VICENTE ARAGUAS. (17 de enero de 2025). Flores en la Galería. En San Isidro, la “Vieja Galería” tiene o tenía entrada también por San Joaquín, vuelvo (uno siempre vuelve a lo viejos afectos, sobre todo cuando las circunstancias le piden hacer de tripas corazón) a “Flores & Plantas Acebal”. No, ya no están Elvira ni Pilar, con quienes tanto quise, –siempre Miguel Hernández–, que ahora esta tienda de maravillas la regula una dama peruana que se llama Jara. Atentísima, como solo sabe y puede serlo quien ama las plantas de tal manera, Jara me atiende con cariño sabio. Y yo la escucho, fascinado, cuando me explica cuánta agua necesita el tronco del Brasil que acabo de comprarle. Y recojo, feliz, la rosa que me regala, –yo nada había pedido–, para corresponder al esqueje de papiro que le había llevado días atrás. Quiero decir que Jara practica el don de la gentileza. Cosa estupenda en un país donde “manca fineza” [falta finura], –lo dijo Giulio Andreotti al ser insistido para que definiese nuestro corral político–, Sigue faltando, desde luego, lo que es otro cantar, por lo que resulta glorioso que haya quien venga a sembrar flores, a esparcirlas, también a venderlas, que ya lo dijera la Celestina: “Vivo de mi oficio, como cada cual oficia del suyo”.
AHORA BIEN, EN CONTRASTE CON EL DE LA VIEJA ALCAHUETA, QUÉ LIMPIEZA LA DEL MESTER DE JARA. En pleno corazón de Majadahonda, enfrente de la Galería Sanabria, que tampoco es lo que fuera, llenando de flores no solo su lugar sino también el umbral de la “Vieja Galería”, prácticamente inutilizada ya. Y qué de vida tenía cuando llegué a la Majada, muriendo la década de los setenta: bodega, charcutería, panadería, frutería y por ahí seguido. Luego, cuando empezaban ya los tiempos nuevos, recuerdo también un video-club, algo que hoy es tan “vintage” como el Curro que se había ido al Caribe, o aquel engendro con patas llamado “Naranjito”, o el famoso “Okay, McKay”, –me parece que de Leticia Sabater–, que por ahí anda todavía. Pero del segundo tiempo de la “Vieja Galería”, recuerdo con nitidez la librería de viejo de las “Pilares”. Que le daba al tinglado un aire parisino, como de “buquinistas” del Seba, por más que –lejano, qué lejos, el Guadarrama– por allí no pasase más río que el San Isidro, luego de confluir, naturalmente, con la horizontalidad fluvial del Santa María de la Cabeza.
RECUERDO CUANDO LAS “PILARES”, –LUEGO SE IRÍAN A REAL BAJA, DONDE HOY SE HALLA UN CAFÉ DOMINICANO–, CHOCARON CONTRA ALGUNA ORDENANZA MUNICIPAL QUE QUERÍA ACOTARLAS. Y van ellas y se atrincheran en un coche tan viejo como un libro o un vino viejos (los mejores, naturalmente). Y le dieron publicidad a una galería que, como un barco abandonado, comenzaba ya el proceso del autoexilio (el peor de todos). Y la “Vieja Galería”, esperando yo no sé qué cosa, hosca y fosca, aparece iluminada ahora de la mano laboriosa y artística de Jara. Una dama peruana, como escapada de un valsecito de Chabuca Granda, que quiere alegrarnos la vida y el barrio, todo lo mismo para quienes amamos ambos, con sus flores y plantas que desbordan el negocio y que conserva el nombre de sus antiguos propietarios. Donde florecen las plantas y las flores, aromatizan una calle concurrida por la que, subiéndola y bajándola, he visto y escuchado pasar los últimos cuarenta y seis años de mí ya no corta vida. Y si bien echo de menos a muchos que en ella han venido acompañándome, quiero saludar con calor la presencia de Jara, a quien le envío aquella proclama de Pablo Neruda: “Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera”. Algo así. Creo.
Flowers are flowers
La Galería Sanabria fue condenada a ir muriendo por el Supercor de Reyes Católicos, el Ahorramás que está casi enfrente y el Labrandero de la Avenida de España que ya se fue. No sé cómo resiste, pero resiste. Fui cliente y también de Flores Acebal hasta que abrieron la de Gran Vía. Y también fui cliente de una relojería -joyería que murió con su dueño y de otra pequeña joyería que había al lado en San Joaquín.
Cómo han marcado el paso del tiempo estos comercios, testigos de nuestro propio envejecer, de tantas desapariciones y otras pérdidas que ya son parte del recuerdo.
Veo que quizá compartimos barrio, Vicente Araguas. Barrio y nostalgias. Pero estamos vivos!!!
Y qué bien lo has dicho, Teresa. Sigamos vivos, pues, disfrutando lo que era pueblo y ahora es barrio. Y en él cosas tan maravillosas como esta floristería, que sigue en buenas manos.
Conozco a Jara desde hace años, los centros florales que prepara son únicos. Su amor por las plantas y las flores, su amabilidad. Hagamos que siga alegrando este rincón de la «Vieja Galería.
¡MUCHA SUERTE JARA Y TODO NUESTRO CARIÑO!
Y Viva Jara, sí. Gracias por esta aportación.
Señora Jara, encantadora , intentando siempre complacerte, regalándote buenos consejos, una flor, y una gran sonrisa. Merci madame!