JORDI FERRÉ REY. *Vecino. «Juega por más de lo que te puedes permitir perder, sólo entonces aprenderás el juego». Winston Churchill. En España cuando hay elecciones, en la mayoría de partidos existe la mentalidad que los debates son la panacea para obtener los resultados electorales deseados, vamos, el “chocolate del loro”. Actualmente vivimos en una sociedad con los bloques bastante diferenciados (a la espera de ver cómo saltarán a la palestra los partidos de propuestas transversales). Los bloques son sencillos: los del bipartidismo de derechas e izquierdas con sus “muletillas” de apoyo. No sabemos lo que nos deparará el futuro: si volveremos al bipartidismo, si emergerán con fuerza los partidos transversales o locales, u otra fórmula que tenga éxito dentro del tablero electoral. ¿A qué viene esta reflexión con la frase de Churchill?. Visto lo visto, en las pasadas elecciones municipales y autonómicas, el voto está bastante decidido; a estas alturas, es muy difícil que quien haya votado una opción política, vote la contraria; en todo caso, votará al partido “semejante” de su ideología dentro de los bloques de derechas o izquierdas. Por tanto, los debates se hacen más prescindibles, y muchos partidos fracasarán. Añadiré otra frase de Winston Churchill: «Un fanático es alguien que no puede cambiar sus opiniones y que no quiere cambiar de tema». Sólo hace falta ver los debates electorales; siempre los fanáticos se ponen en la tele, haciendo aspavientos, gritando: “muy bien candidato, zas en toda la boca; ¡Sí no ha respondido el otro!; Puf, que malo es el otro; ¡Qué bien candidato, qué oratoria! …un hooliganismo típico de los partidos de fútbol, donde los fanáticos sólo verán lo bueno de su equipo, pero nada bueno del adversario, cero autocrítica, y viceversa.
Obviamente, también hay votantes sensatos de estos bloques, con dos dedos de frente, los más racionales, que se quedan al margen observando sin extremismos. A los indecisos les pasa una situación similar. Son varios miles de personas, sí; pero no son la misma cantidad que quienes votan bloques de derecha o izquierda, pero es un número nada despreciable. Suele ser un voto exigente, que vota por propuestas o programas, y los compararán entre ellos (más aún con la cantidad de partidos que se presentan hoy día). Por tanto, un debate, o varios, difícilmente les harán cambiar de opinión (igual que a los hooligans). A grandes rasgos, como mucho puede cambiar el sentido del voto entre un 1% y el 2%, y dentro de los mismos bloques. La radiografía realizada es clarísima. Esto también demuestra que la gente tampoco suele votar al candidato o candidata por su belleza, sino por su programa, acciones o convencimiento.
En definitiva, el motivo de hacer debates sólo lo deben saber los asesores de partidos (además de montar el circo mediático) cuando ven que se tuercen las encuestas se aferran a los “litros” de tilas para superar el trauma, y a seguir inventando más estrategias absurdas. Esto es una señal que no viven en la realidad nuestros políticos, ni tampoco saben las necesidades reales del ciudadano de a pie de calle. Como siempre, pierde la gente corriente. ¿Cuál es la solución? Elevar la exigencia de nuestro voto, que los políticos trabajen duro para que se hagan merecedores de nuestra mejor arma que nos hace a todos iguales una vez cada determinado tiempo: el voto.
De momento, votar a Rajoy II, es lo más útil.
Terminar con perroflautas, komunistas y planchadora, lo mejor.
Tengo que confesar, que desde que no me tocan mis partes nobles ni Irene Montero ni el de la silla de ruedas,( Echenike) engorde un par de kilos.
Que gentuza ¡¡¡
¡Una utopía!
Creo que todo funcionaría mejor si los votantes fuéramos capaces de hacer un ejercicio de abstracción y no nos sintiéramos ineludiblemente obligados a sentirnos de un pensamiento, de derechas o de izquierdas, sino que fuéramos capaces de hacer uso de nuestro voto en función de lo que nos prometen hacer, de lo que prometieron y cumplieron y de lo que «no prometieron» y han llevado a cabo sin el permiso de nadie. Recordemos que históricamente los grandes partidos han querido venir presumiendo de su «viaje al centro» tratando de alejarse de extremismos que parecen ser poco aceptados por la población. Y eso es así porque en lo fundamental, en las políticas económicas se diferencian poco unos de los otros de entre estos dos.
Las diferencias están, luego, en el destino de los recursos atendiendo de una u otra forma a las demandas sociales.