Francisco Umbral murió hace 10 años, el 28 de agosto de 2007 y la España literaria recuerda con tristeza este décimo aniversario que se cumple este lunes sin el escritor afincado en Majadahonda. La periodista Loreto Sánchez Seoane ha rememorado en El Independiente como “hubo un momento en el que quiso salir de Madrid. Decidido alejarse e instalarse a unos 20 kilómetros. Fue David Gistau, ahora columnista en ABC, el que trató con Umbral cuando este ya había decidido que se quedaba en Majadahonda y de ahí no se movía«. En este décimo aniversario aflora lo más recóndito de su biografía: la muerte de su hijo, su matrimonio con la fotógrafa María España, hoy afincada en la ciudad, y su condición de hermano de sangre del también poeta Leopoldo de Luis, fruto de la relación extraconyugal entre sus padres. Su biógrafa, Anna María Caballé, lo descubrió: “Caballé, que escribió la biografía con un Umbral enfurecido, asegura que no fue fácil. “Al principio él estaba encantado con la idea. Me dijo que haríamos una gran presentación, que saldría todo muy bien. Pero cuando le escribí contándole que había descubierto que no había nacido en Madrid y que tenía cinco años más de lo que él decía, me contestó diciéndome que me llevaría a los tribunales. Se cerró en banda y me cerró su círculo”. A nivel político los comunistas valencianos han recordado este luctuoso aniversario, El Mundo y El Español han publicado emotivos relatos biográficos y la Biblioteca Umbral de Majadahonda ha hecho pública su memoria de actividades.


María España el día del entierro de Umbral

«Lo fue todo en el columnismo y el columnismo lo fue todo en él. Los que trabajaron con él aseguran que nunca falló a un pedido, que cuando no escribía para los periódicos lo hacía para completar sus libros y que sus días no ocurrían hasta que no los plasmaba en el papel”, señala Loreto Sánchez Seoane. “Lo traté en sus últimos años, cuando él estaba replegado. Lo visitaba en su casa y generamos una relación muy personal. Sentía que iba a ver a un familiar”, añade Gistau. “Hay que saber diferenciar entre el Umbral personaje, ese que creó. Gruñón, áspero. Y el de verdad. Sólo los que le conocieron pueden saber que era una persona tierna, como dice Manu Llorente”, indica. Francisco Umbral moriría en el Hospital Montepríncipe de Boadilla del Monte. “Fui a verle cuando supe que estaba ingresado. Cuando entré, le vi agarrado por unos enfermeros que le estaban obligando a andar. Pensé que él, el columnista fuerte, no habría querido que le viese en esa situación y me fui sin decirle nada. Murió al poco tiempo, fue la última vez que le vi”, recuerda Gistau.

«Su silueta adquirió forma durante la niñez, en un Valladolid de los años 40 donde Umbral, que aún no era Umbral sino Francisco Alejandro Pérez Martínez, vivía con su madre enferma. Fue hijo de una valiente. De esas que se echan el mundo a la espalda y tiran como mulas. Fruto de una relación extramatrimonial, vio a su padre en contadas ocasiones y sintió esa ausencia todavía siendo adulto. Pasó los primeros años de su vida en Valladolid y luego en León. Umbral comenzó a dar el do de pecho en El Norte de Castilla, apadrinado por Miguel Delibes. Después lo haría en Proa y en El diario de León como colaborador. Fue aquí donde el poeta José Hierro lo encontró y le ofreció ir a Madrid a dar una conferencia. Dicen que por aquella época sus horas de lectura se dividían en versos de la Generación del 27″.

Alejandro Urrutia (izq), padre de Umbral, con su hijo Leopoldo de Luis

“Cuando vino a Madrid supo que era el lugar donde quería estar. Y lo consiguió”, añade el periodista Manu Llorente. Se casó antes de trasladarse, con María España Suárez Garrido, con la que tuvo un hijo. Un niño que viviría tan solo seis años y cuya muerte por leucemia trastocaría al escritor llevándole a la más absoluta de las tristezas. “Estaba tan afectado… De ahí salió “Mortal y rosa”, lo escribió en el estado de gracia que te conceden los duelos”. Era ya su segunda ausencia. Una que le pesaba aún más que la anterior. En esa época vivía en la calle Juan Ramón Jiménez y pasaba largas tardes en el Café Gijón. “Se sentaba con los poetas, porque eso era él. Con los artistas”, asegura Llorente. A ese círculo entró gracias a José García Nieto y a Camilo José Cela, por el que logró publicar sus primeros libros. “Cuando veía un puesto de periódicos y revistas decía: aquí escribo hoy, aquí también. En está no, me voy a pasar para ver si quieren que escriba. Era un trabajador insaciable. Vivía para esto”, añade. Del supuesto padre de Umbral se encarga de hablar Jorge Urrutia, hijo del poeta Leopoldo de Luis:


