valore mutuamente. Me explicó que, por eso, los templos sijes (llamados gurdwaras) tienen siempre una cocina comunitaria, llamada «langar«, donde cualquier persona, independientemente de su procedencia o creencias, puede sentarse a comer de manera gratuita y en completa igualdad. Me emocionó la idea de que un templo fuese, además de un lugar de culto, un espacio para ayudar a los demás.

Miguel Sanchiz se topa en Navarra con los protagonistas de una bella novela de amor

SIN EMBARGO, LO QUE MÁS ME IMPACTÓ FUE CUANDO COMENZÓ A RECITAR UNA DE SUS ORACIONES, conocida como el «Japji Sahib«. La oración, según me explicó, es una meditación en verso sobre la naturaleza de Dios y la relación de los seres humanos con la divinidad. Me sorprendió especialmente la sencillez y profundidad de su mensaje. Cuando me tradujo algunas partes, entendí que su religión no solo les pide adoración, sino también acción: “Vive en el servicio a los demás, en el respeto y en la humildad”. Me di cuenta de que esas palabras tenían un eco universal. En los tristes y dramáticos días de la Dana en Valencia, los Sijs, han dado testimonio de su fe, atendiendo con comidas a las víctimas de la tragedia. Shounky vivía en Villanueva de la Cañada. Su historia era más hermosa y fascinante: otra persona había surgido en su vida: Maria José. Ella es una joven de Villanueva de la Cañada que había decidido tomarse unas vacaciones en Ibiza junto a sus amigas para disfrutar del sol y el mar. Durante uno de sus paseos por el colorido mercadillo, conoció a Shounky, un joven hindú que regentaba una pequeña tienda de telas exóticas. La conexión entre ellos fue inmediata: surgió un flechazo que los marcaría para siempre. Con el tiempo, y tras regresar a Villanueva de la Cañada, ambos comenzaron una relación a distancia. En aquella época, sin Internet, la correspondencia era el único medio para comunicarse, y aunque lento y costoso, los dos mantuvieron una intensa conexión a través de cartas llenas de amor.

Fitero: un paraíso escondido en Navarra que ha «descubierto» Miguel Sanchiz a través de su balneario

CON EL TIEMPO, MARÍA JOSÉ, VALIENTE Y DECIDIDA, SE EMBARCÓ EN UN VIAJE HACIA LA INDIA para conocer a la familia de Shounky y entender de cerca su cultura. Poco después, sellaron su amor con un matrimonio, y juntos ya en Villanueva de la Cañada, construyeron su vida y formaron una familia con dos preciosas hijas. Esta hermosa historia de amor fue plasmada por su amiga Clara Fuertes en el libro «Luz de Abril», una novela sobre una bella historia de amor. Y es que hasta en un balneario de Navarra se pueden descubrir gentes maravillosas que residen en el Oeste de Madrid y que han vivido de forma intensa y apasionada ese misterioso y apasionante viaje que es la vida. Al despedirnos, me sentí agradecido por este encuentro inesperado. Fitero, con sus aguas termales y paisaje sereno, había sido el escenario perfecto para aprender sobre el sijismo, una religión que, en esencia, me recordó la belleza de la fe y la bondad compartida. Y también para conocer una historia, sencilla, valiente e intensamente humana: la de María José y Shounki.

 

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