“Tu tarea consiste justamente en desocupar de falacias las volubles informaciones que se fueron juntando en tu experiencia, desplazar esos conocimientos a los trasuntos perdidizos del olvido, corregir desde el fondo lo infundado. Todavía estás a a tiempo de comenzar a reconstruir tu casa, reescribir tu historia, desaprendiendo al fin lo consabido”. Así termina “Desaprendizajes”, V Premio Umbral al Libro del Año que ha recaído en José Manuel Caballero Bonald. La fotógrafo María España, presidenta de la Fundación Francisco Umbral ha comunicado el fallo del Jurado y ha comentado que “he hablado con el premiado y está muy contento porque era amigo de Paco y mutuos lectores y admiradores”. “Desaprendizajes” es el primer libro de poesía que entra en el palmarés del premio Francisco Umbral y para Fernando Rodríguez Lafuente –miembro del Jurado y director de ABC Cultural- “un libro conmovedor, que deja claro que al final lo que uno hace es volver al principio”.
Por su parte, el alcalde de Majadahonda, Narciso de Foxá, ha manifestado durante su intervención que “lo que empezó siendo el Premio Umbral de Novela de Majadahonda, que Paco presidía cada año, es hoy, gracias al empeño y esfuerzo de María España y al apoyo de Unidad Editorial y del Ayuntamiento de Majadahonda, un referente en el panorama literario”. Los ganadores anteriores de este Premio, dotado con 12.000 euros, han sido «Las cuatro esquinas», de Manuel Longares (2012), «La cabeza en llamas», de Luis Mateo Díez (2013), «En la orilla», de Rafael Chirbes (2014), y «Réquiem habanero por Fidel», de Juan José Armas Marcelo (2015).
Pero ¿Qué es “Desaprendizajes” y por qué se ha premiado? José Manuel Caballero Bonald, Premio Cervantes 2012, lo editó con Seix Barral «contra todos lo pronósticos», y en el que «hay parodias, sarcasmo, ironía, y, sobre todo, crítica de la vida y crítica de la cultura de nuestro mundo contemporáneo». “Éste es un libro que se ha concebido y publicado contra todos los pronósticos porque pensé que mi libro anterior, ‘Entreguerras’, iba a ser el último, ya que es un libro testamentario donde resumía los episodios más significativos de mi biografía y en el que estaba todo lo que me quedaba por decir», aseguró el poeta en un encuentro con los periodistas previo a la presentación al público en Sevilla.
Sin embargo, «se me cruzó de pronto una forma de entender la poesía que ya había aparecido en algún libro anterior, como ‘Descrédito del héroe’ (1977) y luego, posteriormente, ‘El laberinto de fortuna‘, que son poemas en prosa, aunque no me gusta llamarlos así porque esto es un poema dispuesto tipográficamente como si fuera prosa”. De este modo, el autor explica que ‘Desaprendizajes’ «tiene algo de enfrentamiento a una realidad que no comparte, a cosas que le han enseñado de mala manera, que ha asimilado malamente y que cree que hay que desaprender, olvidar, y volver a aprender de otra forma», toda vez que explica que este libro está lleno de preguntas, a algunas de las cuales contesta y otras no sabe qué contestar, pero «dan origen a otras preguntas consecutivas».
Así, en ‘Desaprendizajes‘ hay poemas referidos al «drama bélico» de Oriente Próximo, pero también otros de la vida cotidiana, de la propia tierra en la que vive. De este modo, una de las piezas representa al Coto de Doñana, uno de sus parajes «más reiterativos» en literatura y donde vive prácticamente medio año, porque «ver desde mi ventana la desembocadura del río y los pinares de Doñana es para mí una recompensa impagable». Preguntado sobre si ese ‘desaprendizaje’ es también una poética, el autor responde que «se podría llamar una poética del desaprendizaje», porque «aunque no todos los poemas respondan a ese objetivo, sí hay muchos que intentan enfocar de otra manera lo aprendido». En este sentido, afirma que en varios poemas aparece el concepto de poesía como «una construcción verbal», porque «la verdadera poesía está hecha con palabras que se juntan y abren una nueva realidad al lector». «La poesía no cuenta historias, cuenta ideas».
Además, el autor habla de Andalucía y dice que para él «el andaluz verdadero es el reconcentrado, el introvertido, el melancólico, ya sea Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado o Luis Cernuda; el andaluz jaranero, alegre, dicharachero, exagerado, son tópicos y lugares comunes que detesto y no me parece que respondan al verdadero tipo de andaluz, que es el que Cernuda ha descrito por ejemplo en ‘Ocnos’«. Un andaluz —el estereotipado— con «el que nada tengo que ver, aunque me siento muy andaluz”. Sobre las afirmaciones que apuntan que este libro «parece invocar a las vanguardias por el simbolismo del que habla», el también Premio Nacional de las Letras 2005 y el Premio Nacional de Poesía 2008 ha dicho «no ser consciente de esa preocupación por las vanguardias» y reitera «haber hecho hincapié en una forma de entender la poesía que es el poema escrito como prosa, donde tengo más libertad para contar o dar ideas de ciertos aspectos de la vida que de otra forma no me sería tan cómodo”.
