JULIA BACHILLER. Un año más, el Belén de la Parroquia de Santa Catalina sorprenderá a los que acudan a visitarlo. Como en ediciones anteriores, se inaugura esta Nochebuena (24 de diciembre de 2019) tras la celebración de la Misa del Gallo. Los belenistas de la parroquia, Ildefonso y Julián, con la colaboración del párroco Juan Francisco Pérez Ruano, han conseguido escenificar el significado de la Navidad con un minucioso y laborioso trabajo. Visualizándolo con detenimiento y con el asesoramiento de nuestro párroco, desvelamos parte de su contenido, comenzando por la presencia de Adán y Eva, los cuales están situados ante una puerta abierta contemplando el misterio de la Navidad: Dios asume la naturaleza humana por amor. “En la maldición de Dios a Adán y Eva, Él le dice a la serpiente: una mujer te herirá la cabeza, mientras que tú la hieres el calcañal. La mujer que está hiriendo la cabeza de la serpiente es la Virgen que le está dando a su hijo. Por eso Adán y Eva miran con esperanza hacia el nacimiento”. Otra escena destacable es la Anunciación: “el anuncio del Ángel a la Virgen y el Sí de María”. Junto a ellos, el sueño de José, seguidamente la llegada a Belén, y al no poderse alojarse en la posada, se ubican en un sencillo pesebre. A continuación, el empadronamiento, la huida a Egipto, su vuelta a Nazaret y el bautismo. Entre todas ellas no podemos olvidar la Anunciación del Ángel a los pastores, con una preciosa cueva al fondo, así como la llegada de los Reyes Magos. Y un detalle al final de la escena: a la puerta de una vivienda blanca hay un hombre trabajando con madera, una mujer a su lado y un niño ante ellos. Es la casa de Nazaret, que representa la infancia de Jesús y el castillo de Herodes. Todo ello rodeado de varias figuras que realizan los tradicionales trabajos de la época, junto a los animales, los muros de piedra, el río, el humo de la chimenea y de la hoguera, la flora y fauna. Difícil describir tan apreciable labor ante la que solo que admirar su resultado en tan bello trabajo. El sacerdote Juan Francisco Pérez Ruano finaliza su explicación recordando las palabras del Papa Francisco en su «Carta Apostólica» sobre el significado y el valor del Belén, en las cuales, de una forma resumida, dice lo siguiente:
1. El hermoso signo del pesebre, tan estimado por el pueblo cristiano, causa siempre asombro y admiración. La representación del acontecimiento del nacimiento de Jesús equivale a anunciar el misterio de la encarnación del Hijo de Dios con sencillez y alegría. El belén, en efecto, es como un Evangelio vivo, que surge de las páginas de la Sagrada Escritura. 2. El origen del pesebre encuentra confirmación ante todo en algunos detalles evangélicos del nacimiento de Jesús en Belén. El evangelista Lucas dice sencillamente que María «dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada». Jesús fue colocado en un pesebre; palabra que procede del latín: praesepium. El Hijo de Dios, viniendo a este mundo, encuentra sitio donde los animales van a comer. El heno se convierte en el primer lecho para Aquel que se revelará como «el pan bajado del cielo». 3. San Francisco realizó una gran obra de evangelización con la simplicidad de aquel signo. Su enseñanza ha penetrado en los corazones de los cristianos y permanece hasta nuestros días como un modo genuino de representar con sencillez la belleza de nuestra fe. Por otro lado, el mismo lugar donde se realizó el primer belén expresa y evoca estos sentimientos.
