CARME CHAPARRO* ¿Tenemos al coronavirus entre nosotros desde mucho antes de lo que nos pensamos? Ya en enero el hospital Puerta de Hierro de Majadahonda tuvo a varios pacientes ingresados en estado grave con una neumonía que entonces se quedó sin identificar. Ahora –según me han contado varios doctores– se sospecha que pudo ser coronavirus, aunque ya es imposible tener la certeza de ello. En una farmacia cercana al hospital una mujer española cuenta que su hijo ha pasado la cuarentena en casa. Resulta que trabajaba en Wuhan, y huyó de la zona cero del coronavirus a mediados de enero, antes de que cerraran la ciudad. Ha estado en cuarentena, no ha salido de casa, cuenta la madre. Y yo me horrorizo al pensar que los que sí que han salido han sido el resto de miembros de la familia.


En esa farmacia, por cierto, se ha agotado hasta el alcohol. La gente se está llevando de manera compulsiva -e inútil- cualquier cosa que cree que le puede servir, incluido todo tipo de vitaminas o suplementos alimenticios, aunque la farmaceútica le diga que no sirven para nada. Les da igual. El pánico es mayor que la razón. Delante de mí, en la larguísima cola que he tenido que hacer, un anciano ha pedido una mascarilla para su mujer, enferma de cáncer. El hombre llevaba la receta expedida por el oncólogo, pero ni aún así ha podido hacerse con una. No hay. Y su esposa -paciente de altísimo riesgo- está ahora expuesta a cualquier virus. Incluso el más inofensivo puede matarla.

Yo pido medicación para una enfermedad crónica. No tengo, me contesta la farmacéutica, pero voy a encargarte para tres meses, porque de momento el sistema de distribución de medicamentos funciona perfectamente, pero con este miedo y la altísima demanda de todo, hasta que ibuprofenos, igual se ralentiza. Un rato antes, en el centro de salud varias mesas puestas ante el mostrador impiden que las personas se acerquen a los administrativos que atienden a los pacientes nada más entrar. Por todas partes, varios carteles recuerdan las precauciones que hay que tomar. Y en la consulta, la doctora nos recibe con mascarilla puesta y las sillas donde nos sentamos pegadas a la pared, lejos de su mesa. Si tiene que acercarse al enfermo o explorarlo, se lavará enseguida las manos con gel desinfectante. *Carme Chaparro es periodista y residente en Majadahonda. Se define como «presentadora de Informativos en Cuatro, columnista en Yo Dona, GQ y The Objective, experta en formación de portavoces y gestión pública de crisis y feminista». Artículo publicado en Yahoo.com.

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