El Rincón de Pensar: «El mito de Sísifo, según Albert Camus, no es solo una historia de castigo eterno, sino una afirmación de la capacidad humana para resistir, aceptar el absurdo de la vida -según Camus- y encontrar sentido en el esfuerzo mismo».

REGINA BUENDIA. (1 de diciembre de 2024). Al iniciar este Rincón de Pensar, me han venido a la mente las palabras pronunciadas por Harry Lime (Orson Welles) en la película “El tercer hombre», al final de la mítica secuencia de la noria, a un dubitativo Holly Martins (Joseph Cotten): «En Italia, en 30 años de dominación de los Borgia, no hubo más que terror, guerras y matanzas, pero surgieron Miguel Ángel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza, por el contrario, tuvieron 500 años de amor, democracia y paz. ¿Y cuál fue el resultado? El reloj de cuco”.

Rincón de Pensar de Regina Buendía (MJD Magazin)

El peligro de romantizar el sufrimiento radica en justificar innecesariamente la violencia o el conflicto como motores del cambio. Si bien el dolor puede ser catalizador, no es una condición indispensable. La creatividad humana tiene la capacidad de florecer en ambientes de cooperación y paz, como demuestran sociedades modernas que prosperan sin recurrir al enfrentamiento. Además, vincular el progreso al dolor perpetúa una narrativa que normaliza la tragedia en lugar de buscar alternativas sostenibles. Es imperativo reconocer que el avance no debe ser una consecuencia de la adversidad, sino un objetivo alcanzable a través del esfuerzo conjunto, la empatía y una visión amable de futuro. La Pax Romana, por ejemplo, fue un período de paz relativa que facilitó la expansión del conocimiento y la infraestructura, promoviendo grandes avances en la ingeniería, el urbanismo y la jurisprudencia, así como el fortalecimiento de las rutas comerciales y el intercambio cultural que enriqueció a la sociedad. Y una nota final: los propios suizos recordaron que el origen del reloj de cuco está en la Selva Negra alemana y no en su país.

El Rincón de Pensar: cabecera, obra de la calígrafa Elena Chinarro Molina, vecina de Majadahonda, ilustradora del primer ejemplar de la Constitución colaborando con aquel genio que fue Luis Moreno

LAS ADIVINANZAS
Llevo mi casa al hombro,
camino sin una pata,
y voy marcando mi huella
como un hijito de plata
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Barbas de sangre,
garras atrás,
cara de cuerno,
¿quién la tendrá?
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Tiene lamparilla de luz verde
y cuando es de noche las enciende.
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19 DE NOVIEMBRE DE 1957. ALBERT CAMUS ACABA DE GANAR EL NOBEL y escribe a Louis Germain, su maestro de primaria: «He esperado a que se apagara un poco el ruido de todos estos días antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, sin sus enseñanzas, no hubiese sucedido nada de esto». Albert Camus fue una figura fascinante, no solo por su obra filosófica y literaria, sino también por aspectos curiosos de su vida y personalidad. Antes de ser escritor, Camus soñaba con ser futbolista. Jugó como portero en el equipo universitario Racing Universitaire d’Alger. Lo que poca gente sabe es que su elección de ser portero, era porque así gastaba menos botas. Sin embargo, tuvo que abandonar el deporte debido a una tuberculosis que contrajo en su juventud. Nació en Mondovi, Argelia (entonces colonia francesa), en una familia de clase trabajadora. Su padre murió en la Primera Guerra Mundial y fue criado por su madre, que era analfabeta y parcialmente sorda. Su manera de expresarse era sencilla, y según Camus, comunicaba más con sus gestos que con palabras. Aunque no compartía el mundo intelectual de su hijo, fue una influencia constante en su vida, encarnando una mezcla de afecto y distanciamiento.

El Rincón de Pensar: Simone Hié, Francine Faure y Camus. Abajo: «El Tercer hombre»

EN SUS MEMORIAS Y ENTREVISTAS, CAMUS HABLABA CON RESPETO Y AMOR DE SU MADRE, PERO TAMBIÉN CON UNA SENSACIÓN DE MELANCOLÍA, consciente de las limitaciones que su entorno humilde y sus circunstancias impusieron en su vida. Este vínculo y las raíces humildes de Camus influyeron profundamente en su sensibilidad hacia la justicia social y la empatía por los desfavorecidos. Fue amigo cercano de Jean-Paul Sartre, pero su relación terminó tras desacuerdos ideológicos, especialmente después de la publicación de «El hombre rebelde» (1951). Además de escritor, Camus era dramaturgo y director de teatro. Fundó varias compañías teatrales y dirigió obras como «Calígula» y «El malentendido«. Camus admiraba el cine como medio artístico. Escribió guiones y trabajó en la adaptación de «El extranjero» al cine. Camus admiraba a autores como Dostoievski, Kafka, Nietzsche y los filósofos griegos. Estas influencias son evidentes en su obra, especialmente en «La peste» y «El mito de Sísifo».

