
«Y entonces ocurrió: alguien te tendió una camiseta con el nombre de Xana. Tu hija. Tu niña. Y en ese momento el fútbol se calló. Las luces del estadio se hicieron íntimas, como velas encendidas. Y tus ojos, los mismos que tantas veces supieron leer el juego y el destino, se humedecieron con el peso de lo que nunca se olvida. ¡Qué hermoso y qué justo fue ese gesto!. Porque detrás de cada victoria hay una historia, y la tuya tiene una cicatriz luminosa que no se borra: el amor infinito por tu hija»
MIGUEL SANCHIZ. (4 de junio de 2025): Carta a Luis Enrique, entrenador victorioso de PSG con admiración, respeto y ternura. Querido Luis Enrique: Hoy no escribo como periodista, ni siquiera como aficionado al fútbol. Hoy te escribo como ser humano. Como padre. Como alguien que, sin conocerte en la intimidad, siente en lo más hondo la alegría de tu triunfo y el temblor de una ausencia. La noche del título, cuando te vimos alzar los brazos con esa mezcla contenida de euforia y templanza, supimos que algo más vibraba detrás de ese gesto. Y entonces ocurrió: alguien te tendió una camiseta con el nombre de Xana. Tu hija. Tu niña. Y en ese momento el fútbol se calló. Las luces del estadio se hicieron íntimas, como velas encendidas. Y tus ojos, los mismos que tantas veces supieron leer el juego y el destino, se humedecieron con el peso de lo que nunca se olvida. ¡Qué hermoso y qué justo fue ese gesto!. Porque detrás de cada victoria hay una historia, y la tuya tiene una cicatriz luminosa que no se borra: el amor infinito por tu hija. Una niña que vino al mundo para enseñarte la belleza del instante y que se fue demasiado pronto, dejando en tu alma una habitación que nunca se cerrará. Pero, ¿sabes, Luis Enrique? Lo que muchos admiramos en ti no es sólo tu capacidad táctica, tu carácter, ni tu trayectoria. Es la forma en que elegiste seguir adelante. El modo en que, en medio de la mayor pérdida imaginable, te mantuviste firme, honesto y digno. Volviste al banquillo, a la vida, al mundo. No para olvidar, sino para honrar. Y eso, más que cualquier Copa o título, te convierte en un ejemplo sereno de humanidad. Te vimos reír cuando tocaba reír, y guardar silencio cuando el alma lo pedía. Te vimos volver al césped con el mismo amor al juego, pero con una profundidad nueva en la mirada. Y hoy, cuando ese amor se transforma en éxito, también vuelve ella. Xana. No en cuerpo, pero sí en alma. En cada paso. En cada victoria. En cada camiseta que alguien, sabiamente, decide tenderte para decirte: “No estás solo”.
SÉ QUE NINGUNA COPA PUEDE LLENAR EL HUECO DE UNA AUSENCIA. Lo sabemos todos los que hemos sentido perder algo que amamos. Pero también sabemos que hay formas de seguir viviendo, de seguir amando, de seguir honrando. Y tú, Luis Enrique, lo estás haciendo con una belleza silenciosa que conmueve. Hoy, desde aquí, desde la distancia cálida de quien sólo desea abrazarte con palabras, te felicito. No sólo por el título. Sino por haber transformado el dolor en amor, y el recuerdo en impulso. Porque en ese gesto —al recibir la camiseta de Xana— estaba toda la verdad del deporte y de la vida: que sólo vencen de verdad aquellos que saben amar incluso en la pérdida. Gracias por recordarnos eso. Gracias por ser un padre que no olvida, un hombre que no se rinde y un ejemplo que nos conmueve. Desde Majadahonda Magazin, con toda mi admiración y un abrazo lleno de consuelo, Miguel Sanchiz.
Muy emocionante. Precioso artículo. Gracias.
Los que hemos sufrido esa misma desgracia, nos entendemos mejor. ¡¡ Ánimo Luis Enrique!!!
Hoy estoy contento, feliz y orgulloso. Empiezo por el final: Contento, porque, al igual que Luis Enrique, soy asturiano, de Gijón. Feliz, porque, al igual que Luis Enrique, soy del Barça. Y orgulloso, porque, al igual que muchos (incluyo a Luis Enrique), soy afortunado de tenerte y leerte, querido y admirado plumífero. ¡No pares. Sigue!
Muchas gracias Miguel por ése artículo por emotivo.
Un gesto precioso por tú parte.
«Sino por haber transformado el dolor en amor,» «que sólo vencen de verdad aquellos que saben amar incluso en la pérdida.». Destaco estos dos afirmaciones que forman parte de un texto intelectualmente perfecto y sentimentalmente maravilloso. Gracias Miguel pos ser mi amigo,