FRANCISCO ORENGO GARCÍA. *Psiquiatra y psicoterapeuta (Majadahonda). La persona que ha sentido, siente aún y percibe intensamente miedo, amenaza y profunda inseguridad se vuelve temerosa. Mucho, a veces. Si esas sensaciones se originaron por primera vez en y durante la infancia, esta impronta permanece y en la vida adulta pueden consolidarse, ampliarse, haciéndose constantes y continuas. Se comparten y se generalizan. Pueden consolidarse si, a sensaciones como las antes mencionadas, se suman otras relacionadas con la inseguridad económica, legal o en las relaciones personales más cercanas. También cuando el duelo por la pérdida de seres queridos no puede ser realizado de forma natural.
Cuando todo este complejo entramado emocional se traslada al mundo de la comunicación, de los media (prensa, radio, televisión etc.), se amplifica la sensación de amenaza, de peligro, de miedo. Real y/o potencial. Por otro lado, los medios de comunicación, la prensa en general, en la gran crisis actual de supervivencia económica que están sufriendo, no saben qué hacer para mantenerse y defender su negocio, su subsistencia. Casi, sin saber que otro rumbo tomar, echan mano con frecuencia, aunque no quieran, de lo que saben que atraerá inevitablemente la atención de la audiencia, a saber: todo aquello que se refiera a su seguridad, a la amenaza de su persona en los planos económico, de estatus, espiritual, ideológico o profesional. De esta forma se va cerrando un paradójico circulo vicioso que lleva a los media a amplificar cada vez más un estado de alarma, de denuncia permanente, de “grito en el cielo” constante. Todo esto, se amplifica hasta el infinito en las redes sociales donde cada uno es o puede ser el fabricante de noticias, “realities” o eventos de todo tipo.
Si a este estado de cosas se añade una realidad como la de una pandemia nacional e internacional desbocada, de un año de duración, entonces sucede que el miedo, la indefensión y la sensación de amenaza se hacen exponenciales. Así parecen estar las cosas algunos días. Sin embargo, en este estado de pre-histeria colectiva, de estampida social amenazante, los medios de comunicación a pesar de la amenaza del déficit económico permanente, por irónico que parezca, no tienen otra “salida profesional” que contribuir a hacer lo contrario de lo que hacen algunos partidos políticos, grupos o individuos que asustan, amedrentan o faltan al respeto sin más.
En otras palabras, el momento actual es el más deseado y necesario para unos medios de comunicación ecuánimes, tranquilos, de compromiso social con el cuidado de la población. Por ello, el buen periodismo, el periodismo trabajado y adulto, con fuentes contrastadas, el que usa un lenguaje constructivo y optimista, es la mejor y única solución que contrarresta todo lo anterior. Es el periodismo que advierte del peligro y critica conductas ilegales o incívicas pero que, al mismo tiempo, ofrece soluciones y remedios para afrontarlo, pues se atreve a entrar en el análisis de lo complejo y matizado. Informar, analizar, comentar, pero sin afán de traumatizar a nadie. Llamar la atención por la calidad, la belleza y la armonía de lo que se publica. Esa es la cuestión. *De nuevo me permito mandarles esta pequeña reflexión por si tuviera interés su publicación. Muchas gracias por estar ahí generando una fuente diaria de buen y entretenido periodismo. Saludos. Contactar con el Dr. Francisco Orengo García.