Majadahonda alberga uno de los mayores laboratorios de España en investigación científica: en sus edificios trabajan 500 empleados y se experimenta con 10.000 animales. Una «fuga» de un «agente químico» afectó a 48 trabajadores y aún no se sabe de donde procede

LIDIA GARCIA. «El Centro Nacional de Microbiología (CNM) es incapaz de hallar el origen de una sustancia que intoxicó a 48 trabajadores. El Instituto Carlos III investiga desde octubre el foco de altas concentraciones de acroleína que obligó a limitar durante semanas las jornadas de trabajo de los investigadores y a reducir el número de animales de laboratorio». Así titulan los periodistas Raúl Rejón y Natalia Chientaroli este 3 de abril (2023) en ElDiario.es lo ocurrido en octubre de 2022 en este complejo de edificios de investigación científica ubicado en Majadahonda. Y lo cuenta así: «El aire se enrareció. La atmósfera en el área de investigación de Genómica se volvió “cargada” y con olor extraño. Varios trabajadores del laboratorio sintieron cómo les causaba irritación en la garganta y en la boca. A esto le siguió la aparición de “llagas en la boca, cefaleas y sabor metálico”. Era el 4 de octubre y un misterioso pico de contaminación química comenzaba a extenderse por el aire del Centro Nacional de Microbiología en Madrid».


La intoxicación sigue siendo un enigma

«Desde ese episodio, el Instituto de Salud Carlos III –ISCIII–, al que pertenece este centro, lleva 6 meses sin haber encontrado la fuente de este caso de contaminación que ha intoxicado a 48 trabajadores, alterado sus investigaciones y obligado reducir los animales de laboratorio que crían para sus trabajos», según los informes y comunicaciones internas a los que ha tenido acceso Eldiario.es. En el campus del Instituto trabajan unas 500 personas de las que, aproximadamente, 300 pasan por el edificio del Centro Nacional de Microbiología. “Ninguno ha precisado baja laboral” por este “cambio en las condiciones ambientales”, subraya la dirección en respuesta a elDiario.es. “Hemos hecho seguimiento de todos, aun cuando somos conscientes de que se trata de unos síntomas que podrían estar relacionados con otros cuadros clínicos”. ¿El problema? El Instituto sigue sin poder aclarar cuál ha sido el origen de la contaminación», añade.


Documento con el resultado de la investigación

Y señala que además «en el animalario se mantienen 10.000 animales, indica el CNM, un número que ante este episodio resulta “inmanejable”, como sentencia un correo electrónico en el que se explica la medida ante la emergencia: debe reducirse el volumen. “Es imprescindible que todos los usuarios reduzcan el número de jaulas”, dice la comunicación enviada a los trabajadores. Los cálculos del centro que aparecen en esa comunicación dicen que debían rebajarse las jaulas de cría “al menos un 50%”. La realidad que expone el correo electrónico es que no es posible mantener tantos animales, porque empiezan a estar afectados por la situación. Reducir el número, según sus previsiones “ayudará a determinar si los problemas observados en los animales pueden ser debidos al estrés derivado de la reducción de horas dedicadas o al agente químico”. Evidentemente, eso implica “disminuir la carga experimental de cada uno de los laboratorios usuarios”. A menos ratones, menos investigaciones».

Documento con el resultado de la investigación

Por último concluye: «El “agente químico”, como se le llama en los documentos y que en un principio era desconocido, se expandió durante días por las instalaciones. Tras el primer brote, cada jornada, el tóxico alcanzaba más dependencias y a más personal. El 5 de octubre, los siguientes en caer después de los de Genómica fueron los trabajadores del laboratorio de Antibióticos, contiguo al primer foco. Finalmente, se concluyó que el agente químico nocivo era la acroleína. El Instituto encargó que se hicieran mediciones en exterior del centro –“dentro y fuera del campus” donde está situado el ISCIII– y se obtuvieron “valores altos en la calle”.

Documento con el resultado de la investigación

Las conclusiones dicen que “la contaminación por acroleína afecta a todo el campus de Majadahonda [la localidad madrileña donde se sitúa]”. Pero no se detalla de dónde sale la acroleína o cómo –si es que es un agente externo– ha entrado en los edificios del Instituto. La acroleína es un producto químico que se genera en procesos de combustión, incineración, en vertederos y lo contienen biocidas acuáticos. Es tóxico si se inhala o ingiere. Pero el misterio es que “no lo utiliza ningún laboratorio en el edificio”. Los documentos internos revisados por elDiario.es son claros en cuanto al desconcierto que el problema genera: listan pruebas e hipótesis, pero concluyen con el fracaso de las pesquisas: “No se encuentra un foco de generación”. No saben de dónde sale ni cómo se expande por las instalaciones», finaliza el reportaje.

 

Majadahonda Magazin