FERNANDO ALMENA. Nuestra Feria del Libro terminó este domingo 6 de octubre (2024) y en las casetas me dijeron que les ha ido bien, motivo suficiente para impulsarla en años venideros. Como remate o prolegómeno de las fiestas locales es una fecha idónea por climatología, además de que nos permita retornar al veterano anuncio de Feria y Fiestas de Majadahonda, o a la inversa, solo que con el avance cultural de transmutar de ganado a libro, ganado a la postre para quienes lo adquieren. Las ferias del libro son un escaparate de la vanidad para los escritores y un negocio para algunas editoriales y librerías. Es bastante frecuente en las ciudades en que se celebran, en nuestro caso Majadahonda, el ninguneo a los escritores residentes, salvo por desinformación, con novedades o sin ellas, que tanto montan, sin restarle importancia a las primeras, aunque a sabiendas de que lo habitual es que las editoriales y sus comerciales se vuelquen en las novedades anuales en detrimento de libros magníficos de reciente o no publicación, con lo que condenan a la marginación a obras que no merecen ese vejatorio trato. Y el extremo del rostro granítico es cuando los libros que destacan las editoriales son de autoedición, fenómeno imperante desde que se acabó con la linotipia en pro de la informática, sin mayores méritos para los autores, salvo excepciones, que tengan dinero o unos ahorrillos para comprar su entrada, manque sea de gallinero, en el Parnaso, monte en que moraban las Musas, y con auspicio de la desinteresada promoción del editor por medio de una presentación del libro y venta de casi los doscientos ejemplares de tirada a los amigos y familiares del autor, incitados por su previsible dedicatoria y firma, con cuya emoción puede alcanzar el clímax, con eyección de tinta. Si por suerte se terminan, pues a presionar el botoncito y por otros doscientos.
EN MI CASO, LO DE LAS FERIAS LO TENGO SUPERADO Y NADA ME PREOCUPA. A la de Las Rozas sí acudí en alguna ocasión, entre otras, y a la de Madrid muchas veces, incluso en la misma añada ferial. Este año he tenido la reciente novedad de un libro teatral, “Clemencia”, pero no se vende, a modo de edición no venal, se regala, porque es una edición del Archivo-Museo San Juan de Dios granadino, patrocinada por el Colegio Oficial de Enfermería de Granada, para distribuirlo a todos los colegios oficiales de enfermería de España, congresos, entidades, reuniones o encuentros anuales de los presidentes de los colegios oficiales andaluces en sus capitales de provincia, el último en Almería, con el fin de que se conozca la egregia figura de san Juan de Dios, su patrón, creador y renovador de la enfermería hace cinco siglos, demasiado ignorado –¡cómo se van a molestar las facultades universitarias del gremio en referenciarlo–, cuyos principios siguen vigentes hoy en el mundo hospitalario, luego nada para mí estoy reclamando por esta feria. Personalmente, solo aspiro a que nuestro ajuntamiento tenga un registro o censo serio de todos los escritores de cierto nivel –la autoedición, para mí, muy debatible, ya quedó dicho–, que residen en nuestra ciudad.
LAS PRÓXIMAS FERIAS DEL LIBRO EN QUE PARTICIPEN LIBRERÍAS Y EDITORIALES LOCALES, con independencia de su oferta general de títulos, deberían ser las que eligieran qué ofrecer en sus casetas, tras consultas a los autores censados sobre los libros que les recomendarían de los suyos publicados y catalogados en ese momento, para los que tendrían preferencia o exclusividad de venta. Por su parte, el ayuntamiento debería colaborar con una generosa dotación para que las editoras majariegas y librerías locales o foráneas puedan realizar un descuento extra, considerablemente superior al habitual, en compra de libros de esos escritores locales registrados, haciéndose cargo del incremento, fácil de controlar. Me quedé gratamente sorprendido en una feria del libro de una ciudad cordobesa, mucho más pequeña y con menores recursos municipales que Majadahonda, en la que el ayuntamiento se hacía cargo del 50 % del precio de cada libro que se adquiría. Sin ser un descuento general, sino restringido, aquí lo tiene más fácil, quizá bastara con eliminar alguno de los asesores y consejeros y buscar su suplencia por funcionarios expertos en las diversas materias, que dada su abundancia hay donde elegir, incluso obviando a los colocados sin otro merecimiento que la afiliación política. Y si domina el miedo diarreico pepero, pues con cargo de esta minucia a los impuestos que todos pagamos, como contrapartida a algunas de las paparruchas en que lo derrocha.
Saludos desde el Parnaso
Mi gratitud por el saludo, irónico o sentido, que acredita la correspondencia con el mío.
Mi única pretensión es mi apoyo a las cada vez más escasas editoriales tradicionales, que no cobran al escritor, y sí apoyan al que empieza, quien a menudo ha de enviar su manuscrito a varias, ya que no todas coinciden en criterios o en temáticas en su selección. Muchos de los libros autoeditados tienen calidad o contenidos de investigación suficientes como para que les sean editados sin este sistema. Incluirlos en un sello editorial de autoedición a menudo significa que solo tendrán como difusión la que haga el propio autor. Con los sistemas actuales de impresión, preferible sería que él mismo encargara a una imprenta el número de ejemplares que crea conveniente y los distribuya como no venales, ahorrará dinero y ganará en difusión, y si quiere, que se invente una colección. Conozco varios casos de escritores de nivel, pero con temáticas restringidas, que lo han hecho.