IMG_5115ÁLVARO GARCÍA. Quizás usted, lector, haya nacido en una generación donde las palabras “Ficción sonora” o “Ama Rosa” le evoquen a aquellos tiempos donde una radio era, la mayoría de la veces, la única vía de escape para disfrutar de unos minutos de ocio. Si usted no perteneció a aquella, sepa que, durante los años 50, 60, 70 e incluso los 80, cada español tenía una cita obligada con las ondas para, a una determinada hora, sentarse frente al transistor y disponerse a disfrutar de su tiempo de evasión y esparcimiento. Así fueron los comienzos de Juan Polo, actor de radionovela durante sus comienzos y en la actualidad director de teatro en la compañía Segundo Acto de Majadahonda. En la imagen, de izquierda a derecha: Lourdes de la Peña; David Ayuso; Irene Fernández; Antonio Rodríguez, Ave Vila-Coro; Juan C. Soria; Elena Puyo; Isabel Trejo; Alejandro Peña; Francisco Gallego y Federico Riat


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Juan Polo

Juan Polo habla con calma y añoranza sobre la radio y sobre sus inicios en ella. Inicios que no fueron como oyente sino que lo fueron como comunicador. Locutaba aquellos interminables y entrañables folletines que embaucaban a la audiencia con sus desgraciados amores imposibles mientras sentía el sufrimiento como propio. Y no era extraño que apareciesen las lágrimas mirando al transistor, tal era entonces el poder de la palabra. Hablamos, sí, de las radionovelas. En aquél entonces ni el cine ni la televisión gozaban de la popularidad de aquellos seriales radiofónicos que fidelizaban a una audiencia mayoritariamente femenina a la que día tras día, se les prometía alguna sorpresa inesperada.

¿Cuáles serán las próximas obras de Segundo Acto?

– Estamos empezando a trabajar sobre unos textos de Chéjov donde estoy introduciendo algunas ideas nuevas. Se trata varias obras las cuales no tienen ninguna conexión entre sí pero, para unirlas, voy a crear un personaje intermedio que las de sentido y justifique el paso de una a otra.

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Irene Fernández

¿Existe en Majadahonda afición por el teatro? 

– Si, yo creo que sí, la gente acude, si bien es cierto que muchas veces no en la proporción que uno desea, pero nosotros tenemos buena entrada. Sí podría decir que existe interés en Majadahonda por el teatro.

¿Necesita no obstante algún pequeño empujón? ¿Cómo animar a la gente a que acuda?

– Lo más importante es publicitarlo mediante entrevistas y noticias en los medios locales y por parte del Ayuntamiento, y que cada mes en la revista municipal se haga algún comentario, reseña o entrevista. El Ayuntamiento sí que podría hacer mucho más. La publicidad hoy en día es importantísima, si no la hay la gente no se entera. Por ello nos gustaría que el Ayuntamiento nos publicitase más y tener más apoyo. Hay una pequeña revista de la Casa de la Cultura que informa sobre los actos, pero sería muy necesario informar también en la revista municipal. Cuando la ojeo casi nunca dicen nada sobre el teatro.

rad¿Por qué su comienzo en las radionovelas?

– Comienzo sin antecedentes, casi por fortuna. Yo tenía quince años y acudía a estudiar inglés a la escuela de idiomas. Sería al ver un anuncio que buscaba gente para formar una compañía de teatro. Así comencé realizando pequeñas obritas en ese ámbito desprofesionalizado. Pero casualmente aquello lo dirigía una persona que trabaja en Radio Intercontinental que era, a su vez, director del cuadro artístico de la radio. Por aquel entonces ellos hacían las clásicas novelas de radio que por aquella época se prodigaban muchísimo. Un día me tocó hacer un papelito más serio en la radio junto a actores profesionales que trabajaban en el teatro o televisión y hacían radio también. Sería el día que me presentaron a Carlos Larrañaga y a María Luisa Merlo (que iban a estrenar una obra en el Reina Victoria), cuando conseguí mi primer papel teatral; tenía entonces 25 años. A partir de ahí entro en la rueda y comienzo a trabajar en varias compañías en distintos teatros de Madrid como en Teatro Nacional en el Teatro Español, todo esto hasta que llega el momento de casarme y tener hijos.


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Elena Puyo, Ave Vila-Coro y Juan Carlos Soria

Se decantó entonces por la estabilidad…

– Me caso, tengo hijos. Yo había estudiado la carrera de económicas y entonces llega un momento en que, aunque mi vocación era el teatro, la estabilidad, seguridad y el sueldo me la daba lo otro, más todavía teniendo en cuenta que el teatro es una profesión de cristal y que hoy estás trabajando y luego estás seis meses que nadie te llama. Así, se impuso el sentido común y me fui desprendiendo poco a poco del teatro profesional. Suerte que, carambolas de la vida, en el banco para el que trabajaba hubo una limpieza de personal y con prácticamente 50 años me fui a la calle. Así vi de nuevo mi oportunidad de volver al teatro.

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Antonio Rodriguez

No sería difícil para un actor por vocación cambiar la mentalidad del escritorio a las tablas de nuevo. ¿Lo hizo como actor?

Sí. Comienzo como actor hasta que me canso. Suele pasar que los actores, los más locos, después de trabajar durante un tiempo como actores deciden pasar a la dirección, lo cual es una locura, pero así tienes en tus manos todas las posibilidades, desde la escenografía hasta el vestuario, todo. Te ocupas de todas las áreas.