Francisco Umbral y Leopoldo de Luis: hermanos

“El primer día que Umbral entró en el Café Gijón conoció a mi padre. Siempre me he imaginado ese encuentro. Mi padre era de esas personas amables que se ponen a hablar con los nuevos y supongo que en algún momento hablarían de la conexión de ambos con Valladolid. Imagino que mi padre le contaría que su familia había tenido una farmacia, le daría nombres y que, entonces, Umbral caería en la cuenta de que estaba hablando con su hermano y que este no tenía ni idea”, explica. “Mi abuelo no ocultó a su mujer que había tenido un hijo con su secretaria. Esa chica era la madre de Paco. Supongo que él tendría que tragarse las ganas de decir algo aquel día. Lo mantuvo siempre en secreto, hasta que se publicó esa biografía no autorizada”. Paco y Leopoldo fueron amigos durante años, de los sesenta hasta la muerte del segundo, en 2005. Umbral guardó el secreto con fuerza, pero en 2004 la investigadora Anna María Caballé desveló que Alejandro Urrutia podría ser el padre de ambos».

“Para mi padre fue un shock, era una persona muy sensible. Le dije que hablará con Umbral y me dijo que si Paco no había querido sacar el tema durante todos esos años, que quién era él para hacerlo ahora”, añade Jorge. El día del funeral de Leopoldo, Umbral apareció en el tanatorio y le pidió a Jorge que le dejará un rato a solas con él. “El tema aún no se había sacado y me quede en la puerta”, recuerda. “Siempre me he preguntado cómo no nos dimos cuenta. Tenía una actitud distinta con nosotros, nos cuidaba”, alega. Según la investigadora, el libro fue terrible para él. “Ponía en evidenciaba lo que había querido ocultar toda su vida. Él había creado un personaje a la altura de su literatura. Era un hombre atrapado en sus propias contradicciones”, añade. Umbral jamás dio validez a esta obra. Y le llegó a decir a Caballé que a ella “le gustaba el realismo como a Delibes“. El mismo que contestó a una de las cartas de la investigadora diciéndole que era un trabajo precioso, el que estaba realizando, pero que él ya no tenía edad para ayudarla. “Miguel sabía toda la historia y nunca dijo nada”, asegura Caballé. Leer más.

10 años sin Francisco Umbral (Comunistas valencianos): Francisco Umbral: «La noche que llegué al café Gijón»: “Heráclito es una hoguera blanca en el sol de Grecia. Quevedo es un retablo de iglesia barroca que de pronto mea por el pito de todos sus angelotes. Proust es una raqueta de tenis elegante que por las noches se metamorfosea en violín y canta. Juan Ramón es un árbol de acequia herido por el sol como por el rayo. Baudelaire es una vitrina enjoyada y polvorienta en el …interior oscuro de una casa fría y noble de París. Gómez de la Serna es un cacharro de verbena madrileña en el que se puede beber mistela y champán surrealista. Valle-Inclán es medio paseante que se ha dejado en casa el otro medio escribiendo prodigiosos versos en prosa. Larra es un maniquí de sastrería antigua que tiene puesto un chaleco de tisú de oro, chaleco que espera a que venga a recogerlo el señor Larra. Estaba claro que yo me perecía por los escritores oblicuos a la cultura y a la Historia, por los que le habían entrado transversalmente a la vida. El pensamiento frontal, racional, me parecía casi siempre demasiado rígido para adaptarse a la verdad cambiante de las cosas. Prefería a los escritores de pensamiento irónico, sesgado, porque tenía la sensación de que éstos sabían sorprender mejor las verdades escapadizas del mundo y del hombre, repentinamente. O a los de pensamiento lírico, que también acertaban por elevación, mirando el mundo como lo ven los chopos. Un chopo ve más mundo que un tintero aplastado y triste de biblioteca de erudito.”

La Biblioteca Francisco Umbral recibe más de 160.000 personas al año y presta más de 90.000 libros (nota de prensa): «Según la memoria anual de 2016, el año pasado 167.848 personas acudieron a la Biblioteca Francisco Umbral de Majadahonda y casi 10.000 fueron prestatarios en la misma.“Los datos dejan claro que esta instalación es una referencia para los vecinos y que las actividades que en ella se realizan captan el interés de los lectores”, ha dicho el alcalde, Narciso de Foxá. El total de fondos retirados por los usuarios fue de 96.555 libros, de los que casi la mitad han sido libros dirigidos a los más pequeños, para lo que se han llevado a cabo 19 actividades de narración de cuentos. Además, la Biblioteca ha organizado 24 exposiciones y 20 presentaciones de libros y encuentros con autores dirigidos al público adulto. También su web ha presentado buenos resultados con 23.397 visitas y desde la dirección se ha dado un paso importante en las redes sociales con el objetivos de mantener comunicación directa con los usuarios y difundir noticias, eventos y actividades».

