«Introdujo bajo la puerta del Burger King de Majadahonda una carta mecanografiada dirigida al gerente de dicho establecimiento donde trabaja Adriana en la que manifestaba su voluntad de dejar su puesto de trabajo. También envió mensajes con el móvil de ella a sus allegados en los que decía que estaba de viaje en Barcelona y que iría por Europa». El descuartizador «se creyó muy inteligente y para dar mayor veracidad a su fábula, viajó en AVE hasta Barcelona con el móvil de Adriana. Sabía que los investigadores analizarían las conexiones del aparato y lo posicionarían en la capital catalana, lo que reforzaría la credibilidad del montaje que había pergeñado. No pensó que también revisarían las cámaras de seguridad. Al hacerlo vieron que no era Adriana la que se subía al tren, sino Bruno». El periodista Nacho Abad, del diario La Razón, escribe esto después de haber tenido acceso al escrito del fiscal en el denominado «caso del descuartizador de Majadahonda». Y llega a la conclusión de que el majariego Bruno Hernández Vega no está tan loco como quiere hacer creer. Los jueces de momento no se han pronunciado porque será juzgado este lunes 11 de septiembre por un jurado popular en la Audiencia de Madrid. Tras escuchar todos los testimonios y ver todas las pruebas, estas personas deben decidir si Bruno está mal de la cabeza y tiene que ir a un psiquiátrico o es un asesino y hay que internarlo en la cárcel.


El fiscal dice que Bruno «cargó varios recibos en la cuenta de su tía ya fallecida por un importe superior a 33.000 euros y nadie dijo nada. Al ver que la Guardia Civil no le detenía y que tampoco detectaban el robo del dinero, ideó un nuevo plan: «Simuló la firma de su tía en un documento en julio de 2013. Se trataba de un documento de alquiler por el que Liria, recordemos que ya estaba muerta, le cedía el uso de la casa de Majadahonda durante 15 años, por 18.000 euros, que no abonó, para alquilar las habitaciones de dicha vivienda”, prosigue el periodista. Y es que a raíz de aquellas pesquisas, los guardias civiles repararon en que la casa de Majadahonda pertenecía a Liria Hernández, tía de Bruno.

«Aunque intentaron dar con su paradero para interrogarla, les fue imposible. Al analizar la máquina trituradora se llevaron una sorpresa mayúscula. ¡Había restos de ADN de Liria! Lo que les permitió concluir que también la había asesinado y deshecho su cuerpo. Según el Fiscal ocurrió en 2010. «Posteriormente procedió a trocear y destruir el cuerpo de la víctima utilizando para ello la máquina picadora industrial marca Braher modelo P22 que tenía en el sótano». Nadie se dio cuenta de su ausencia. Liria no tenía a nadie que se preocupase por ella. Nació en 1954, se había divorciado hacía 31 años, tuvo un hijo que había fallecido en 2006 y a sus cinco hermanos no les importó no saber nada de ella durante años. Explicaron que como no mantenían contacto, ni una felicitación de cumpleaños, ni un mensaje por Navidad, nada, nunca se percataron de que estaba desaparecida y por tanto nunca denunciaron su desaparición. Tampoco en los bancos en los que Liria tenía cuentas bancarias se apercibieron de que la habían matado.

Según el Ministerio Público, tanto en el caso de Adriana como en el de Liria, Bruno «hizo desaparecer lo que había quedado de los cuerpos ocultándolos en lugar que se desconoce ya que la mencionada picadora industrial utilizada en ambos casos, era de gran potencia y capaz de triturar carne y huesos, previamente troceados aptos para entrar por la boca de carga de la máquina». A Adriana se la llegó a buscar durante siete meses en el vertedero de Pinto. El coste de la búsqueda casi alcanza el millón y medio de euros. El juicio, en el que la máquina trituradora estará presente en la sala por si el jurado popular pide verla, se celebrará el 11 de septiembre. El fiscal aunque reconoce que el acusado padece esquizofrenia paranoide, pide que sea condenado a 9 años y 11 meses por cada homicidio y a otros seis años más por estafa, falsedad documental y tenencia ilícita de armas. Leer más.

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