Majadahonda: Histórica casa majariega en la Gran Vía destinada a la piqueta inmobiliaria si nadie la protege (Septiembre, 2021)

FELIX G. PEDROCHE. Como paseante habitual de la urbe de Majadahonda, tanto por sus calles del casco urbano como por las adyacentes a sus atractivas urbanizaciones (con piscina of course), tengo ocasión de apreciar esas apabullantes diferencias existentes en lo concerniente a calidad edificatoria de los edificios más recientes, con fachada ventilada, orientación inteligente en lo referente a la eficiencia energética y placas solares en sus tejados. Frente a ellos, esos guetos urbanos ubicados por el centro de la Villa que dan testimonio de esa construcción decadente propia de la época de postguerra, también denominadas «casas de regiones«, cuya deficiente calidad edificatoria da una muestra del ínfimo nivel adquisitivo de los primeros pobladores de esta majada cañaveral de pastores que deambulaban por la infértil campiña majariega, sobreviviendo del pastoreo y la venta del detritus producido por su rebaño. Paseando por ese casco urbano, de repente me encuentro una casita gallinero de una sola planta, con su parra delante, cuya cerca de alambre permite entrever una convivencia común entre sus vetustos residentes y su cohorte de gallinas, que entran y salen del habitáculo picotendo y defecando everywhere. Alguna que otra de estas «jaulas humanas» se encuentran situadas en algunas de las principales encrucijadas urbanas, persistiendo como en tono desafiante frente a la habitual especulación urbana a que se ha sometido cualquier solar céntrico en base al precio sideral que ha venido alcanzando el metro edificable de esta noble villa venida a más.


Félix G. Pedroche

No es de extrañar las enormes fortunas que han venido amasando de los años 1970 para acá esos «apellidos ilustres» (que no procede citar), de los primeros pastores pobladores de este terruño majariego y que de la noche a la mañana se encontraron que sus enormes posesiones de suelo rústico infértil y pedregoso, carente de valor alguno por lo tanto, procedente de áreas de campo libre que no valían n.p.t.p.c y que, de sopetón, era recalificado por el Consistorio. ¡Oh albrícias! De repente observas a esos humildes usuarios de la albarca y el zurrón, hartos de chapotear por el barro de las cañadas de pastoreo ovino y caprino, protegiéndose del abrasador astro bajo su boina, que ahora ungidos por su divinidad (el Ayuntamiento), se apresuraron a la compra del «maletín de ejecutivo«, como su otrora utensilio para trasladar su amasijo de fajos de billetes, desde el despacho del promotor o constructor de turno a la sucursal bancaria apresuradamente aperturada en el céntrico barrizal de la Gran Vía de las cabras. Próximo capítulo: «Paseo por la Milla de Oro del Monte del Pilar».


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Majadahonda Magazin