«La muerte de Séneca» (Rubens, Museo del Prado, Madrid).

J. FEDERICO MTNEZ. Tuve la oportunidad de trabajar durante un breve periodo de tiempo con Manuel Rico, autor de ese apreciada exclusiva sobre el número real de muertos en las residencias madrileñas durante la pandemia de Covid. Y lo hice en el equipo de investigación de la fenecida revista Interviú, con Jesús Maraña como director. Antes tuve otros maestros del periodismo nacional, recuerdo especialmente en este campo de la investigación a Jesus Cacho, Martínez Soler, Manuel Cerdán o Miguel Angel Aguilar. Aquella escuela de periodismo real me enseñó bastante materia que ahora imparto como profesor de Comunicación, área de conocimiento que tras un periplo profesional de 30 años que aún continúa, complementé en su parte teórica y científica hasta alcanzar el doctorado. Y ese abreviado PhD o Ph. D. del sistema universitario anglosajón me trasladó junto a los especialistas en investigación en áreas tan diversas como las ciencias sociales y económicas, científicas, médicas o de las humanidades. Tuvo a bien un tribunal de concederme además el Premio Extraordinario, que se otorga cada 3 años, pero nada comparable con figurar en las célebres Obras (In) Completas de aquel Premio Cervantes que tanto me marcó llamado Juan Goytisolo, precisamente en el tomo dedicado al Periodismo. Y con ese bagaje encaré hace 5 años la dirección de este modesto periódico multimedia y local, que algunos políticos han intentado hundir de forma reiterada. Y que milagrosamente -y sobre todo gracias a la fidelidad de sus redactores, colaboradores, lectores y anunciantes- sigue saliendo a diario, para desgracia de sus pocos pero hostiles adversarios.


J. Federico Mtnez (Cabo de Gata, Almería, 2020)

Esta situación, que he vivido varias veces a lo largo de mi azarosa vida profesional, me recuerda la de un miembro del Gobierno y su jefe de prensa, que lo fiaron todo al hostigamiento y asfixia económica de un medio durante sus 4 años de legislatura. Craso error: lo único que consiguieron fue que al llegar al último y más decisivo año previo al mandato de las urnas, fue tal el volumen de desatinos acumulados -los que salieron y los que se habían guardado y estaban por salir- que cuando fueron notificados en las instancias correspondientes, ambos fueron despedidos por su propio partido con una solemne patada en el trasero. Las cañas se les tornaron lanzas por aquellos mismos que decían que los defenderían siempre. Y esto mismo le ocurrió también a otros concejales de partidos de la Oposición con idéntico resultado. No obstante, por más que la experiencia dice que el mango del cazo quema, los cargos públicos más jóvenes o inexpertos quieren tocarlo y abrasarse en él por propia experiencia. Y el resultado, lamentablemente, siempre es el mismo.

No se me ocurre otra metáfora para replicar al alcalde de Majadahonda por su breve reflexión acerca de lo que juzga como «importantísimo papel» de los medios en una democracia: «contar la verdad y no ceder ante la propaganda interesada» a propósito de un desafortunado (por pueril) video de su jefe de filas. Cualquier deportista sabe que la peor reacción es insultar al árbitro cuando el partido se pone cuesta arriba por errores propios y vienen mal dadas (las encuestas parece que no sonríen). Muy dado a lo superlativo, los hechos de este alcalde demuestran sin embargo que una cosa es lo que dice y otra lo que hace. Porque sus lamentos no casan con el prudente silencio que guardamos sobre la larga lista de zancadillas, codazos, juego sucio, inmoralidades, alegalidades e incluso ilegalidades que ha sembrado durante su primer año de mandato. Mientras, su grupo y el de sus socios de Gobierno se desangra entre insultos a la prensa local, que en realidad -y ese es el drama que disimulan no conocer- se dirigen contra los vecinos que canalizan sus opiniones, quejas, iniciativas y denuncias a través de la prensa de proximidad, como hacen en el resto de países civilizados desde hace ya muchas décadas, incluso antes de que ellos nacieran. Eso parece que no lo han cambiado del todo las redes sociales, donde los medios parece que están mejor posicionados que los partidos políticos y sus propagandistas.