El Español (Jesús Nieto Jurado): “Proclamaba con voz campanuda y satisfacción que jamás había «dado una noticia». Francisco Pérez Martínez, Paco Umbral, renovó todo un género del Periodismo a partir de su forma de entender la columna como género total; de hacer de la crónica de sociedad el testimonio de un tiempo y de un país. Un 28 de agosto de hace diez años, doce horas antes de que dejara de latir también el corazón del futbolista Antonio Puerta, sesenta años después de que Islero le atravesara el muslo derecho a Manolete en Linares, fallecía el escritor en la clínica Montepríncipe de Madrid. España Suárez Garrido, su viuda, atiende al teléfono analógico, acude a los saraos de la Fundación Francisco Umbral, mantiene la correspondencia y recoge el periódico al que por tradición sigue suscrita ‘la dacha’ de Majadahonda. Anda preocupada por el mantenimiento de la famosa piscina, donde suele bañarse «un par de veces al verano», y tiene un pequeño huerto de tomates que «tienen sabor a tomate». A ese paraíso interior y doméstico dedicaría Umbral su obra póstuma, memorial e íntima: «Carta a mi mujer». Recuerda el mismo Eduardo Martínez Rico haber escuchado a Mariano Rajoy, en la misma capilla ardiente, catalogar de «artículos gloriosos», en suspensivo, a toda la obra en prensa de Francisco Umbral. El propio Umbral sostenía, en serio y en ‘boutade’, que Rajoy era un «invento» suyo».

El Mundo (Angel Vivas). «Este lunes se cumple una década del fallecimiento del Premio Cervantes, un aniversario que evoca aquellos años en los que el autor desembarcó en Madrid. Ya traía un currículum de firmas en El Norte de Castilla y locuciones en la radio en León. La voz grave de Umbral era perfecta para el medio. «Hemos tratado de encontrar grabaciones de entonces con la voz de Paco, pero no han aparecido; lo que hubiera sido tener grabaciones de aquellos años…», sueña María España, con la que hablamos en La Dacha de Majadahonda para evocar los primeros años madrileños de Umbral. Venir a Madrid se daba por sentado, recuerda su viuda, y la pareja, que se había casado poco antes, en el 59, formalizando una relación que se remontaba a los paseos provinciales de la adolescencia, no tuvo dudas. Fueron años de sueños y entusiasmo, de tocar en muchas puertas (casi todas se abrieron), de velar armas, de algunas dificultades, claro; de vivir en pensiones y visitar redacciones. Juan Luis Galiardo recordaba a un Umbral «elegante, apuesto, un competidor peligroso, porque hablaba mejor que nosotros y era más seductor». Seducciones aparte, Umbral pensó -esto lo recuerda ahora María España– que era importante hacerse una imagen, llamar la atención de algún modo, hacerse notar (él mismo ponía el ejemplo del Azorín joven con su paraguas rojo); de ahí el foulard que era entonces su punto de distinción. Cela le ayudaría para publicar en la primeriza Alfaguara, fundada por el futuro Nobel. «Cela era muy duro y no admitía a cualquiera en su entorno», recuerda María España. «Quiso que entrara en la Academia, lo que no consiguió, porque Cela tenía también muchos enemigos; pero seguro que ayudó para que consiguiera el Príncipe de Asturias y posiblemente también el Cervantes, pero Cela no decía nunca estas cosas que hacía por la gente».

«La frustrada edición de un volumen de cuentos que iban a haber sacado Francisco García Pavón e Ignacio Aldecoa en una colección de la flamante Taurus, le costó lágrimas. Aunque no llorara con facilidad, como recuerda María España, que sostiene que pagarse la edición no entraba en la idea que él tenía de ser escritor. Aquellas frustraciones empezaban a quedar atrás, como empezaban a quedar atrás las estrecheces, que España no recuerda tan estrechas. En el libro de conversaciones con Eduardo Martínez Rico, verdadera biografía dialogada, Umbral, que siempre literaturizaba las cosas, dice que las pasó «muy putas, muy putas» y no niega que llegara a pasar hambre. Su viuda cree que no fue para tanto: «ahora parece que hay que comer muy bien y mucho, entonces no éramos tan exigentes; además de que no es lo mismo comer en una casa que en una pensión».

«Yo estuve primero en pensiones de la calle de la Madera, estrechas y torcidas, todas de olor a cocina y al paso fugaz de los viajantes de comercio, y luego en pensiones burguesas de la calle de Ayala… Yo estuve también en las pensiones estudiantiles de Argüelles… y en pensiones familiares de Sáinz de Baranda… Por las mañanas salía con mis cartas de recomendación, con mi cartera, con mis cuatro cosas, a visitar oficinas, redacciones, sitios donde me pudieran dar trabajo» (La noche que llegué al Café Gijón). La seguridad en sí mismo nunca debió de abandonarle por encima de eventuales rechazos. Alguno de aquellos reportajes, como el que hizo sobre los trabajos y los días del padre Llanos en su barrio de chabolas, no sólo tuvo éxito sino que, recuerda María España, le granjeó la amistad del cura, con el que formó un triángulo amistoso completado por Carmen Díez de Rivera. Siempre se rodeó se esa gente especial por un motivo u otro: Llanos, Díez de Rivera, Ramoncín, Pitita… las famosas negritas del Umbral consagrado tras la forja en el Madrid de los primeros sesenta».

Majadahonda Magazin