Gordillo (izq) y Guillermo «el negro» (der)

MANU RAMOS. El periodista Francisco Correal ha escrito la necrológica de «Guillermo el Negro», chófer del futbolista Rafael Gordillo, y su recuerdo enlaza con la ciudad de Majadahonda, donde llegó a vivir: «Un buscavidas. Guillermo de la Rosa Osuna había sido escayolista, soldador, fresador, yesero, sillero en la Campana. Su último trabajo fue vendedor de baratijas en «El Jueves», cerca de la plaza de Montesión, frente al Vizcaíno. En invierno, siempre lucía un gorro que le había traído su amigo Rafael Gordillo de un partido que había jugado en Rusia. Sería después de la famosa encerrona de Tiflis de marzo de 1978, porque entonces ese gorro debería estar en el Museo de Artes y Costumbres Populares. Gordillo me lo dijo con la voz entrecortada. «Guillermo ha sido siempre mi mejor amigo». El colega que nunca le falló. Una página de la intrahistoria de Gordillo se va con la muerte de Guillermo el Negro, como le decían desde muy joven; un vecino le puso Legrá por su afición al boxeo. Fue en un autocar a Madrid con los Morancos y los Cantores de Hispalis para ver el debut de Gordillo con el Madrid en 1985. Y del Bernabéu, todos a la casa del Gordo en Majadahonda, pared con pared con la de Francisco Umbral. Mientras preparaba la biografía de Gordillo, leí «Mortal y Rosa», la conmovedora introspección de Umbral. El recuerdo de «Guillermo el Negro» va paralelo a ese libro, a la foto de Atín Aya de la portada, a las gestiones de Gregorio Conejo para convencer a Gordillo y una cita de «Diario de un cura rural» de Bernanos con la que yo quería reivindicar el fútbol de barrio, el del Hispania y los superhéroes de la canción de Kiko Veneno, frente a la fiebre inminente de los galácticos: «… antes de que los ángeles pecaran», rememora el artículo.


Gordillo estuvo en Betis y Real Madrid y vivió en Majadahonda

«Mucho antes de que Gordillo disputara 75 partidos con España, Guillermo y él jugaron juntos en el Hispania, un equipo del Polígono. El Negro era el delantero centro y Gordillo empezó de portero. Su amigo marcaba muchos goles y se adelantó a Hugo Sánchez en celebrarlos con una vuelta de campana. Se conocieron en la Torreta del Polígono, donde iban a jugar a las cartas. Guillermo le enseñó algunos trucos. Decía del Canijo, sobrenombre de Gordillo, que era «muy golfo, pero un golfo bueno», en la línea de los de «Los 400 golpes» de Truffaut o «Ladrón de bicicletas» de Vittorio de Sica. La Sevilla de los sesenta era neorrealismo puro. Guillermo es fundamental en el devenir de Gordillo», escribe el articulista.

«Fue el primero que le habló de aquella chica de pantalones vaqueros y una pierna enyesada. Isabel, la internacional consorte, que hizo a Gordillo padre de sus cuatro hijos y cuñado de «Kempes», alias del hermano de Isabel. Para rizar el rizo, en el Hispania jugaba un tal Agustín al que llamaban «Keegan«. Gordillo no fue al Mundial de Argentina, pero su cuñado sí. Figuradamente, claro. Kempes y Keegan en el barrio, la tregua de las Malvinas», añade.Y concluye: «Además de todo eso, «Guillermo el Negro» fue guardaespaldas de Gordillo y su chófer particular. Quien le enseñó a montar en bicicleta. La dos ruedas con la que hasta hace bien poco recorría la Alameda de Hércules llevando las cosas que vendería en el Jueves. Su familia venía de Carmona y además de las gemelas tiene un Guillermo al que le enseñó a valerse por sí mismo. La Norte está sin Sur en la ausencia de su voz y su afabilidad. Querido por todos». Lea el obituario completo.

 

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