Un policía municipal suspende una misa en la parroquia San Jenaro para «salvaguardar» el confinamiento

EL PASEANTE INQUIETO. Si lo que no sepa mi compadre… Cuando ve mi cara de desconfianza, no por el lento apoyo gubernamental a la pymes, como tampoco porque se sorprenda del atraso de la web municipal de Majadahonda sino por la hazaña numantina del gobierno majariego de aguantar en sus despachos durante el confinamiento. Yo llamé a… Bah, es igual. —Pero no te apures —añade—, que le vamos a preguntar a don Armando, ex actor de teatro aficionado, que conserva un uniforme de policía municipal de guardarropía y que con frecuencia se lo viste, se enmascara con barba postiza, mascarilla y gorra y recorre con impunidad, como no podía ser de otro modo, todo el cogollo de Majadahonda y se pone al día por quienes pasean al perrito mientras nos jorobamos los que no tenemos. —¿Perrito? —No, solución. —¿Y cómo es posible que cuele su disfraz? —inquiero, sorprendido. —Porque todos queremos ver lo que más nos acomoda. No es reconocido, a pesar de que los teatreros, tras el estreno y a instancias del alcalde, hubieron de cambiar el rótulo de la espaldera del uniforme a: Portutía muprincipal.


Cuando dijo impunidad, su tono me resultó un tanto socarrón, ignorante yo del por qué cuestiona el enmascarado policial, cuando la bonhomía de nuestros gobernantes y gobernados ha acertado permitiéndoles el uso de barba, de melena o de vestirse de lagarterana, si fuera menester, por el bien de su libertad y de su camuflaje, que un policía debe tener ante todo su personalidad oculta. Si los maleantes se enmascaran, qué menos que lo hagan los policías. No querrá, amable lector, que parezcan marines, ¿verdad? Y si así quisiere, ¿dónde esconde usted su sentido de la libertad, por qué ignora las enseñanzas progrelibertarias y se vara en ideas carcas? Pensaría que usted no ha visto un vídeo reciente en que un policía municipal de Madrid, sin mascarilla, oculto solo por su barba, gorra y gafas, y a la sombra de otro sí enmascarado, se acerca a un sacerdote de la iglesia de San Jenaro -lindera con un cuartelillo municipal-, quien celebraba misa dentro del patio parroquial, junto a una sola feligresa, interrumpe el culto, increpa al sacerdote y lo obliga a entregarle su documentación para dejar constancia del delito.

¡Cómo para no ir enmascarados y en pareja!, que de un cura diciendo misa puede esperarse cualquier cosa, hasta que saque de debajo del alba una parabellum al grito de ¡si vis pacem, para bellum!, que en cristiano no es una loa a la pistola sino que viene a decir que «si quieres la paz, prepárate para la guerra». Estos curas que se esconden tras el latín… Y por si acaso, los sufridos guardianes del orden ejercieron su derecho de no portar orden judicial para entrar en propiedad privada y eclesial y de atenerse al consabido anonimato sin mostrar previamente su documentación antes de exigirla -hasta ahí podríamos llegar-, como con cualquier paisano podría hacer don Armando yendo de poli de guardarropía. Y es que, señor mío, el hábito hace al monje. Mañana: tercera y última parte.

https://www.youtube.com/watch?v=O0siDlltKeA

Majadahonda Magazin