José Luis Monaj entre su esposa Nati Cañada y la baronesa Carmen Thyssen-Bornemisza (2019)

JULIA SAEZ-ANGULO. El dibujante José Luis Monaj (Zaragoza, 1938- Madrid, 2022), esposo de la pintora Nati Cañada, ambos miembros del Grupo pro Arte y Cultura de El Plantío (GpAyC), ha fallecido en Majadahonda (Madrid) este miércoles 20 de julio (2022). Residentes en Pozuelo de Alarcón, era frecuente verles siempre juntos en todos los actos organizador por el Grupo y sus dibujos taurinos se vendieron bien cuando expuso en el Liceo Molière de Bélgica. José Luis Monaj era doctor en Lingüística y persona inteligente, cordial, de trato agradable, muy querido por todos los miembros del GpAyC. Fue secretario del Ayuntamiento de Pozuelo de Alarcón. Ya jubilado. últimamente se ayudaba de bastón y padecía parkinson. Fue velado en el tanatorio Memora de Majadahonda de la calle Barbero de Sevilla, y el funeral y entierro se produjo este jueves 21 en Oliete (Teruel). Descanse en paz.


Julia Sáez-Angulo

José Luis Monaj era un hombre discreto y caballeroso que dibujaba muy bien con un lenguaje singular y con una dicción propia en el trazo. En principio lo suyo no eran las Bellas Artes, si bien había pintado y dibujado desde siempre, como muestra con orgullo su autorretrato de 1956. Estudió Derecho y su vida profesional transcurrió como secretario de Ayuntamiento, largamente en Pozuelo (Madrid), un municipio, junto con el de Calvià (Mallorca) con más presupuesto de España. Conocía muy bien la Historia del Arte, no en balde sabía dar la replica teórica a su esposa, la pintora y retratista Nati Cañada, a la que hizo su primer regalo como novia de un fuste de columna estofada, hoy pedestal de una de las esculturas que colecciona. A este regalo siguieron otros, adquiridos en anticuarios. Al dibujante y a su esposa les gustaba coleccionar arte del pasado, como cuna y fuente de inspiración del arte de siempre.             Hace muchos años faltó de su casa una tabla gótica durante las vacaciones de verano. La policía, que no es tonta, la encontró al cabo de 14 años, cuando el dueño ya se había resignado a perderla. Hoy la casa nunca está sola y cuenta con buenos medios de seguridad y vigilancia.

COLECCIONISTA DEL BARROCO. Monaj era un hombre que sabía inventariar, conservar y estudiar la gran colección de arte hispanoamericano, especializada en arte sacro culto y popular, que guarda en su casa. Nati Cañada adquiría y restauraba las piezas y él proseguía el proceso de fotografía, clasificación y estudio. Más de 500 piezas de Cristo, Cruces, Vírgenes, Nacimientos y Santos con todo el candor hispano del otro lado del océano. “Agrupamos las esculturas por figuras como son los San Antonio, San Francisco, San Sebastián, Niños Jesús, Crucificados, Vírgenes de Bahía (Brasil), Nacimientos, Cruces de forja… Monaj reconocía que estudiaba y aprendía a medida que se coleccionaba. “Es como una caza en que la pieza permanece siempre contigo”, concluía. El Barroco del XVI y XVII domina en las fichas técnicas de estas figuras, algunas con preciosas pátinas doradas de origen y bien restauradas en la sociedad Monaj/Cañada y el Museo de América conocen esta colección.

«LEER ES UN PLACER. POR UNA ESCRITURA AL SERVICIO DE LA LECTURA». Pero José Luis Monaj no se quedaba solo en el arte. Le interesaba enormemente la lingüística y escribió una tesis doctoral titulada «Leer es un placer. Por una escritura al servicio de la lectura». Le preocupaba el futuro del libro ante los medios digitales de la imagen. Hablar con él de este tema era apasionante. Le inquietaba el mundo de la lectura, la capacidad comprensiva, la disminución de lectores… Texto, discurso y comunicación del significante son aspectos de esta tesis, que bien merece hacerse libro. Monaj confesaba que había tenido que represar sus deseos de expresión plástica durante el tiempo de su trabajo funcionarial, pero una vez jubilado había vuelto con empeño al dibujo, “aunque nunca he dejado de hacer caricaturas”, decía.

DEFENSOR DE LA LECTURA «EN TIEMPOS DE ANALFABETISMO VIRTUAL». “Distingue Roland Barthes entre los libros que enseñan, entretienen, reafirman nuestras convicciones, labran por campos conocidos y próximos y aquellos otros que despiertan, interrogan, inquietan, estimulan al pensamiento ocioso, desvelan nuevas sendas: son como proas de acero que rompen el hielo inerte de lo dado, a la vez que presagian el rumbo venidero. Cada generación tiene un limitado número de este segundo grupo; las hubo afortunadas que tuvieron muchos; las más anduvieron escasas; algunas carecieron de ellos. ¿Y nuestro tiempo?”, se preguntaba Monaj en el prólogo de la tesis. “Desde mediados del siglo XX, las restricciones a la lectura se han venido superando y la práctica totalidad de la población de nuestro ámbito cultural está alfabetizada. Pero nuevas técnicas han incidido desfavorablemente en esta práctica cultural”, recordaba Monaj.

«EL LIBRO NECESITA ADAPTARSE». Y continuaba: “Nos referimos a la TV, que ha conseguido en poco tiempo alejar de la lectura a buena parte de la población. De hecho, la capacidad lectora ha disminuido y el número de analfabetos virtuales va en incesante aumento: son personas que saben leer y no leen y si leen entienden con dificultad. Los tiempos no son fáciles para la cultura del libro, en el sentido tradicional de preponderancia para la adquisición de conocimientos y como entretenimiento que tendrá que adaptarse y buscar su puesto. De no ser así, irá perdiendo la escasa influencia que le queda, incluso con peligro para su subsistencia como vehículo cultural”, concluía el autor. Y añadía: “Ante este panorama, pretendo, quizás con exceso de osadía, ofrecer instrumentos de actuación” y así lo hacía en su tesis doctoral, que lleva un espléndido Apéndice sobre la puntuación, algo clave para la escritura y la lectura, con la “Ortografía de la Lengua española 1.999”, revisada por las otras Academias de la Lengua Española.

Majadahonda Magazin