El Rincón de Pensar: Camus recibiendo el Nobel y Maria Casares

A LO LARGO DE SU EXISTENCIA, ALBERT CAMUS MANTUVO UNA VIDA AMOROSA COMPLEJA, marcada por su matrimonio y numerosas relaciones extramaritales. Se casó en dos ocasiones: primero con Simone Hié, un matrimonio breve y problemático debido a la adicción a la morfina de Simone, y luego con Francine Faure, con quien tuvo dos hijos, Catherine y Jean. Aunque Camus admiraba a Francine por su inteligencia y sensibilidad, su relación se deterioró con el tiempo debido a sus infidelidades y su incapacidad para mantener una relación monógama. Uno de los romances más conocidos de Camus fue con María Casares, una famosa actriz española exiliada en Francia. Su relación comenzó durante la Segunda Guerra Mundial y continuó de manera intermitente durante años, incluso mientras Camus estaba casado con Francine. Camus y Casares se comunicaban a través de cartas apasionadas que han sido publicadas y muestran la profundidad de su conexión emocional e intelectual. Esta «doble vida sentimental» no era un secreto en su círculo social, pero provocó tensiones personales y familiares. Camus justificaba en parte su comportamiento debido a su visión existencial del amor, donde las emociones humanas y las contradicciones personales eran inevitables. Le gustaba el pajareo.

Última fotografía de Albert Camus, junto a su amigo el editor Michel Gallimard, antes del accidente (1960). También viajaban Janine, mujer de Gallimard, y su hija Anne.

CAMUS FALLECIÓ EL 4 DE ENERO DE 1960, A LOS 46 AÑOS, EN UN ACCIDENTE DE COCHE QUE CONDUCÍA SU EDITOR Y AMIGO MICHEL GALLIMARD, quien murió poco después en el hospital a causa de las heridas sufridas en el accidente. Lo que hace la muerte de Camus particularmente simbólica es que en su bolsillo se encontró un billete de tren. Camus había considerado viajar en tren con su familia desde Provenza a París, pero en un último momento aceptó la invitación de Gallimard para hacer el viaje en coche. Este detalle ha llevado a muchos a reflexionar sobre el papel del azar, un tema central en su filosofía del «absurdo», donde la vida carece de un significado propio y está marcada por lo impredecible. Además, su muerte prematura ocurrió en la cúspide de su carrera, cuando Camus era una figura destacada en la literatura y la filosofía mundial, habiendo ganado el Premio Nobel de Literatura. Por si fuera poco, han surgido teorías sobre un posible atentado organizado por la KGB, debido a las posturas críticas de Camus hacia el totalitarismo soviético. La tragedia de su fallecimiento, junto con el simbolismo del azar, ha convertido su vida y obra en un legado aún más potente, evocando preguntas existenciales sobre el destino, la fragilidad de la vida y el absurdo que él exploró en textos como «El mito de Sísifo».

Sísifo de Tiziano (Museo del Prado): 1548-1549. Óleo sobre lienzo. Sala 027

¿SÍSIFO, QUIÉN ERA Y QUÉ LE OCURRIÓ?. Aprovechemos al cerrar esta edición para recordar algo más. El mito de Sísifo, según la mitología griega, relata la condena de un rey astuto que desafió a los dioses y fue castigado con una tarea eterna: empujar una roca enorme cuesta arriba por una colina. Cada vez que estaba a punto de alcanzar la cima, la roca rodaba hacia abajo, obligándolo a empezar de nuevo. Este castigo simboliza el esfuerzo inútil, la repetición sin progreso. El mito de Sísifo, según Albert Camus, no es solo una historia de castigo eterno, sino una afirmación de la capacidad humana para resistir, aceptar el absurdo de la vida -según Camus- y encontrar sentido en el esfuerzo mismo. Nos enseña que, a pesar de las adversidades, es posible encontrar ese sentido en el esfuerzo mismo y en la capacidad de seguir adelante, transformando incluso las circunstancias más absurdas en una afirmación de voluntad y decisión que encontramos en el «Si» de Rudyar Kipling: “Si llenas el implacable minuto con 60 segundos de esfuerzo digno, tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella, y, lo que es más, ¡serás un Hombre, hijo mío!”. Las respuestas a las adivinanzas: El Caracol. El Gallo. La luciérnaga.

 

 

 

 

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