
El epidemiólogo Ignacio Rosell hace balance del Covid y recuerda los meses en que solo se hacían PCR en el Centro Nacional de Majadahonda
LIDIA GARCIA. «Fuimos conscientes de que había una enfermedad que creíamos que no estaba, pero ya estaba. Es decir, llevaba tiempo, pero había pasado inadvertida. Al principio, por ejemplo, la prueba PCR no era accesible. Cada caso teníamos que valorar, en Salud Pública, si realmente merecía la pena, para hacer la PCR en Majadahonda, en el Centro Nacional de Microbiología. Así estábamos infra diagnosticando. Fíjese que el criterio era si el paciente había estado en China. Pero es verdad que no teníamos una capacidad de diagnóstico como ahora». Epidemiólogo, secretario del comité de expertos de la Junta de Castilla y León, profesor y, ante todo, persona, Ignacio Rosell es uno de los expertos en la pandemia del COVID-19 que lleva meses trabajando contra el virus y que ha pasado momentos duros, muy duros. Tanto que reconoce en su estremecedor relato al periodista Paco Izquierdo del diario «El Español» que mentalmente le ha dejado «muy tocado». Incluso conoció de primera mano al maldito COVID cuando tuvo que ingresar en el hospital después de contagiarse y vivir el fallecimiento de una de sus alumnas, la doctora Sara Bravo, cuando batallaba en primera línea contra la enfermedad. Este es su testimonio: «En esas fechas empezamos a oír que había un nuevo virus en China y la autoridad municipal de Wuhan notifica algunos casos en Nochevieja. Nosotros no teníamos una alerta a la que diéramos mayor importancia porque recibimos decenas de alertas epidemiológicas en todo el mundo que no podemos testar».

Paco Izquierdo
«En enero de 2020 sí empezamos a tener referencias de que algo estaba pasando en Wuhan y comenzamos a estar expectantes. Recuerdo que un día el periodista Lorenzo Milá, desde Italia, mandó un mensaje diciendo que era una gripe y mucha gente lo alabó porque tranquilizaba a la opinión pública. En mi cuenta de Twitter, mandé un mensaje diciendo que agradecía que no quisiera que se creara un sistema de histeria pero que con los datos que yo veía, en los que un 20% de los ingresados entraban en planta o en UCI, eso colapsaría el sistema sanitario. Llegaron muchos casos de neumonías en los hospitales y empieza el horror de marzo de 2020 que difícilmente espero que volvamos a ver nunca porque, de repente, una sola enfermedad saturó todo el sistema sanitario. Llevaba desde las 7 de la mañana trabajando y a las 4 de la tarde me di cuenta que mis hijos no me habían visto, que era el Día del Padre y me fui a casa a comer. Estuve como 15 minutos, regresé a trabajar y cuando terminé, sobre las 9, sentí que estaba mal».

Sara Bravo (28 años), la médico más joven que ha fallecido por COVID en España
«El 19 de marzo me encerré, empecé poco a poco a sentirme peor, a tener fiebre y el 27 de marzo tuve que ingresar porque me encontraba muy mal. Hasta el punto de que estaba tumbado en la cama, quería ir al baño y necesitaba una hora para ponerme de pie. Ese día, al salir de la ducha, apenas podía respirar, me tuve que sentar en el suelo del baño y no tuve fuerzas ni para gritar ni para pedir ayuda. Me recuperé un poco y llamamos a una ambulancia para que me llevaran al hospital. Sí (se le quiebra la voz). Recordé a mi mujer las claves de los bancos, datos de las escrituras de la casa… Cuando vi mi radiografía y vi que tenía neumonía, pero que era unilateral (los casos más graves de COVID provocan neumonías bilaterales, en los dos pulmones), al menos me tranquilicé un poco porque sabía que, de momento, no entraría en la UCI. Y así fue. Estuve 14 días en planta y salí del hospital recuperado. (Vuelve a emocionarse). Me enteré del fallecimiento de mi alumna, Sara Bravo. Solo tenía 28 años y es la médico más joven que ha fallecido por COVID en España. Ese fue un momento durísimo».

Araceli Rosario (96 años), la primera española que recibe la vacuna
«Hemos aprendido muchas cosas a lo largo de la pandemia y entiendo que el escepticismo inicial era comprensible. Yo mismo había bromeado con el comité porque, cuando empezamos las reuniones, se supone que estábamos los que sabíamos y lo hacíamos sin mascarilla en un espacio interior. Si en marzo, cuando estábamos arrasados por la pandemia, me dicen que 9 meses después, el 27 de diciembre… (se emociona y tiene que parar para coger aire) … Si me hubieran dicho que ese día, Araceli, la primera española que recibió la vacuna, íbamos a tener un remedio, no lo hubiera creído. Me sigo emocionando… (vuelve a quebrársele la voz). Está claro».

«Recuerdo un vídeo de Lorenzo Milá diciendo que era una gripe»: «Se extiende más el alarmismo que los datos»
«A ver, es verdad que ha habido una inversión económica espectacular, una apuesta de toda la civilización… y eso no tiene que evitar que hagamos una pequeña reflexión de que pena con otras vacunas olvidadas, como la de la malaria o del VIH Sida. Pero evidentemente conseguir esta vacuna es algo espectacular y sobre todo con la eficacia que tiene. Todos hubiéramos firmado en marzo un 30% de eficacia y hablamos de un 80-90%. La verdad es que sigo maravillado. No hay generación que no haya tenido su pandemia. La gripe del 18, otra epidemia que hubo de gripe en los 50, el SIDA en los 80… Sabíamos que iba a haber una. ¿Concretamente esta de 2020? No, eso no se podía saber. Lo que sí me temo es que no va a pasar tanto tiempo para la siguiente. Mucho me temo que no van a pasar 20 o 30 años hasta la siguiente. La mutación de los virus es alta e incluso alguna bacteria multirresistente me preocupa. Alguna vez he escrito que llevamos unas décadas, desde 1930, que con la penicilina hemos sido capaces de contener las bacterias, pero éstas corren mucho y están adelantando a nuestros antibióticos«. Lea la entrevista completa.