Retrato de Quevedo por Juan Van der Hamen

GREGORIO Mª CALLEJO. Ciertamente, el estado de la administración de justicia que se presenta en la literatura del Siglo de Oro es deplorable. Los jueces se presentan como corruptos, hasta el punto de poderse librar uno de la pena capital si son debidamente sobornados: “Fueron condenadas a muerte, y aún se quiso dezir que alguna de aquellas ranas que fueron presas, por ser hijas de personas señaladas fueron secretamente sueltas y ausentadas, porque untaron las manos a los jueces, y aún más los escribanos en cuya mano dizen que está más çierto poderse hazer, y ansí escaparon las vidas del morir” (Crotalón, Octavo canto del gallo). La percepción sobre jueces, letrados y personal de la Administración no puede ser más lamentable en “Fortuna Varia”. Incluso el alcaide de la prisión de Córdoba, “no tan cruel y rígido como siempre lo son los de su oficio”, paga su bondad de organizar una fiesta en la prisión (cosa no infrecuente en las cárceles según nos dice el libro) con la fuga de veintiún presos. 


Gregorio Mª Callejo

El juez que instruye la causa contra Píndaro en Córdoba aparece presentado como un monstruoso prevaricador que inventa indicios y pruebas, condena a tormento sin escrúpulo alguno y se presta descaradamente al cohecho. “Son estos hombres un género de gente, miembros bastardos de la jurisprudencia. Llámanlos en la corte Bártulos en docena, Baldos de toda broza, y en general Catarriberas y como allí se portan de ordinario en continua miseria, hambre canina y hechos quitapelillos, pantublos y albañares de relatores y escribanos». Los escribanos son vistos como reincidentes en el cohecho. Y profusamente en Guzmán, segunda parte, II, cap 2 y 3, donde además se pone de manifiesto una mayor arbitrariedad judicial en el campo criminal que en otros y la imposibilidad de que le hagan justicia siendo pobre.

La crítica más severa y el paroxismo de la liberación de las iniquidades la ofrece Quevedo en “La hora de todos” cuando se truecan los papeles y los alguaciles pasan a estar cargados de cadenas y los azotados se convierten en azotadores (suceso 13 y 3). La visión ,como la que descarnadamente nos da de lo penal Estebanillo González es la característica del esperpento, con un cuadro de una sociedad insensible y egoísta ante el sufrimiento del ajusticiado. En “Hora de todos” y ante la visión de dos ahorcados con fiebre maligna que se exterioriza en unas manchas, Quevedo nos pinta a dos médicos rompen a llorar desconsoladamente “…por ver morir dos hombres sin pagar nada a la facultad”, (Suceso 25).

Desde obras además del siglo XV, y así se dice que “…gran descuido es el que passa en el mundo el día de hoy, que siendo un offiçio tan prinçipal y caudaloso el del escribano, y tan neçesario que esté en hombre de fidelidad para que todos vivan en paz y quietud, consienten y permiten los prínçipes criar notarios y escribanos hombres viles y de ruines castas y suelo, los cuales por pequeño interés pervierten el derecho y justiçia del que la ha de haber; y sobre todo los proveen de los offiçios más principales y de más peligro en su reino: como es de escribanías de chançellerías, y consejos y regimientos y gobiernos de su hazienda y república, lo cual no se había de hazer por ninguna manera, pues en ello va tan gran interés y peligro” (Crotalón,, octavo canto del gallo). Próximo capítulo: la corrupción judicial y penitenciaria en Quevedo y Cervantes (VI)

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