
La herida nunca se cerró del todo. Sin embargo, el tiempo, que es más sabio que los hombres, ha sabido esperar su momento para reunirlos. Aquí, en un rincón tranquilo del Más Allá, frente a una vieja mesa de madera y bajo una luz que no juzga, los dos escritores se encuentran, ya sin rencores, para hablar por fin de lo que los unió y de lo que los separó.
MIGUEL SANCHIZ. (16 de mayo de 2025). Atlas de la Geografía humana. Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa: un Encuentro muy reciente: Fueron dos gigantes literarios cuya amistad deslumbró al mundo de las letras tanto como su ruptura estremeció a sus lectores. En los años dorados del llamado «Boom» latinoamericano, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa compartieron cartas, risas, debates, ciudades, libros e incluso padrinazgos. Gabo escribió a Mario por primera vez en 1966 y un año después se estrechaban la mano por primera vez en Caracas. La complicidad fue inmediata. Durante casi una década caminaron juntos como faros de una nueva narrativa latinoamericana, elogiándose sin reservas, discutiendo como hermanos, y compartiendo sueños que querían ser novelas. Pero en ese mundo en ebullición, la política, los afectos y el orgullo terminaron por separar lo que parecía indivisible. Un puñetazo inesperado selló un silencio de décadas. La herida nunca se cerró del todo. Sin embargo, el tiempo, que es más sabio que los hombres, ha sabido esperar su momento para reunirlos. Aquí, en un rincón tranquilo del Más Allá, frente a una vieja mesa de madera y bajo una luz que no juzga, los dos escritores se encuentran, ya sin rencores, para hablar por fin de lo que los unió y de lo que los separó.
EL ENCUENTRO. GARCÍA MÁRQUEZ (sonríe con picardía): Mario, cuánto has envejecido… y, sin embargo, sigues llevando la camisa planchada como si fueras a un coloquio de Oxford.
VARGAS LLOSA: Y tú, Gabo, sigues pareciendo un personaje de tus propias novelas. ¿No te cansas de andar con ese aire de sabio caribeño que todo lo sabe y nada lo dice?
GARCÍA MÁRQUEZ (riéndose). Es que decirlo todo mata la magia, Mario. A ti te gusta que las cosas sean claras como un tratado. Yo prefiero las brumas del mito.
VARGAS LLOSA: Claro, ahí nos diferenciamos desde siempre. Tú hacías del caos una sinfonía. Yo quería entender el caos, desmenuzarlo. Pero reconozco que tu «Cien años de soledad» me dejó sin palabras. Aún me acuerdo cuando te escribí ese ensayo. «El Amadís en América». Estaba embobado.
GARCÍA MÁRQUEZ: Y yo con «La casa verde». ¡Qué novela tan brava! Cuando la leí sentí que había que escribir con más coraje, con más riesgo. Fue ahí donde supe que el Boom no era solo ruido: éramos de verdad.

Durante casi una década caminaron juntos como faros de una nueva narrativa latinoamericana, elogiándose sin reservas, discutiendo como hermanos, y compartiendo sueños que querían ser novelas
VARGAS LLOSA: Lo fuimos. Barcelona, París, México… todo parecía posible. Hasta esa novela a cuatro manos que nunca escribimos.
GARCÍA MÁRQUEZ: ¡Ah, la guerra de Colombia y Perú! Nos la ganaron el tiempo… y nuestras mujeres, tal vez.
VARGAS LLOSA: Y la política. ¡Cómo nos partió la política! El caso Padilla fue un quiebre. Yo no podía callarme ante aquello.
GARCÍA MÁRQUEZ: (tecleando los dedos en la mesa). Sí… cuando detuvieron a Heberto Padilla en Cuba, ese poeta que había sido revolucionario y terminó acusado de contrarrevolucionario, y luego lo forzaron a «confesar» en público como si fuera un traidor… todo el mundo reaccionó. Tú y otros muchos firmaron una carta pidiendo explicaciones al régimen. Y a mí… me pusieron como firmante sin preguntarme.
VARGAS LLOSA: Y después dijiste que no firmarías nada hasta tener toda la información. Pero, Gabo, había poco que entender: aquel discurso de Fidel insultando a los intelectuales que protestamos fue vergonzoso. Tú seguiste callado.