Hay algunos -quizás demasiados- que en tan solo 1 año dan por perdido a este joven y temerario alcalde que llegó al cargo por carambola (así hacen la selección de personal los partidos políticos en España) y que cree que su función consiste en hacerse fotos, publicar un tuit y distraer al personal con toda suerte de malabarismos verbales, de los que tampoco es un experto. Sus grotescas caídas sin red y sus llamativos errores están dejando perplejo a media Comunidad de Madrid. Y ya incluso llegan al resto de España. Si los periodistas no estuviéramos sujetos al secreto de la fuente con la misma fidelidad que un sacerdote, abogado o médico, revelaría con más detalle lo que se ha oído de él en los despachos cercanos a la secretaría general nacional de Génova 13 (Teodoro García Egea), algo inusual en un joven alcalde de una población periférica de apenas 72.000 habitantes. Nosotros podemos recibir gratuitamente insultos en un pleno pero la buena educación -de la que ellos carecen- a mí me impide publicar los calificativos con los que se le obsequia a alguien que dice sí a todo no haciendo absolutamente nada y negando después haber dicho lo que dijo o no haber hecho lo que prometió.

Este mes de agosto de 2020 comienza el Año 2 de esta cómica «troupe» de jóvenes aduladores que conforman esta curiosa pandilla, acompañados de sus socios de coalición, extremistas en el desahogo, la desfachatez y la desmemoria. Ese lujo de colaborador llamado José María Rojas, que comparte elenco con otros que en público y en privado nos ayudan a sobrevivir en la puerta de la iglesia sin necesidad de esperar al óbolo con el que estos desalmados dicen valorar el «importantísimo papel» de la prensa, suele terminar sus entrevistas pidiendo una recomendación literaria. Voy a hacer la mía: «Sobre la felicidad» de Séneca, en la lúcida edición comentada de Julián Marías. Fue durante este invierno mi libro de cabecera y guardo como un tesoro la cita de su página 44:

«Sucede lo mismo que en los comicios, en los cuales los mismos que han nombrado a los pretores, se admiran de que hayan sido nombrados, cuando ha mudado el inconstante favor: aprobamos y condenamos las mismas cosas y este es el resultado de todo juicio que se falla por el voto de la mayoría». Dicho esto hace 2.000 años por un político, abogado y filósofo cordobés coetáneo de Cristo no deja de tener su gracia, además de su perspicacia: dos milenios más tarde los cargos públicos electos vuelven a confundir lo permanente con lo accesorio. Y aunque dios quiera que esta crisis sanitaria y económica que pende sobre nuestras cabezas se aleje lo más rápidamente posible, no hay que ser Pitágoras para calcular que a quienes ha sorprendido a lomos de las alas blancas del poder (Balzac) y ahora se ufanan de ello, les esperan tiempos muy duros y tan complejos como en la época de Séneca.

Ellos saben muy bien en que han fallado y mentido, por lo que yo sugeriría con toda humildad que si no pueden, no quieren o no saben cambiar de médico y estrategia, la única salida posible es desandar lo andado y regresar a la senda de la dolorosa sinceridad con una cucharada diaria de ese aceite de ricino llamado «verdad». Quiera o no, con mayor dulzura o rudeza, mejor tino o peor yerro, este medio local va a seguir haciéndolo mientras pueda con su presupuesto limitado (ese es nuestro papel arbitral) frente a los 70 millones de euros del Ayuntamiento con al menos el 5% (siempre el fatídico porcentaje) destinado a propaganda propia, que estos alucinados gobernantes gastan anualmente sin pestañear. Nosotros, en nuestro papel de David contra Goliath, seguiremos en nuestro camino de austera independencia, que nunca agradeceremos lo suficiente, porque nos ayuda a realizar nuestro «importantísimo papel» sin deberle nada a nadie, solo a nuestros lectores, colaboradores y anunciantes. La pregunta, sin embargo, debería ser otra. ¿Como es posible que con tanto dispendio en Comunicación estos políticos sean incapaces de influir en una opinión pública que hace tan solo 1 año les era algo más favorable pese a su ya consolidada inercia decreciente? La respuesta, a mi juicio, la tiene Séneca. Busquen en internet y la encontrarán.

Majadahonda Magazin