«Y, por fin, conocí a Eduardo, nombre de guerra, en Ferrol. Cantaba en el Parque Municipal, cerrándose el siglo anterior, y llegué a él de la mano del gran Boni Borreiros (los tres en la foto)»

VICENTE ARAGUAS. (24 de diciembre de 2024). Se trata de Aute. Puesto que formé parte, medio siglo atrás, alguna aparición bien efímera aparte años después, del mundo de la cantautoría, tuve ocasión de conocer a muchos de quienes, en nuestro país (alguno de fuera, también, ¿cómo olvidar los días en Londres con el gran José Afonso, el autor de “Grândola Vila Morena”?) abrieron la esprita del barril de la canción comprometida. Ojo, no necesariamente política, puesto que Octavio Paz ya dejó dicho en “Piedra de Sol” que: “amar es combatir, si dos se besan/ el mundo cambia…”. Y Luis Eduardo Aute, de quien voy a hablar hoy, hombre de cine, pintor, dibujante, actor, hizo sobre todo canción de amor, incluso en ese tema soberbio que se llama “Al alba”, y que todo el mundo identifica con el amanecer en que cayeron, Hoyo de Manzanares, Burgos, Barcelona, 27 de setiembre de 1975, los últimos ejecutados del franquismo. Aute, lo dijo varias veces, no era hombre que gustase de ponerse medallas ajenas, tan solo pretendió escribir un tema de desamor. Las imágenes de la canción, lóbrega en algún momento, lúgubre de más en otros, con figuras ciertamente funerarias (“Miles de buitres callados/ van extendiendo sus alas”), acentos rayanos en lo surreal, se prestaban a la identificación con semejante hecho, gori-gori de un régimen que de ninguna manera podía sobrevivir a su timonel, aquel “Centinela de Occidente”, de Luis de Galinsoga.

Dedicatoria de Luis Eduardo Aute a Vicente Araguas (Majadahonda)

LUIS EDUARDO AUTE, NACIDO EN MANILA, EN 1943, NO SE INSTALARÍA EN ESPAÑA HASTA LOS 11 AÑOS. Luego de unos comienzos “pop”, como los hermanos Morales, filipinos también de origen, daría por ingresar en el ejército cantautor pero de aquella manera, bien diferente (y vuelvo a lo anterior) a otros artistas mucho más beligerantes: Raimon, Lluis Llach, Xaber Lete, Lourdes Iriondo, Miro Casabella, Paco Ibáñez. Aute escribiendo para Massiel: “Rosas en el mar” y todo aquello. Aute, en las listas de éxitos con “Aleyuya Nº 1”: “Una madre que amamanta/ tengo seca la garganta”, octosílabos en rima consonante muy inesperada. Y el caso es que Aute, nada proclive a cantar en público, acabó haciéndolo sistemáticamente. Lo seguí en aquel “Entre amigos”, del Cine Salamanca. Y, ¿cómo no?, en Las Ventas, con Silvio Rodríguez, cantautor cubano a quien debemos “Rabo de nube”, para mí la cumbre de la canción de autor en lengua española.

«A partir de ahí tuvimos cierto contacto, culminado con su actuación como poeta en junio de 2008, en Madrid, Casa de Galicia, adonde lo llevé cuando yo tenía mando en plaza, poético, entiéndaseme, en dicho lugar. Aute en la instántanea de aquella noche, junto a María Lado, Ramón Jiménez y yo mismo»

Y, POR FIN, CONOCÍ A EDUARDO, NOMBRE DE GUERRA, EN FERROL. Cantaba en el Parque Municipal, cerrándose el siglo anterior, y llegué a él de la mano del gran Boni Borreiros (los tres en la foto), teniente de alcalde por el PSOE en aquella época. A Boni se lo llevó la malandanza pocos años después. Yo aún lo lamento. Esa tarde Aute estuvo bien, bien. Y con “La belleza” arrastró a un público decididamente en éxtasis. A partir de ahí tuvimos cierto contacto, culminado con su actuación como poeta en junio de 2008, en Madrid, Casa de Galicia, adonde lo llevé cuando yo tenía mando en plaza, poético, entiéndaseme, en dicho lugar. Aute en la instántanea de aquella noche, junto a María Lado, Ramón Jiménez y yo mismo. Tal velada se entregó a la tarea poética; lo que se le había pedido. Y ante el público que abarrotaba la sala, (hubo quien siguió su actuación desde la saleta contigua, dotada de televisor), fue desovillando el ovillo de su estrategia poética. No, no cantó, dijo que esa noche no era el momento de hacerlo, Y, sin embargo, tuvo la deferencia para conmigo, en quien vio al fan convencido, de cantarme “De aquella manera”, a “capella”, naturalmente. Luego nos fuimos a continuar el sarao, por más que la zona de Casado del Alisal, sede de la Casa de Galicia, tenga un no sé qué de yermo en asuntos baristas. Pero seguimos. Y en contacto casi hasta la muerte de Luis Eduardo, 2020, que aún me duele tanto.

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