JOSÉ Mª ROJAS CABAÑEROS. «La insoportable levedad municipal (I)». En 1984 el escritor Milan Kundera publicó “La insoportable levedad del ser”, un éxito en su época que muchos dicen haber leído y pocos entienden. La novela se basa en los problemas de la vida cotidiana, con la idea (tomada de Friedrich W. Nietzsche) de que todo se repite continuamente, aunque de formas distintas, concepto que se puede trasladar a la política municipal en Majadahonda. Durante varias décadas el gobierno de este Ayuntamiento ha recaído en el PP y pese a ser el origen de los mayores escándalos de corrupción de dicho partido (Gürtel, Púnica, Enredadera), con alcaldes convertidos en arquetipos de lo más rancio y casposo de la “mala política”, han continuado en el poder (con otros mimbres y similares cestos) elección tras elección. Esto tiene dos lecturas inmediatas: una es que los electores prefieren gestión eficaz y crecimiento económico, pese a los escándalos; el otro enfoque es que las alternativas son poco serias, lo cual deja en muy mal lugar a la oposición y perpetúa el dicho de “más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”.

Sin embargo, en mi opinión ambas visiones son equivocadas si no hay matices. La corrupción es incompatible con una buena gobernanza, aunque el hecho de ser transversal a izquierda y derecha, cruzando partidos nacionalistas y locales, no implica que todos –y continuamente– sean corruptos. Igualmente, el avance y progreso de un municipio no presupone consecuencia directa de una eficiencia en el gobierno del ayuntamiento; muchas veces es resultado del dinamismo de eso que los cursis llaman “sociedad civil” y, claro, a lo peor el crecimiento fue pese a esos políticos y hubiera sido mayor con otro equipo municipal. Tampoco el hecho de gobernar siempre el mismo partido se debe interpretar como una falta de oposición real, ni un suspenso a su ejecutoria: el resultadismo puede inducir graves errores cognitivos.

Tanto PSOE (en algunas épocas testimoniales), IU y afines, Centristas por Majadahonda (especialmente Mercedes Pedreira), UPyD y Cs (en los últimos 2 años) han hecho una oposición dura, comprometida con el bienestar de los vecinos y denunciando (incluso ante la justicia) las tropelías de los diferentes alcaldes y gobiernos de Majadahonda. Pero, como no hay buena acción sin castigo, muchos de esos grupos municipales desaparecieron y desaparecerán en las siguientes elecciones. Tal vez la posible explicación es que Majadahonda ha crecido mucho en habitantes, pero poco o nada en implicación ciudadana. Una parte sustancial de los nuevos empadronados trabajan en Madrid y para ellos Majadahonda es su residencia-dormitorio, pero ni conocen, ni les interesa nada de lo que pasa aquí.

Como decía Jorge Luis Borges, lo malo de la democracia es que vota todo el mundo, sepa o no de lo que vota. En Majadahonda los resultados electorales están condicionados por un amplio sector de la población que decide su voto en clave nacional, sin valorar la trayectoria de un candidato concreto: en la próxima convocatoria el PP podría presentar un pulpo y unos bonsáis como lista electoral y el ayuntamiento majariego 2023-26 sería dirigido por un pulpo y unos bonsáis, como más o menos ocurrió en 2019. No digo que el actual ayuntamiento sea corrupto, pero desde luego se ha convertido en uno de los menos eficientes y peor gestionados de la historia majariega (la relación de desastres y estupideces superaría las dimensiones de esta columna).

Tampoco sostengo que el gobierno PP-Vox de Majadahonda sea una panda de sinvergüenzas, creo que ponen buena voluntad con nulo entendimiento, pero sí precisarían un poco de sentido común y mayor vergüenza democrática. “Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera”: así empezaba la novela Ana Karenina de León Tolstói pero si sustituimos “familias” por “gestiones”, se puede encontrar la metáfora que define la política municipal en Majadahonda. (Continuará…).