MANU RAMOS. «Vivía ya en Madrid, llevaba unos años desde que había dejado atrás mi ciudad natal, San Sebastián. Entrenaba en el Rayo Majadahonda y un día me presentaron a Fernando Hierro. A él ya le habían hablado de mí y me propuso que dirigiera la escuela de niños de la RFEF. No lo dudé y me puse manos a la obra (búsqueda de entrenadores, creación de un método, perfilar una filosofía clara, dar sentido a lo que fuera a suceder…). En definitiva, que, ya que se hacía en la RFEF, tenía que ser ejemplar. Esto es lo más apasionante: me plantearon el reto de que “si hacíamos una escuela en la RFEF, tenía que ser la mejor”. Y a ello le he dedicado todo este tiempo. Y estoy muy agradecido a la RFEF por darme la oportunidad». El periodista José Francisco Rodríguez ha publicado en la revista «Capital» una entrevista con el entrenador majariego Eduardo Valcárcel, director de la escuela de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), en la que cuenta su experiencia y metodología. Este es un extracto de la interesante conversación donde habla de fútbol como deporte y sus valores morales: deportividad, compañerismo, salud, buena alimentación...


José Francisco Rodríguez

Eduardo, la tuya es una historia, sobre todo, de pasión por el deporte. ¿Cuáles han sido tus principales alicientes profesionales? –Tuve el accidente con 18 meses y casi no me acuerdo de tener las dos piernas. Siempre he vivido así. Después, desde muy pequeño, estuve siempre pegado a un balón, iba y volvía del colegio andando con mis muletas y siempre con un balón en el pie. Y, aunque mi madre intentaba que lo llevara en una bolsa, yo prefería hacerlo por el suelo. Era conocido en el vecindario como “el niño del balón”. Me encantaba el fútbol y sabía que nunca podría ser jugador, así que enseguida busqué algo que estuviera lo más cerca del terreno de juego. En este caso, dirigir. Así que siempre quise ser entrenador, y ejerzo desde los 14 años. Eso quiere decir que con 30 años ya tenía más de 15 de experiencia, que para cualquier profesión es un buen dato.

LOS CONSEJOS DE EDUARDO VALCARCEL. Mi familia, el tesón y la constancia, con las que siempre he luchado por mis objetivos y defendido mis ideales, son los factores que me han llevado hasta donde estoy hoy. No se trata de hacerlo por encima de todo, he tenido clarísimo siempre el respeto, he sido disciplinado, trabajador y apasionado, pero respetando siempre todos los valores que me han inculcado. Sabiendo que, con ellos en el deporte y en la vida, se alcanza mejor el éxito. En la escuela, los valores los cuidamos dentro y fuera del campo. Y tenemos normas tanto para los niños como para los padres. Exigimos a los padres un comportamiento deportivo con los rivales y la no injerencia en la labor de los entrenadores. Y a los niños les exigimos buen comportamiento, deportividad y respeto tanto a los rivales como a los compañeros. Un ejemplo de respeto a los compañeros es la puntualidad: el que llega tarde un día, al siguiente trae fruta para el grupo. Así unimos respeto y buena alimentación. A profesional del fútbol sólo llega un número reducido de jóvenes. Por eso, lo principal es enseñarles a ser buenos deportistas. El fútbol llega después, si llega, pero todo lo que rodea a la competición hay que inculcarlo: descansar bien, comer a sus horas, tomar alimentos saludables, desechar lo más posible los que no lo son, cuidar las uñas, la boca, el cuerpo, la higiene personal en general, y por supuesto, todos los principales valores. Todo esto junto es lo que ayuda a estar al 100%. Y también deben aprender a ganar y a perder. Si eres consciente de todo esto y, además, añades tu máximo esfuerzo personal en el deporte que te gusta (en este caso, el fútbol) llegarás lo más lejos que puedas.

El que es bueno de veras, no sólo destaca él, sino que hace mejor al grupo, al equipo. Hay que buscar siempre algo diferente: carisma, presencia, magia, trabajo, perseverancia, inteligencia… Son algunas de las características a las que aferrarse para tener algo que te haga diferente. Siempre se puede aportar, hay que saber cuáles son las limitaciones, esconderlas y limitarlas, y explotar al máximo las cualidades. Creer en ellas y volcarse en sacar un gran partido para el bien personal y colectivo. Cuando ganas, cuando triunfas, cuando alcanzas el éxito, debes tener un buen grupo de trabajo (buenos trabajadores, solidarios, buenos jugadores, en definitiva, grandes deportistas), pero también debe haber un gran grupo humano. El respeto, la dedicación, la humildad, la ilusión, el trabajo en equipo o el no sentir que quieres destacar por encima de los demás son razones principales para el éxito colectivo.

Yo estuve en Sudáfrica, tuve esa suerte, viví en directo el mayor éxito de aquella hazaña. Y lo que más se destacaba de aquella expedición era lo unidos que estaban y lo fantásticos que eran todos. Jugadores, entrenadores, cuerpo técnico, ayudantes, utilleros, fisioterapeutas, etc. … Todos, eso sí, sin olvidar nunca que el error estaba ahí, que el fallo podía llegar, que la derrota era algo contemplable… Luchar contra todo y contra todos, pero unidos, siendo una piña, pasara lo que pasara hasta el final. Todo buen camino es muy largo y lleno de dificultades, y acabas rindiéndote en muchos de los casos y tirando la toalla. No debes pensar que vas a ganar la liga cuando aún estas en el segundo partido. No quieras llegar a ser el director cuando aún eres un recién llegado, que no sabe cómo funciona la empresa ni controla bien lo que hace. Ambición siempre, sí, pero ganándose el respeto de los demás a base de tu trabajo y constancia. Lea la entrevista completa.

Majadahonda Magazin