Santiago Carrillo y Adolfo Suárez

J. FEDERICO MTNEZ. Hubo una vez en que España «resucitó» política y económicamente gracias a un «encuentro» que se hizo público un Domingo de Resurrección, el de la Semana Santa de 1977, hace ahora 45 años. Y algunos medios de comunicación lo recuerdan porque se produjo en Pozuelo, en una finca a la que se accedía por el «camino viejo de Majadahonda». El reportaje del periodista Francisco Pastor publicado este sábado 16 abril (2022) en «El Español» recuerda un hecho histórico: la primera vez que el presidente del Gobierno, Adolfo Suárez (UCD) y el dirigente de la Oposición, Santiago Carrillo (PCE), se conocieron en la casa de un periodista (José Mario Armero), que había facilitado el encuentro en Pozuelo de Alarcón, «camino viejo de Majadahonda«: «Una vez que Ana Montes vio que ya no les seguía nadie, tomó el camino viejo hacia Majadahonda. En la inmensa villa que el matrimonio conservaba como una casa de campo, cabía una piscina, una pista de tenis y hasta un vagón de tren antiguo, que hacía la vez de vestuario. Allí, tal y como cuenta el libro «Sábado Santo Rojo«, de Joaquín Bardavío, tuvo lugar la reunión en la que Adolfo Suárez y Santiago Carrillo se pusieron cara por primera vez».


J. Federico Mtnez

Ahora se cumplen 45 años de aquel suceso político que desbloqueó la parálisis económica y democrática de España. El chalet de Armero estaba en su finca de Pozuelo de Alarcón y de aquel encuentro surgió el posterior anuncio de aquel Domingo de Resurrección de la Semana Santa de 1977: la legalización del Partido Comunista en España tras 40 años de prohibición. Posteriormente también se hizo un programa de TV y una obra de teatro titulada «El encuentro». Y la transcendencia de aquella cita fue de tal calibre que se recerda una y otra vez en cada aniversario. «Está de moda hacer política ficción. El domingo Jordi Évole rompió los audímetros con un documental ficticio sobre el 23-F. Hoy se estrena en el Teatro Español de Madrid «El encuentro«, una recreación plausible, no real, del diálogo que mantuvieron Adolfo Suárez y Santiago Carrillo la noche del 27 de febrero de 1977 en la finca del abogado José Mario Armero. ¿El objetivo? Encontrar el camino para una democracia estable», recordaba la periodista Esther Alvarado el 25 de febrero de 2014 en «El Mundo«. Ahora, en esta Semana Santa de 2022 se cumplen 45 años del «Sábado Santo Rojo«, el día que se legalizó el PCE con militares y políticos de vacaciones:

«Un sinfín de altos mandos políticos y del Ejército, alejados de la capital durante sus vacaciones, se enteraron así del regreso de los comunistas a la legalidad. En el matrimonio formado por Ana Montes y José Mario Armero, ella conducía y él no. Así que a la esposa le tocó, una tarde de febrero, coger el coche y cruzar Madrid. Salió de Chamartín, donde vivía la familia, hasta la calle de Seco, en el barrio de Vallecas. Allí le esperaba Santiago Carrillo, el secretario general de los comunistas españoles, cuando el PCE era todavía un partido ilegal. Porque ese febrero era el de 1977. Franco había muerto un año y medio atrás y faltaban pocos meses para las primeras elecciones de la actual democracia», relata Francisco Pastor.


Jose Mario Armero, Adolfo Suárez y Santiago Carrillo, años después en la misma finca donde tuvo lugar el encuentro

«En efecto, este fin de semana se cumplen 45 años del Sábado Santo Rojo. Es decir, de ese sábado, víspera del Domingo de Resurrección, en el que se anunció la legalización del Partido Comunista de España. Pero volvamos a febrero de 1977. Armero, el marido de la mencionada conductora, era un abogado de carrera y despacho. Con todo, ya entonces presidía la agencia de noticias Europa Press, cargo en el que permaneció durante cerca de 30 años. Podría parecer ajeno al mundo puramente político, pero no. Tenía una buena relación con el jefe del Gobierno, Adolfo Suárez, y quizá fuera quien más insistió al presidente en que a esos primeros comicios había que llegar junto al Partido Comunista. Ana Montes, su mujer, conducía mientras tanto dando mil vueltas por la capital, acelerando y cambiando las marchas con violencia. Su propósito: que el hijo de Carrillo, en otro coche más atrás y vigilando el suyo, le perdiera la pista. Nadie debía saber a dónde se dirigían. El mismo Carrillo se había montado en aquel turismo sin conocer a qué destino estaba poniendo rumbo», añade el periodista.

Santiago Carrillo y Adolfo Suárez

LA FINCA DE POZUELO. «Una finca tan grande contaba con una pareja de guardeses, como era habitual entonces. Unos que, según habían comentado alguna vez a los señores, jamás habían visto el mar. Así que José Mario les dejó su apartamento de Almería, siempre a cambio de que se marcharan allí a tiempo de dejar la casa sola para la reunión. A las cinco de la tarde, Montes y su huidizo coche llegaron a la parcela. Un poco antes que el presidente del Gobierno. A solas junto al secretario general del PCE, y a la espera de que Suárez asomara por allí, ella empezó a preparar café. Les haría falta: la reunión que mantendrían, y donde se pactó la futura legalización del PCE, se alargó durante seis horas. “Lo importante no fue lo que se dijo. Lo importante fue que Suárez y Carrillo se vieran”, rezan las palabras que Bardavío dejó por escrito. Lo que siguió a aquel furtivo encuentro es un desfile de grandes nombres de la Transición y altas instituciones del Estado. Llamadas, cartas, documentos y toda suerte de burocracias.

Adolfo Suárez y Santiago Carrillo

El jefe del Gobierno, que solo unos meses antes había delegado en el Tribunal Supremo permitir o no la candidatura del Partido Comunista, empezó a mover la causa por un sinfín de despachos. Las elecciones aún no estaban convocadas, pero sí previstas para junio. Y la Semana Santa parecía el mejor momento para acometer el giro, ya que España entera se encontraría de vacaciones. Recordemos que durante el Franquismo, y en realidad hasta hace solo un par de años, desde el jueves hasta el Domingo de Resurrección las delegaciones del Ministerio de Defensa y las dependencias militares españolas solían ondear a media asta, de pura complicidad con la Iglesia Católica. “El presidente quería hacerlo de pronto, dentro de la apatía de las vacaciones”, concluye Bardavío en este histórico texto.

 

 

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