VICENTE ARAGUAS. (27 de diciembre de 2024). Labordeta, el aire del Moncayo. De los cantautores que conocí, escuché y memoricé, pocos del fuste intelectual de José Antonio Labordeta, quien muy probablemente quemó su vida en un servicio constante al prójimo. Y, por cierto, que pocos tuvieron una respuesta popular mayoritaria, no solo como artista, bien que hoy semioculto en el nubarrón que todo lo disminuye una vez que desapareces: no es cierto que en España se entierre bien como dijera el Otro, aquel Otro que fascinaba a Quevedo, se destierra mejor al muerto, a veces también al vivo. Un ejemplo: aquel programa televisivo, “Un país en la mochila”, que tanto apreció el personal. Y que llevó en el Congreso a que Labordeta, diputado por la Chunta Aragonesista, fuese increpado por algún mentecato con un; “vete con la mochila a Teruel”, lo que provocaría la mítica respuesta labordetiana de: “¡A la mierda!”, que el propio cantautor, poeta, político, profesor, viajero impenitente dijo querer para su epitafio. Sentido del humor no le faltaba cuando ironizaba sobre ese PSA, que bien conocemos los varones entrados en años, que detecta anomalías en la próstata (un cáncer en dicho órgano llevaría al sepulcro a José Antonio a la tumba), igualito a las siglas del PSA (Partido Socialista de Aragón) en el que había militado nuestro amigo.
LABORDETA LLEVABA EN EL ALMA LA POESÍA, influido por el ejemplo de su hermano Miguel, gran poeta muerto prematuramente, de quien musicaría ese poema impecable que se llama “Puesto que el joven azul”; “Antes de ser golosamente asesinados/ en los crepúsculos de la ciudad”. No, no era fácil la tarea de musicar versos de semejante calibre para públicos que, en aquel entonces, estaban pidiendo otras cosas. “Outro cantar, din, cansados deste estribillo”, como pedía Rosalía de Castro en “¿Quen non xime?”, en poema musicado con acierto por Amancio Prada. Pero Labordeta osó tal desconcertando muy probablemente a quienes esperaban de su parte temas como ·”Somos” o “Canto a la libertad”, este último reiterado hasta la saciedad hoy en día. Pudiera ser por aquello de André Gide de que a la gente, de puro desmemoriada, hay que repetirle las cosas para que no las olvide, y eso me parece a mí también. José Antonio Labordeta, voz de hombrón y bigote a lo Georges Brassens, tan referente de la cantautoría fracesa (Jean Ferrat con su memorable “A Brassens”:“Est ce un reflet de ta moustache” [Es esto un reflejo de tu bigote]) o española (“La mala reputación” en la versión cantada por Paco Ibáñez) dejó huellas indelebles en Labordeta (y en Aute y en Pi de la Serra) y es que conviene no confundir la facilidad con la felicidad, la buena manera, vaya, compositora.
Y ES QUE NO RESULTA SENCILLO CON TRES O CUATRO ACORDES ARMAR CANCIONES COMO “LA VIEJA”, puro Steinbeck como pasado por el objetivo de Elia Kazan. Una canción soberbia para reconciliarse, de una vez por todas, y si hubiese menester, con la cantautoría de este país, tan necesitado de canciones que vayan más allá de la memez, constitucional o no. Y luego de haber coincidido con José Antonio Labordeta, luego de alguna tarde compartida en el “Comercial”, auténtico, de la Glorieta de Bilbao, (hay otro ahora pero poco tiene que ver), me di el homenaje de tratarlo en la primera “Noche de Max Estrella” (1998), en la “estación”, digamos, que tuvo lugar ante el Congreso de Diputados. Se ve que hacía frío aquella noche del 23 de abril. Al menos vamos bien abrigados ambos. Numerosa concurrencia en el recorrido valleinclanesco, diseñado por Ignacio Amestoy, donde no faltó de nada, robo de una cartera incluido en el Callejón del Gato madrileño, no el majariego, claro, en el momento de la parada del cortejo ante los espejos, cóncavo y convexo, de “Las Bravas”, justo enfrente de donde estuvieron los orIginales, destruidos en la última Guerra Civil. Otra historia. Sí.
1984. 13 años. Iba al Instituto de Majadahonda recién llegado desde Elche Alicante. Un walkman con auriculares, una cinta casette blanca de Ana Belén y Víctor Manuel. «España camisa blanca de mi esperanza» de Víctir Manuel, inspirada. en. un verso de Blas de Otero. Pasa la vida.