LIDIA GARCIA. «En la piscina con Megan Montaner: Le damos la bienvenida al verano citándonos con Megan Montaner en una piscina. Abandonada, pero algo es algo». El periodista Alejandro Avilleira confunde la ubicación del club deportivo de Boadilla situándolo en Majadahonda porque se accede a él desde esta ciudad por la carretera que une ambas localidades, pero da igual porque su entrevista es muy interesante y divertida, al tiempo que las fotos de Omar Ayyashi son espectaculares: «Ya decía yo que me sonaba tu cara”, dice Megan Montaner (Huesca, 1987) cuando me siento frente a ella, en el alféizar de un gran ventanal por el que entra algo de sol, no mucho, a una de las salas del Club Montepríncipe de Majadahonda (Madrid). La están peinando y, después de recibirla unos minutos antes en la entrada del club con un “encantado Megan, soy Álex”, me atrevo a decirle que ya nos conocemos, que hace cuatro años ya la entrevisté para Esquire. Megan está ahora de actualidad gracias a la serie «La caza. Monteperdido» (La1), que acaba de finalizar su emisión. Le comento los estupendos datos de audiencia de los primeros capítulos. “¡Menos el de ayer!”, se apena. “Bajó porque en Cataluña se emitió una hora más tarde. Antes había un debate electoral”.
Para los no instruidos, en «La caza. Monteperdido«, Megan Montaner hace el papel de la agente de la UCO Sara Campos, quien se desplaza al pueblo de Monteperdido, en el Pirineo oscense, para investigar la desaparición de dos niñas de 11 años, una de las cuales ha aparecido viva cinco años después. Un thriller muy interesante y bien construido a partir de Monteperdido, el bestseller de Agustín Martínez: “No había leído el libro, pero lo hice cuando me llegó el proyecto y me encantó. El personaje era muy diferente a lo que había hecho hasta entonces, por mucho que fuera otro personaje dramático”.
«Nuestro estilista le enseña la ropa que hemos traído. Le gusta casi todo, lo cual facilita mucho las cosas, para qué engañarnos. Solo dice que no a algo muy, muy atrevido, pero nada grave. Está estupenda y tiene un físico maravilloso, así que todo le encaja como un guante. “Madre mía…”, exclamo cuando la veo salir de la sala donde se está cambiando (aviso a mis amigos –y a mi mujer, por si acaso–: no, yo nunca estoy con ellas cuando se cambian de ropa). Aparece tan espectacular que es una expresión que me sale casi automática, como si tratara de aplastar uno de esos muelles gigantes cuya fuerza expansiva es imposible contener. “Muchas gracias, qué majo”, me dice. “El mérito es todo tuyo”, respondo, no sé muy bien por qué. Megan y todo el equipo deben pasear unos cien metros por el complejo del club hasta la piscina abandonada donde hacemos las fotos. Dos chicos que juegan al tenis no pueden evitar mirar de reojo cada vez que pasamos frente a ellos. Se nota que quieren mirar más». Lea el reportaje completo.