«Hace unos años, la princesa se enamoró perdidamente de Derek Verret, un terapeuta alternativo o chamán de color que aboga a favor de varias teorías conspirativas y ha sido calificado por medios noruegos y por alguno de sus críticos como un estafador. A pesar de todo se ha anunciado ya su boda en el Hotel Union del fiordo de Geiranger. ¿Insania en la Casa Real?. Bueno, quedan los bosques impenetrables, los fiordos infinitos, el traje nacional que data del Siglo XVIII, el queso marrón, el salmón, el buenísmo y ese afán de que el extranjero se integre en la bella Noruega, en una vida cotidiana civilizada, cibernética y cívica»

AITOR YRAOLA. *Catedrático emérito en Noruega y vecino de Majadahonda. Un tropezón con Oslo. Biljana entró en la cervecería Lorry con la misma sonrisa que hace 7 años y canas incipientes a los 50 recién cumplidos, es una mujer delgada, sencilla que seguía trabajando como secretaria de salud en el centro de Oslo y aún salía con el boxeador que ahora se encontraba de vacaciones en Grecia y nunca entraba en su casa de las afueras de Oslo por pudor. ¡Oh Noruega!. Me he vuelto a tropezar con esta ciudad en la que viví tres largos años y los recuerdos afloran en cascada. Sí, en esta ciudad impoluta que muestra esculturas surrealistas en el Parque del Palacio solamente se escucha el trasiego de los tranvías en Bogstadveien, la calle comercial que sube hasta Majorstuen, cerca de la facultad de Farmacia donde hace un año Ingunn fue apuñalada por un estudiante desequilibrado.Y el hilo de la cambiante memoria lleva también hasta Aalesund la ciudad Jugend en la que trabajé en una universidad repleta de mentecatos. De vuelta a Oslo, por unos días, desde el sur, donde parece que los españoles somos unos bichos raros, me he encontrado con William O’Rourque, el amigo de Boston que colaboró conmigo en la Cruz Roja, esa institución de idealistas que ofrecía café y solidaridad en la calle en bancos de madera de color rojo. William se ha marchado a Bangkok una semana para dejar el frío noruego y sumergirse en las lluvias monzónicas de Tailandia. Con su simpatía y talante abierto pude compensar la frialdad gris del ambiente; limpio, higiénico, plastificado, perfecto y silencioso de la ciudad.


Aitor Yraola

Sí, el primer día cayó temprano una lluvia fina que me obligó a comprar un paraguas, y por la tarde otra a cántaros que formaba riachuelos en las calles. Sí, Ingunn, la profesora de Farmacia, se salvó por poco del apuñalamiento, ha conseguido rehabilitarse, curar las heridas en el cuerpo y el alma, y hace poco realizó un viaje desde Túnez al Vaticano para probarse a sí misma que había sobrevivido y era capaz de viajar. Sí, la insania nos acecha en cualquier esquina con múltiples disfraces y formas: se encuentra en los logos de las marcas comerciales que sugieren comprar compulsivamente, en las maras satanistas salvadoreñas, en la brutalidad de las guerras y en esos vicios elementales que arrastra el hombre desde tiempo inmemorial. ¿Es esta ciudad un paraíso?, ¿qué sentido tiene que exista un palacio real o un rey?. La hija de Haakon, la princesa Marta Luisa, fisioterapeuta, abandonó hace años la Casa Real para convertirse en ciudadana corriente, primero se casó con Ari Behn, un bohemio alcohólico perdido que acabó suicidándose. La fascinación de la princesa por el folklore noruego, así como su amor por la música, le llevó a establecer su propio negocio de entretenimiento basado en ofrecer espectáculos públicos televisados recitando cuentos populares. En enero de 2002, después de montar su propio negocio, comenzó a pagar impuestos sobre la renta. Dos años después publicó su primer libro infantil: «¿Por qué los reyes y las reinas no desgastan coronas?». Y en el 2007 abrió una Escuela de Ángeles junto a Elisabeth Nordeng orientada al desarrollo de la sensibilidad y la espiritualidad.


Oslo, una ciudad impoluta

Durante una entrevista, la princesa declaró que hablaba con su ángel de la guarda cada día, frase que causó cierta polémica en el país y que incluso desde algunos medios de comunicación se llegó a pedir que fuese apartada de la Casa Real. Hace unos años se enamoró perdidamente de Derek Verret, un terapeuta alternativo o chamán de color que aboga a favor de varias teorías conspirativas y ha sido calificado por medios noruegos y por alguno de sus críticos como un estafador. A pesar de todo se ha anunciado ya su boda en el Hotel Union del fiordo de Geiranger. ¿Insania en la Casa Real?. Bueno, quedan los bosques impenetrables, los fiordos infinitos, el traje nacional que data del Siglo XVIII, el queso marrón, el salmón, el buenísmo y ese afán de que el extranjero se integre en la bella Noruega, en una vida cotidiana civilizada, cibernética y cívica.

«Oslo es una ciudad de la que salí en pleno invierno hace 7 años en un coche viejo con todas mis pertenencias materiales con destino al sur. Sí, fueron 5 largos días por carreteras heladas cruzando Europa para recuperar mis raíces, esas que son móviles y nos hacen caminar a pesar de todo y por todas partes»

¿Dónde quedaron los vikingos? ¿en el idioma cantarín con 22 fonemas? ¿en el porte de los noruegos, rubios, de pelo largo y ojos azules?. Sí, todo esto se cruza por la mente en este tropezón con la ciudad a la que he acudido para renovar el pasaporte groenlandés que me robaron en Madrid. Oslo es una ciudad de la que salí en pleno invierno hace 7 años en un coche viejo con todas mis pertenencias materiales con destino al sur. Sí, fueron 5 largos días por carreteras heladas cruzando Europa para recuperar mis raíces, esas que son móviles y nos hacen caminar a pesar de todo y por todas partes. En Oslo se han quedado los jubilados recogiendo latas de las papeleras para venderlas en los supermercados y el café Pastis bistrobar del puerto donde la joven camarera, estudiante del último año del instituto, planea tomarse un año de vacaciones haciendo surfing. ¡Oh la bella Noruega donde todo es perfecto, limpio y boscoso! [“Para sojuzgarlos resultó vano el halago e inútil la amenaza; inútil también desorejar, en la vieja metrópoli colonial, a centenares de indios prisioneros, no lograron, entonces, domar la raza, ni los habilidosos frailes con sus escapularios y oraciones, ni los valientes soldados de España con sus espadas, arcabuces, cascos y corazas. La doma, el embrutecimiento del indio, la destrucción de la raza bravía, quedó para otros conquistadores mil veces menos valientes, pero infinitamente más crueles y rapaces que aquellos españoles ¡y más arteros! para los conquistadores imperialistas yanquis secundados por criollos serviles”. (Carlos Luis Fallas, Mamita Yunai, p.73).]

Majadahonda Magazin