«El verano es también un momento para disfrutar de los pequeños placeres. Un helado en una tarde calurosa, una caminata por el parque, una conversación con un amigo. Estos momentos, aunque simples, son los que realmente dan sentido a la vida. A través de ellos, encuentro una conexión profunda con el pasado y una apreciación sincera del presente»

MIGUEL SANCHIZ. (15 de agosto de 2024). A mis 91 años, el verano trae consigo un torrente de recuerdos y reflexiones. La vida me ha enseñado a apreciar cada detalle de esta estación, que siempre me ha parecido un espejo del propio ciclo vital: vibrante, cálida y llena de promesas. Desde la perspectiva de un veterano, estos días soleados son una mezcla de nostalgia y gratitud. Imagina un día de verano en mi jardín, cuando lo tuve en Monteclaro (Majadahonda) . Los colores vibrantes de las flores, el zumbido perezoso de las abejas y el suave susurro del viento en los árboles me traen recuerdos de tiempos pasados. Ahora, en estos años dorados, el verano es también una época para reflexionar sobre los cambios que he presenciado. He visto cómo la globalización ha transformado nuestro mundo, trayendo consigo tanto maravillas como desafíos. Los productos de todo el mundo que ahora llenan nuestras tiendas y hogares, la mezcla de culturas que enriquece nuestras ciudades, son testimonio de una era de interconexión sin precedentes. Sin embargo, también he visto cómo esta misma globalización puede erosionar nuestras identidades culturales y traer consigo una sensación de pérdida.

Miguel Sanchiz

El verano es también un momento para disfrutar de los pequeños placeres. Un helado en una tarde calurosa, una caminata por el parque, una conversación con un amigo. Estos momentos, aunque simples, son los que realmente dan sentido a la vida. A través de ellos, encuentro una conexión profunda con el pasado y una apreciación sincera del presente. Así, en este verano de mis 91 años, mientras el sol brilla y la vida florece a mi alrededor, siento una mezcla de serenidad y propósito. La globalización ha cambiado muchas cosas, pero el valor de las experiencias humanas, de las conexiones personales y de las tradiciones culturales sigue siendo tan vital como siempre. Y es mi esperanza que, al compartir estas reflexiones y experiencias, pueda contribuir a un futuro donde se celebren tanto la diversidad como la singularidad de cada cultura, en un mundo cada vez más interconectado. Y, sin querer, vienen a mi memoria los versos de Juan Ramón Jiménez: «Y yo me iré / y se quedaran los pájaros cantando/ y en mi jardín, florido y encalado/ mi espíritu, errará nostálgico».

 

Majadahonda Magazin