4. Los diversos signos del belén dan a comprender el significado que llevan consigo. En primer lugar, representamos el contexto del cielo estrellado en la oscuridad y el silencio de la noche. Lo hacemos así, no sólo por fidelidad a los relatos evangélicos, sino también por el significado que tiene. Pensemos en cuantas veces la noche envuelve nuestras vidas. Pues bien, incluso en esos instantes, Dios no nos deja solos, sino que se hace presente para responder a las preguntas decisivas sobre el sentido de nuestra existencia: ¿Quién soy yo? ¿De dónde vengo? ¿Por qué nací en este momento? ¿Por qué amo? ¿Por qué sufro? ¿Por qué moriré? Para responder a estas preguntas, Dios se hizo hombre. Su cercanía trae luz donde hay oscuridad e ilumina a cuantos atraviesan las tinieblas del sufrimiento. 5. ¡Cuánta emoción debería acompañarnos mientras colocamos en el belén las montañas, los riachuelos, las ovejas y los pastores! De esta manera recordamos, como lo habían anunciado los profetas, que toda la creación participa en la fiesta de la venida del Mesías. Los ángeles y la estrella son la señal de que también nosotros estamos llamados a ponernos en camino para llegar a la gruta y adorar al Señor.
6. Tenemos la costumbre de poner en nuestros belenes muchas figuras simbólicas, sobre todo, las de mendigos y de gente que no conocen otra abundancia que la del corazón. Ellos también están cerca del Niño Jesús por derecho propio, sin que nadie pueda echarlos o alejarlos de una cuna tan improvisada que los pobres a su alrededor no desentonan en absoluto 7. Poco a poco, el belén nos lleva a la gruta, donde encontramos las figuras de María y de José. María es una madre que contempla a su hijo y lo muestra a cuantos vienen a visitarlo. Su imagen hace pensar en el gran misterio que ha envuelto a esta joven cuando Dios ha llamado a la puerta de su corazón inmaculado. San José juega un papel muy importante en la vida de Jesús y de María. Él es el custodio que nunca se cansa de proteger a su familia. Cuando Dios le advirtió de la amenaza de Herodes, no dudó en ponerse en camino y emigrar a Egipto. Y una vez pasado el peligro, trajo a la familia de vuelta a Nazaret, donde fue el primer educador de Jesús niño y adolescente. 8. El corazón del pesebre comienza a palpitar cuando en Navidad colocamos la imagen del Niño Jesús. Dios se presenta así, en un niño, para ser recibido en nuestros brazos. En la debilidad y en la fragilidad esconde su poder que todo lo crea y transforma.
9. Cuando se acerca la fiesta de la Epifanía, se colocan en el Nacimiento las tres figuras de los Reyes Magos. Observando la estrella, aquellos sabios y ricos señores de Oriente se habían puesto en camino hacia Belén para conocer a Jesús y ofrecerle dones: oro, incienso y mirra. También estos regalos tienen un significado alegórico: el oro honra la realeza de Jesús; el incienso su divinidad; la mirra su santa humanidad que conocerá la muerte y la sepultura. 10. Ante el belén, la mente va espontáneamente a cuando uno era niño y se esperaba con impaciencia el tiempo para empezar a construirlo. Estos recuerdos nos llevan a tomar nuevamente conciencia del gran don que se nos ha dado al transmitirnos la fe; y al mismo tiempo nos hacen sentir el deber y la alegría de transmitir a los hijos y a los nietos la misma experiencia. El belén forma parte del dulce y exigente proceso de transmisión de la fe. Comenzando desde la infancia y luego en cada etapa de la vida, nos educa a contemplar a Jesús, a sentir el amor de Dios por nosotros, a sentir y creer que Dios está con nosotros y que nosotros estamos con Él, todos hijos y hermanos gracias a aquel Niño Hijo de Dios y de la Virgen María. Y a sentir que en esto está la felicidad. Que en la escuela de san Francisco abramos el corazón a esta gracia sencilla, dejemos que del asombro nazca una oración humilde: nuestro “gracias” a Dios, que ha querido compartir todo con nosotros para no dejarnos nunca solos.
El otro día le visité, y quedé prendado de él. Menos mal que algo hay bien hecho por esta alcaldía.
Marcado como Me gusta de Paloma Heras y Araceli Cantón Arías
Me encanta El Belén de Santa Catalina, pero hecho de menos que se mencione y se pongan fotos del que ha realizado la Asociación de Belenistas en los soportales del Ayuntamiento.
Es la segunda vez que habláis del de Santa Catalina, por qué no se menciona el otro ???