¿Puede uno ser director sin haber sido antes actor?

– Los ha habido sí. Cuando el teatro llamaba tu atención y tus condiciones como actor no eran valoradas recurrías a la dirección. Luego también ha habido actores muy importantes que más tarde han sido directores de gran prestigio. Pero, para ser director, si antes has sido actor, ya cuentas con una ventaja importantísima sobre los que no han estado ahí arriba, sobre quienes han estudiado muchísimo y sobre aquellos quienes incluso lo han hecho con los mejores directores de mundo, pero que nunca han estado ahí, sobre las tablas.

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Juan Polo, recibiendo uno de sus innumerables galardones

¿Qué decir sobre los actores de cine o televisión?

– Hay actores de cine que les da muchísimo miedo el teatro, y directores de cine que cuando contratan a un actor de teatro se sienten más seguros. A nosotros, a quienes venimos del teatro siempre nos consideran actores de garantía. Hay chavales de 15 años que se ven en series y que quizás no hayan estado nunca sobre el escenario. Si a estos les dices que se suban al escenario dirán entonces, ¡Uy! ¡Entonces ahora me tendré que preparar! El teatro es más arriesgado; en cine o televisión, si la toma sale mal, la vuelves a repetir una o mil veces; en teatro no hay esa opción, eso aquí no existe. Aquí te la juegas todos los días.

¿Puede cualquiera ser actor?

– Lo puede pretender, llegar a serlo son palabras mayores. Como decía Alonso de Santos (dramaturgo español), cuando se hace un casting se huele la valía al instante, nada mas abren la boca ya se sabe si valen o no, si pueden hacer ese papel o no, se nota, es algo con lo que se nace.

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Juan Carlos Soria

Entonces, ¿decimos a la gente que se anime a aprender teatro?

– Yo he tenido experiencias en ese sentido muy gratificantes, hay gente que nunca ha hecho nada pero que de repente coge un texto y es capaz de desarrollar un personaje que a mí me deja asombrado, sin tener ninguna escuela ni recorrido ni nada, una actitud que estaba escondida y de repente reacciona.

¿Qué debe tener entonces un buen actor?

– Hay que tener algo innato, algo que logre transmitir y comunicar con la gente, enviando las emociones que él siente hacia el patio de butacas y recogiendo también éstas por parte del público, es una comunicación constante. Esto hay actores que lo consiguen pero no todos pueden. Otros se limitan a decir su papel pero no transmiten, y lo hacen bien pero, les falta ese plus con el que cuentan algunas personas. Hay actores que llevan toda la vida en el teatro profesional pero que deberían estar en el teatro de aficionados como mucho.

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Juan Polo

¿Qué es el teatro?

– El teatro es todo, el teatro enseña. A través del estudio de un personaje con el que puedes no estar de acuerdo empiezas a descubrir cosas que jamás habrías descubierto en tu vida habitual. Te abre una inmensidad de sentimientos y de emociones como en ninguna otra profesión. Quizás sólo el ballet o la música pudieran asemejarse. Luego está la disciplina, el respeto al compañero, la colaboración. El teatro te proporciona y te hace ser una persona por encima de la media. Se ocupa de lo más profundo del ser humano. Trabajas con tu cuerpo y expones tu cuerpo, tu piel, tus movimientos y tu sangre en pro de un personaje que no tiene nada que ver contigo pero al que das vida y eso produce una serie de percepciones internas que ninguna otra profesión puede darte, eso es el teatro.

¿Quién necesita al teatro?

– El ser humano y la sociedad necesita que le cuenten historias, eso ha sido desde el principio de los tiempos.

culturaPero no es sólo un entretenimiento…

– Es mucho más. Hoy leía a una actriz de cine hablando sobre qué suponía el teatro para ella. “El cine no me da nada”, decía. “Por eso necesita al teatro”, para mantenerse viva, lo que es la raíz y la fuente de donde nace todo. El cine es una industria, no tiene nada que ver.

¿Cuánto tiempo dirigiendo Segundo Acto? ¿Qué obras soléis representar?

– Comencé en 2007. La última obra representada ha sido Las Aves del autor Aristófanes, una comedia no al uso, no en una época contemporánea sino que nos vamos 2.500 años atrás, por lo que he intentado forzar un poco la situación introduciendo movimientos de ballet.

Le gusta entonces improvisar…

– Siempre lo hago, al público hay que darle un lenguaje que entienda a la primera. Por ejemplo con Aristófanes se plantea un problema actual. La corrupción. Unas gentes se quieren marchar de la tierra donde viven e irse a otro país. Aquí hemos modernizado un poco en este sentido para dar más importancia a este tema. Ha sido una aventura donde determinados personajes hacían de pájaros.

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Las Aves de Aristófanes

Hasta qué punto vale esto de modernizar las obras. ¿Pueden perder el verdadero sentido por el que fueron escritas?

– Hay veces que la gente que quiere modernizarse se pasa un poco y confunde al espectador por muy activo y moderno que este sea. Todos queremos ser muy vanguardistas pero, a veces no sabemos cuál es el límite. El espectador tiene que creerse lo que está viendo porque si no, se marcha.

 

Majadahonda Magazin