GARCÍA MÁRQUEZ: Lo fui, sí. Hasta donde la conciencia me lo permitió. Pero no firmé esa carta por cálculo ni por cobardía, sino porque aún creía que el Caribe necesitaba esperanza. A mi manera, yo también fui leal.
VARGAS LLOSA: ¿Y mi mujer, Gabo? ¿Fuiste leal también ahí?
GARCÍA MÁRQUEZ (silencio largo). Mario… lo que ocurrió con Patricia nunca fue como tú pensaste. La ayudamos porque estaba sola, dolida. Yo jamás…

En los años dorados del llamado «Boom» latinoamericano, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa compartieron cartas, risas, debates, ciudades, libros e incluso padrinazgos.
VARGAS LLOSA (desviando la mirada). Te creí entonces, pero algo dentro de mí ya no quería creer. Estaba herido. Y tú lo sabías.
GARCÍA MÁRQUEZ. Sí. Pero también tú sabías que nuestra amistad era más que un malentendido. Y sin embargo, preferiste el puño.
VARGAS LLOSA. Era joven, impulsivo… y orgulloso. A veces, el dolor busca excusas para estallar. Pero dolió, Gabo. Me dolió tanto como a ti.
GARCÍA MÁRQUEZ. Nos hicimos daño. Eso es cierto. Pero también nos dimos mucho. Yo no sería el mismo sin ti, Mario. Y tú tampoco.
VARGAS LLOSA. Tu ausencia me acompañó más de lo que imaginas. Te leí en silencio durante años. Incluso cuando no quise admitirlo, seguía admirando tu genio.
GARCÍA MÁRQUEZ. ¿Y por qué no me lo dijiste nunca?
VARGAS LLOSA. Porque los hombres orgullosos escribimos mejor de lo que hablamos. Pero ya ves, aquí estamos. Sin egos, sin aplausos. Solo tú y yo, otra vez.
GARCÍA MÁRQUEZ: Quizá ahora sí podríamos escribir esa novela. Tú pondrías el esqueleto, yo la carne. Sería el relato de dos amigos que se amaron, se hirieron… y se perdonaron.
VARGAS LLOSA: Y el título lo pondrías tú, como siempre. Que sea barroco, largo, lleno de misterio.
GARCÍA MÁRQUEZ: ¿Te gusta «Crónica de una reconciliación anunciada»?
VARGAS LLOSA (suelta una carcajada). Perfecto, Gabo. Perfecto. (se estrechan la mano, esta vez para siempre)
Bien tirado esta minifunción a tres voces. Porque la de Don Miguel cuenta, claro que cuenta. También donde calla. Un abrazo admirativo, Don Miguel.
Solamente puedo decirte gracias desde lo profundo de mi ser
Abrazo grande y sincero
Maravilloso trabajo, Miguelon. Tuve la fortuna de tratar a ambos y el retrato es perfecto. Aquel desencuentro nunca se cerró del todo. Pero fueron y son dos gigantes de la literatura contemporánea en castellano e impulsores del último gran movimiento literario conocido como “realismo mágico” del que he sido y soy ferviente seguidor. Mi enhorabuena, querido y muchas gracias.
¡Tu mininovela me ha parecido genial! Hace unos cuantos años un Amigo me pidió el favor de ir a buscar a Mario Vargas a la estación de Atocha, para llevarlo a su casa del El Escorial Prepararía un «asado argentino» para un grupo de Amigos.
Apareció el tren que venía de (………..) me presenté y le expliqué que era el responsable de llevarlo a la fiesta de cumpleaños de su Amigo (………) . Al llegar le presentó a los tres que estaban invitados y se acercaron a «la parrilla»… el parrillero era el mismísimo Gabriel García. Inmediatamente Mario me pidió que fuéramos a un aparte y me dijo que por favor lo acercara a la estación de autobuses que él quería volver a Madrid. Como me pidió discreción, salimos a la calle cogimos mi coche y lo dejé en la terminal. Cuando regresé al asado nadie me preguntó nada ni en ese momento ni en las otras veces que tuve el placer de verlos.
UN ABRAZO FUERTE MIGUEL
Gracias Miguel Seguimos en Bath y seguramente Jane Austen agregaría un saludo a ambos genios… y un abrazo para ti. Mañana volviendo al nuevo Mundo y a la Patagonia. Salutations!!!
Miguel, magnífico de verdad. No dejes de deleitarnos con otros «encuentros», que seguro ya tendrás en el tintero. Gracias por ello.