MIGUEL SANCHIZ. Desde Majadahonda con imaginación: «Manhattanhenge«, el fenómeno en Nueva York, dos veces al año, el domingo 12 de enero de 2025 fue una de las veces. El sol se alinea con la dirección de algunas calles de la ciudad, de tal forma que tanto al amanecer, como al atardecer se le ve salir y ocultarse de forma rectilínea entre edificios. Hoy fui testigo de algo que parece magia, aunque sé que tiene una explicación científica: el «Manhattanhenge«. Había escuchado hablar de este fenómeno antes, pero nunca me había tomado el tiempo de verlo por mí mismo. Hoy, finalmente, lo hice. Era finales de la tarde y el aire estaba cargado con una energía especial, como si toda la ciudad estuviera en espera. Caminé hacia una de las avenidas principales, 42nd Street, sabiendo que ese sería un buen lugar para observarlo. Cuando llegué, el sol aún estaba alto, pero ya podía imaginar lo que estaba por venir. Las calles estaban llenas de gente, ocupando los pasos de peatones, incluso desafiando a los autos que se detenían brevemente para no arruinar la vista. Me mezclé con la multitud, buscando un buen lugar para capturar el momento.
Y ENTONCES SUCEDIÓ. EL SOL COMENZÓ A DESCENDER LENTAMENTE, POSICIONÁNDOSE JUSTO ENTRE LOS EDIFICIOS QUE SE LEVANTAN COMO GIGANTES A CADA LADO DE LA AVENIDA. En ese instante, todo lo demás desapareció. Los taxis amarillos, las prisas, el ruido de la ciudad: todo quedó en un segundo plano. Era como si el Sol mismo hubiera decidido hacer una aparición especial, perfectamente centrado entre las líneas rectas de la cuadrícula urbana. La luz que se filtraba por las calles tenía un tono dorado, cálido, casi irreal. Los edificios de vidrio y acero reflejaban ese resplandor, duplicando el espectáculo. En esos momentos, Nueva York no parecía solo una ciudad; parecía un templo, un lugar diseñado para honrar el paso del Sol. Yo decidí guardar el teléfono un momento y solo observar. Quería llevarme conmigo no solo una foto, sino también la sensación de estar ahí.
EL SOL SIGUIÓ DESCENDIENDO, COMO SI ESTUVIERA HACIENDO UNA REVERENCIA ANTES DE DESAPARECER. A medida que se acercaba al horizonte, la luz se intensificó, y luego, de repente, todo terminó. El Sol se escondió tras los edificios, dejando tras de sí un cielo teñido de naranja y violeta. La ciudad, como siempre, volvió a moverse, a respirar, pero por unos momentos había estado completamente sincronizada con el cosmos. Caminé de regreso a casa sintiéndome diferente, más conectado con la ciudad y con el universo. El «Manhattanhenge» no es solo un espectáculo visual, es un recordatorio de que incluso en una ciudad tan caótica como Nueva York hay momentos de perfecta alineación, de armonía. Hoy fui parte de uno de ellos y sé que no lo olvidaré.
Pues con esta experiencia habria que colocar un sol artificial gigante en la Gran Via para que ilumine a los concejales
En Majadahonda tenemos Majadahengen todos los días , desde muchos puntos . Ahora se pone hacia Boadilla y en verano llega al Escorial.
Siempre según tu perspectiva.
Probad.
Que maravilla, la naturaleza no deja de asombrarnos
Magnifico articulo. Tan descriptivo que me he sentido presente en Nueva York. Gracias Miguel
Gracias por hacernos sentir este espectáculo magnífico como si nos encontráramos disfrutando de ‘él presencialmente .Eres grande
Muchas gracias a todos , aventureros valientes de la lectura de los textos de este desvergonzado aficionado