Corredores de Majadahonda (Madrid) en los Sanfermines 2022

ANTONIO ESPADAS. Hace un par de días vi en la tele desde Majadahonda el primer encierro de los Sanfermines 2022 junto con mi mujer. Me llamó la atención su comentario: “esto se va a prohibir dentro de muy poco”. Me puse a pensar en las muchas experiencias y momentos de mi vida en relación con el toro: evidentemente, correr entre toros bravos es una barrabasada, como muchas otras cosas que hace el ser humano. A lo mejor un día mi hijo se arranca a correr y nos vamos los dos juntos a tener la experiencia: para mí seguramente que sería mi primera y mi última, él que haga lo que considere oportuno. Y es que ponerte en peligro, al igual que ponerte fuera de tu zona de confort, enfrentarte a miedos y situaciones desconocidas, todo este tipo de experiencias son, creo, sanas y enriquecedoras. Te recuerdan de lo que eres capaz. Te enfrentas con la posibilidad de morir y te las arreglas para que eso no pase, para sobrevivir, re-conectas con un instinto básico.

Mi reflexión siguió analizando mi propia opinión actual en cuanto a las corridas de toros. Lo primero que me viene a la mente es algo que no ha cambiado nunca, la llamada “suerte de matar”. Casi no puedo ni verla, ni recordar la sensación que me provoca, es demasiado para mí, me surge un rechazo ante ese momento. Pero esto es solo una parte de los toros, no nos quedemos solo con esto. Vayamos un poco más allá si me lo permitís. Desde muy pequeño iba a corridas de toros gracias a la afición de mis padres y abuelos, e incluso a sorteos, apartados, además de a ver mis preferidos rejones. Pero lo más importante, lo más grande de toda esta mi experiencia, aparte de la belleza de los toros, su estampa, los olores de la plaza, la banda de música y sus pasodobles…  De Sanfermines ahora no hablamos, pues eso es un caso aparte, eso es una fiesta donde el toro y el torero es tan solo uno mas, la experiencia merece otro texto. 

Lo mas grande de toda esa mi experiencia, decía… Cierro los ojos y me veo en la plaza: en un momento concreto de una tarde cualquiera, como venido de la nada, en un momento dado “ocurre” algo, “algo”. De repente algo pasa, dicen que toro y torero, toro y banderillero, toro y público, unos y otros, como de un misterio se tratara, entran en “conexión”. De repente se hace el silencio, alguien ve un “olé”, al poco algunos otros lo ven: “olé”, y el “momento mágico” se alarga lo que se alarga. Esa magia, ese momento, momentos, faenas, lo que dure, es lo que engancha, a unos y otros, profesionales y/o público, no importa. Lo que arranca a la gente a regresar una y otra vez a la plaza es querer volver a vivir ese momento, esas respiraciones que te quitan el aire. 

No es el color del traje de luces, no es el tamaño del toro ni de sus cuernos, no se puede describir fácilmente en palabras, pero si lo has sentido sabes de qué hablo. No siempre ocurre, pero la mera posibilidad de que pase te hace acudir. Me parece que es un poco como cuando vas a un concierto de música, o vas a un museo y ves ese cuadro.. se llama arte y es lo que nos conecta a los seres humanos con nuestra esencia. El arte es la esencia del ser humano y los toros evidentemente traen arte. La ópera es arte y hace llorar a miles de personas, pero a mí no me gusta, no la entiendo, no me hace “sentir”, pero no significa que no sea arte, aunque yo no lo entienda. Mi alma no habla ese idioma y está bien así. 

Majadahonda Magazin