CRESCENCIO BUSTILLO. En materia económica relacionada con la agricultura estaba el ganado, unos (ejemplares) para el trabajo o de tiro (caballerías), y otros para su explotación en carnes, leche, lanas y demás. El ganado mular era muy numeroso, siendo el principal factor que se utilizaba para labrar la tierra, portear las cosechas y otros servicios relacionados con las mismas. Después estaban los asnos o burros, que igualmente se les aprovechaba para labrar y hacer otras labores más livianas, siendo su número bastante importante. Caballos había muy pocos y estos generalmente estaban destinados para lujo o paseo. En cuanto al ganado vacuno había algunas vaquerías, con medio centenar de reses en plan de estabulación, destinadas a dar más leche que carne. El ganado lanar era bastante importante, pues las casas de labor de alguna importancia todas tenían ovejas que, sin esfuerzos para alimentarlas por pastar en rastrojos, viñedos y tierras que se quedaban baldías según las épocas del año, les sacaban buenos y constantes beneficios como carnes, crías, leche, lana y abonos para mejorar las tierras. Lo mismo en el invierno por su estabulación que el resto del año en el campo, donde acampaban para pasa las noches, es decir, en las majadas. Había también pequeños ganaderos que con un centenar de ovejas más o menos se defendían para ir viviendo, si no con holgura, sí para llevar una vida independiente.


Las cabras no eran muy numerosas, los ganaderos no las querían, por los compromisos que les traían, al ser tan indisciplinadas. Únicamente algún vecino que otro las tenía para hacer frente a algún problema familiar, de sacar leche para sus niños, pero nunca para su explotación. El ganado de cerdos era muy numeroso, raro era el vecino que no tenía algunos, unos pequeños en la recría y otros mayores para cebo y engorde, que se mataban en el otoño, haciendo así frente con su alimento a los crudos fríos del invierno. Recuerdo que de pequeño había la costumbre en el pueblo de mandar los cerdos al campo a pastar, bajo la vigilancia de “guarreros” o “porquerizos”. De esta forma se iban recriando y no causaban molestias a sus dueños. Pero un año vino una epidemia mortal que acabó con la costumbre porque se contagiaron unos con otros. Desde entonces se acabó el pasturar y cada uno se los cuidaba por su cuenta como mejor podía.

También había muchas gallinas que aprovechaban toda clase de granos, residuos y desperdicios que hay en todos los pueblos agrícolas. Gallinas, pollos, así como cerdos, en plena libertad. Casi todo el mundo tenía gallinas, por lo tanto comía huevos frescos, más los que vendía para ayudarse. En el verano capaban los pollos ya mayorcitos, resultando de ello los “capones”, que se hacían grandes y hermosos para la Navidad. Los vendían en Madrid, sacando buenos dineros por ellos.

Crescencio Bustillo en los años 70

A finales del verano solían acampar por allí grandes partidas de pavos a medio criar, que los vendían sus dueños en conjunto a precios de verdadera ganga. Estos pavos procedían de la parte de Cáceres y Salamanca. La gente, si estaban a buen precio, los compraba para después los chicos de mediana edad sacarlos de “careo” a las heras, que ya habían terminado de triturar la cosecha en ellas. Y a las viñas, que habían sido ya vendimiadas. Y así de esta manera, picando residuos, hormigas y todo lo que encontraban a su paso, se terminaban de criar sin hacer sacrificios pecuniarios en ellos. En este espacio de tiempo hasta Navidad se ponían grandes y hermosos y se llevaban al mercado madrileño por esas fechas, sacando buenos dineros por ellos, ya que se cotizaban a buen precio. Entre tanto siempre se dejaba alguno para comerlo en casa en estas fiestas tan señaladas.

Trabajadores en una bóbila

Otros volátiles que también había eran los patos y gansos (ánades), que se les enseñaba de pequeños a ir por la mañana a la laguna. Pasaban todo el día allí y ellos solos al oscurecer regresaban de nuevo a casa. Prácticamente no causaban molestias ni costaba mucho alimentarlos. La carne de estos animales es bastante aceptable y los huevos también se aprovechaban. Estas son las principales fuentes en las que se sentaba su economía, si bien había otros valores como el trasporte por ejemplo, que comprendía una gran cantidad de carros de todos los tamaños, para transportar toda clase de especies: granos, paja, leña, fruta, verdura, estiércol… en fin toda la gama de variedades que puede tener un poblado es estas características.


Crescencio Bustillo (izq) en el aniversario de la empresa donde trabajaba  (años 60)

Después fueron llegando los camiones y furgonetas, así como algún automóvil, motos y bicicletas que ya he señalado en otro momento. La industria era casi nula, había dos tahonas para fabricar pan, talleres pequeños de carpintería, herrería, carretería y dos o tres bóbilas o tejares para fabricar tejas y ladrillos. El comercio tampoco tenía gran importancia, se limitaba interiormente a bares, tabernas, tiendas de ultramarinos, de tejidos, lecherías, pescaderías, churrerías, panaderías… En fin, lo imprescindible para el consumo diario del pueblo. Lo demás se hacía en el exterior, las transacciones, pues estando tan cerca de la capital se compraba la mayor parte de las cosas que la gente necesitaba, por ser más modernas sobre todo. Y a la inversa: se vendía en ella la mayor parte de los productos que se cosechaban en el pueblo.

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