Leopoldo Mª Panero, con 66 y 26 años

PAULA BERBELL. En febrero de 1971, con Franco aún vivo y coleando, aparece el número 218 de la revista “Poesía española e Hispanoamericana”. Dirigida por José García Nieto desde el Ateneo de Madrid posee aires reformistas e ilustrados desde dentro del régimen. En uno de esos ejemplares que resultan una joya hemerográfica figura el poeta Juan Luis Panero, entonces con 29 años. Otro joven de 36 años llamado Francisco Umbral, metido en lides de crítica poética, explica allí como “hay poetas de las zonas frías, como Valéry, y poetas de las zonas tórridas, como Baudelaire. En España, país de clase media, se ha dado mucha poesía de zona templada, y por ahí vienen los grandes hallazgos de un Salinas o un Panero”. Se refiere al padre, Leopoldo Panero, a propósito de un comentario sobre la poesía de Carlos Murciano editada en la Colección Leopoldo Panero de Ediciones de Cultura Hispánica. Su mención sirve de recuerdo a la ciudad de Astorga, que celebra este 27 de julio las primeras Jornadas de Homenaje a su hijo primogénito, el también poeta Juan Luis Panero. Y el día 25 de agosto, en los cines Zoco de Majadahonda, un acontecimiento cinematográfico singular: la reemisión en pantalla grande de «El Desencanto». En este artículo, Umbral habla del segundo hijo, el también poeta Leopoldo Mª Panero.


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Bunbury, Panero y Ann

Francisco Umbral y Luis Antonio de Villena le llamaban el “Rimbaud” español, pero a Leopoldo María Panero no le gustaba esa comparación: “No me gusta Rimbaud, me gusta más Verlaine: “El árbol que tiembla y el pájaro que llora”, le confiesa a Federico Utrera en su libro «Después de Tantos Desencantos». En la última etapa de su vida sus preferencias, sin presión de las equiparaciones o los colores nacionales, eran otras: “A mí la poesía norteamericana me gusta más que la surrealista francesa”, decía. Y recitaba a E. E. Cummings. En la película «Un día con Leopoldo María Panero», ante el asombro de los músicos Carlos Ann y Enrique Bunbury, menciona a Allan Tate, Hart Crane y Bukowski, pero rechaza el libro de este último “El infierno es un lugar solitario”, que Carlos Ann quiere regalarle. “No, prefiero otro”, le responde, porque él busca las poesías completas.


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Homenaje a Umbral en el Café Gijón

Umbral había entrevistado como periodista a su padre, Leopoldo Panero, según refleja en su libro “La noche que llegué al Café Gijón”: “Lo visité en su despacho. Tenía la cara bondadosa y grande, las manos moradas y la voz muy oscura, Me había gustado mucho su poesía porque era la poesía de lo cotidiano, con momentos de prosa sensible y un repaso enamorado a lo que cualquiera podía ver y tocar. A veces entendía mejor a estos poetas de lo sencillo –Panero, Rosales, Valverde, Vivanco– que a los grandes líricos de lo lírico puro, porque no siempre estaba uno para echar a volar”. No es ningún secreto que desde aquella entrevista, Leopoldo Panero se convierte en uno de sus poetas preferidos, o al menos lo fue en la década de los ochenta: «Yo he sido transparente viajando en bicicleta», comienza un poema de Leopoldo Panero. Para los poetas del 36, la bicicleta ya no era pérfida, como para los del 27. Ahora, aquellos niños-vestidos-de-blanco, que han llegado a ediles o registradores de algo, que tienen puestos políticocatastrales, se mueren de risa cuando Tamames o los ecologistas o alguien habla de implantar en este Madrid pestífero la transparente bicicleta”.

Leopoldo Panero con Franco en la inauguración de la vanguardista Bienal Hispanoamericana

Leopoldo Panero con Franco (1951) en la vanguardista Bienal Hispanoamericana

“Aquel general superlativo había muerto culturalmente diez años antes de morir. Fernando Savater, Leopoldo María Panero, Francisco Nieva, Juan Benet, no eran entonces sino el aire de un crimen, el que la censura franquista perpetraba todos los días contra ellos”; “En libertad o democracia, el sistema social que vivimos impone a los jóvenes una adolescencia forzosa, y el término, aparte de dramático, es casi poético, y me recuerda aquello, inolvidable, de Leopoldo Panero (la otra noche ha saludado a Felicidad con todo mi amor): “Y regresaba siempre adolescente”. Franco les imponía la adolescencia cuadriculada del cuartel, les mantenía al margen de la Historia, como los “grandes ausentes” (cosa que alguien dijo de los campesinos), y la sociedad capitalista, con la intensificación de los estudios, por un lado, o con la falta de un primer empleo, por otro, también hace que “regresen siempre adolescentes”. (Qué trinidad de poetas, Panero, Rosales, Vivanco)».

Perceval y Picasso, en la célebre foto de Pérez Siquier

Perceval y Picasso, en la célebre foto de Pérez Siquier

«Ayer he comprado al librero Berchi, en la cuesta de Moyano, un número de Escorial del año 41, porque quiero rever / releer lo que aquellos intelectuales –Laín, Tovar, el citado Rosales- salvaban y salvaron de la cultura que la guerra dejó sin brazos, como a la Venus de Milo”; “De modo que el gran Eugenio d’Ors luchaba por un ideal incierto contra un siglo venidero y coloreado. Su purgatorio es «La degollación de los inocentes«, del almeriense/indaliano, y sordo, Perceval, donde aparece el maestro d’Ors de la Academia Breve y el Salón de los Once con su traje blanco de los veranos de la postguerra nacional. En los Congresos de Poesía de Segovia, con Gironella y Panero, ya se lo hace todo por encima, en la presidencia. Está acabado”.

Programa de las Jornadas de Homenaje a Juan Luis Panero (Astorga, 27 y 28 de julio): descargar

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