JULIA BACHILLER. Ante la emotiva e impactante carta del magistrado Gregorio María Callejo acerca del fútbol de la niñez y juventud que él vivió, Majadahonda Magazin concertó una entrevista para descubrir y conocer un poco más a fondo a este juez, persona sencilla y amable que en ningún momento puso ninguna dificultad para realizarla. El Bulevard Cervantes fue el punto de encuentro y de lo único que no quiso dar su opinión fue sobre temas políticos, pues su profesión no lo permite, cosa que respetamos en todo momento, y lo cual también diré que no fue necesario. Guarda tantos recuerdos de Majadahonda que la entrevista se convirtió en un relato lleno de imágenes maravillosas. Y ante la pregunta de si está a favor de mantener las tradiciones, responde: “En mi opinión lo bueno de las tradiciones es que son un reducto contra la uniformidad de la globalización. Tenemos unas raíces y eso nos identifica. Tienen el peligro del nacionalismo, pero me gustaría que Majadahonda mantuviera sus tradiciones”. Majadahonda es para él «una ciudad donde se puede vivir estupendamente y con mucha calidad de vida para los ciudadanos. He conocido personas magníficas, muy importantes en mi vida, mis tres o cuatro amigos de verdad son de Majadahonda».


Antigua carretera de El Plantío

Gregorio María Callejo llega a Majadahonda con 9 años de edad en 1981. Su primer recuerdo es el transporte que le condujo hasta aquí. No vino en coche, sino que tras bajar en la antigua estación de El Plantío su familia se dirige a la parada de autobuses de la empresa Llorente, que les llevaría al centro del pueblo. Era un verano tan caluroso como este. Veinte años después aprueba las oposiciones a Judicatura, que le obligan a desplazarse durante 10 años a Barcelona, etapa que él recuerda como unos años magníficos. Tras solicitar el traslado consigue volver a Majadahonda. Y como él dice, se vuelve «majariego otra vez”. Nacido en Logroño, tras esa infancia y juventud en Majadahonda, sus hijos nacieron en Barcelona. Pero reconoce que sus mejores recuerdos, después de tantos lugares por donde ha transitado, son los que tiene de esta ciudad.

Comenzamos a recordar Majadahonda, la de hace 30 años, con su Gran Vía por la cual transitaban vehículos. Sitios emblemáticos de la juventud, el Bar Victoria y las fiestas en la Gran Vía. Recuerda como en los soportales del Ayuntamiento había una tienda de discos que le encantaba, es un gran aficionado a la música. Se llamaba “Hamelin” y siempre la veía con mucha envidia. Nunca le llegaba el dinero para comprarse nada y entonces se paraba en la librería Mariana, la cual también recuerda. El mercadillo de los Jardinillos, la librería Serrano, situada en la parada del autobús, donde veía el material de papelería y los libros que ofrecían. Vivía en Azata, urbanización cercana al pueblo, y asistió como alumno al colegio San Pío.

Gregorio María Callejo ha visto evolucionar Majadahonda como un proceso inevitable de crecimiento, conforme a un estándar urbanístico muy uniformizado. Se ha perdido un poco la esencia del pueblo, algo inevitable, pues vivió fue un crecimiento rápido de la ciudad, con cosas positivas: la Avenida de España, la Gran Vía peatonal, que ha hecho emerger a la sociedad civil, pues la gente transita mucho por ese lugar. Durante la infancia jugaba mucho en la calle y se desplazaba para ir a ver al Rayo Majadahonda. Había que cruzar un descampado enorme, el del Zoco.

Y como a muchos nos ha pasado, a sus 18 años se dio cuenta del cambio y el crecimiento de Majadahonda: había lugares y sitios que desconocía completamente, pero a través de referencias antiguas reconoce algunos lugares. Entre los sitios que recuerda de su infancia uno es la Mansión de Oriol. Colarse en ella, visitarla, inventar una película de miedo en su interior, en lo frondoso de un bosque, era un lugar estratégico que le invitaba a vivir toda una aventura, como a todos los niños de 11 o 12 años de aquella época. Jugar al baloncesto en los colegios los domingos, actividad semiclandestina, pues en algunos te echaban y en otros te dejaban. Las fiestas de Majadahonda cuando empiezas a salir son un recuerdo impagable.

Gordillo visitaba Majadahonda

Y por supuesto sus visitas todos los domingos al campo de fútbol, donde los jugadores les parecían los mejores del mundo. Con un ambiente definido con una simple expresión: “de pueblo”. Donde todo el mundo se conocía, reconocías al basurero, al jubilado que siempre estaba en el banco de los Jardinillos. Recuerda como su amigo Eugenio, que jugaba en el otro equipo de Majadahonda, el Deportivo San Miguel, estuvo a la par que el Rayo muchos años y luego se estancó mientras el Rayo subía. El Rayo subió de regional a tercera división bastante rápido pero el Deportivo se estancó. Entre sus anécdotas del fútbol cuenta como durante un partido Eugenio fue a sacar de banda y un anciano le pegó un puñetazo, estando presente una pareja de la Guardia Civil. O como durante un partido un señor estuvo insultando al portero del otro equipo de Toledo y cinco chavales y otros cinco señores mayores, escuchándolo, recriminaron ellos mismos al autor y le pidieron disculpas al guardameta, el cual les decía: «no pasa nada estoy acostumbrado”. Todo su interés era que no vieran a Majadahonda como un lugar polémico. O como el día en que Gordillo, jugador del Real Madrid, de vez en cuando se dejaba ver por el Rayo y los chavales le echaban mucha cara y le decían: “Gordillo, como tú eres millonario, ¿nos puedes invitar al bocata? Gordillo les contestaba: “anda que no tenéis morro”, pero les daba 1.000 pesetas y les invitaba al bocadillo. Fantásticos recuerdos que rememora con la ilusión del adolescente.

Uno de los más bonitos fue cuando su padre les sacaba a pasear los domingos. Majadahonda estaba rodeada de descampados y durante ese paseo su padre les hablaba del Monumento a los Rumanos o de tantos otros lugares que encontraban a su paso. Siempre en algún descampado se había organizado un partido de futbol, su padre les presentaba a los jugadores y les hacía participar: una hora o dos jugando ante la atenta y paciente mirada de su progenitor. El carril hasta Pozuelo, con las bicis, también llega a su memoria.

Por su trabajo Gregorio María Callejo ha visto cosas que no le han gustado, personas que tienen acceso al dinero fácil, conseguido de manera turbia. «Soy un servidor público del pueblo que me ha visto crecer. Por mi trabajo puedo ayudar a la gente y me proporciona el contacto con quienes te presentan un problema. Se les podrá dar una solución o no, a lo mejor ni siquiera tienen razón en lo que están planteando, pero poder trabajar para la gente de la ciudad donde tú te has criado te hace sentir muy orgulloso. Es la ciudad donde viven mis padres y me gusta que esté lo mejor posible porque le tengo un cariño enorme». El mismo que ya le tenía desde niño. Un pueblo que, como el estudiante que él era, creció hasta convertirse en ciudad.

Majadahonda Magazin