CRESCENCIO BUSTILLO. Regresábamos hacia el cuartel, sin prisas, por los ‘bulevares’ del Paseo de Argüelles, cuando en la Plaza de Quevedo vimos paseando dos jóvenes tranquilamente, con una conversación muy interesante o así lo parecía. Al mirarlas, la primera impresión que daban era que se trataba de la señorita y la criada, por la enorme diferencia que había entre las dos. La que parecía la criada era bajita, poco agraciada físicamente y vestía y calzaba con gran sencillez. La otra, en cambio, era alta, con buen tipo y un rostro esbelto, con ropa de calidad superior, no exenta de fina elegancia. El cabo Arcos, que no había quien le ganara a dirigirse a una mujer con algún piropo o cuchufleta, se dirigió con una de las suyas a la que parecía la criada. Ella no solo lo aceptó, sino que le contestó…




Majadahonda Magazin