Además, indica que «no le interesa que el poema se entienda del todo, basta con que produzca una emoción en el lector”: «el que no tiene dudas es lo más parecido a un imbécil”. Del mismo modo, y sobre la duda, un tema recurrente en este volumen, Caballero Bonald manifiesta que «la duda es una actitud personal muy positiva» y que la incertidumbre «te hace meditar y ver las cosas de una manera más apacible». «La duda es el factor desencadenante del pensamiento; hay que dudar para poder llegar a saber cosas», apostilla. Pero Caballero Bonald también se preocupa en ‘Desaprendizajes’ por la deriva de la sociedad, donde «los malos modales son cada vez más evidentes», señala. «La educación mal entendida y la acumulación de gregarios y obedientes que se ven en todas partes y que a mí me producen verdadera alergia, sobre todo el gregario, el dogmático, el obediente, tres grupos humanos que conforman un sector bastante caudaloso de la vida contemporánea».
Preguntado sobre si ‘Desaprendizajes’ es un buen libro para gente que nunca ha leído a Caballero Bonald, ha respondido que «no está mal», pero asegura que «no lo considera su mejor libro». En este sentido, el jerezano confiesa que «su mejor» libro es ‘Ágata ojo de gato’ (1974) —supuesta novela dedicada al Coto de Doñana— porque «pienso que estoy muy bien expresado». Ya en poesía, el autor considera «importante» ‘Entreguerras’, su obra anterior. Por último, y cuestionado sobre por qué no decidió continuar con sus memorias, que tras dos volúmenes finalizan en 1975, Caballero Bonald asegura que «tenía previsto continuar», pero «el segundo tomo termina cuando muere Franco, un hecho que marca una frontera muy contundente para la gente de mi edad». Luego, explica que «vivió muy de cerca la Transición, y vivió en permanente zozobra esos años que van desde la muerte de Franco hasta el Golpe de Estado de Tejero«, unos años que el escritor tacha como «atroces para la historia de España».
Todo lo ocurrido es esos años manifiesta que le creó “una atmósfera muy negativa», por lo que apunta que no le gusta acordarse de ese tiempo, y por ello no siguió las memorias, puntualiza. En este sentido, Caballero Bonald dice «no tener muy buena opinión» sobre cómo transcurrió la Transición, porque «la Ley de Amnistía fue, sobre todo, una especie de pacto que motivó que los crímenes del franquismo quedaran sin juzgar, y faltó un tribunal que los juzgara». «Esto motivó que hubiera un franquismo latente que de cuando en cuando surgió y sigue surgiendo». Por último, el poeta —que actualmente está escribiendo semblanzas sobre gente del mundo hispánico que ha conocido— asegura que «aún hay cosas que le quedan por aprender», y confiesa que le hubiera gustado aprender dos cosas que para él son dos frustraciones: tocar el saxo en una orquesta de jazz y haber aprendido la lengua árabe.
El crítico Santos Domínguez reseñó ‘Desaprendizajes‘ con estas palabras: “Todo lo subterráneo tiene un orden, escribe en uno de los poemas del libro. Y a encontrar ese orden, a explorar las claves invisibles de lo visible, a reordenar la realidad con la palabra se orientan los poemas de Desaprendizajes, que contienen en su incansable voluntad interrogativa una propuesta de restablecimiento del sentido, una reinterpretación del mundo a través de una poesía visionaria y desobediente en la que se conjugan ética y estética, crítica y memoria. Como en gran parte de la obra de Caballero Bonald, el poema se convierte en un entramado lingüístico que contiene su propias claves porque vertebra una nueva imagen de la realidad, porque el texto es el resultado de una construcción verbal en la que se practica también el desaprendizaje de la gastada carga informativa del lenguaje para abordar un redescubrimiento del mundo, a medio camino entre las revelacionas iluminativas de los místicos y las exploraciones alucinadas de Rimbaud”.
“A esa nueva luz, con esa mano que toca el mundo para redescubrirlo, se suceden en los textos de Desaprendizajes el canto de los pájaros en la mañana de una fronda de cipreses, la mirada crítica sobre el paisanaje andaluz, la ambivalencia de un espejismo nocturno en el Campo del Sur o la identidad propia anclada en el frágil cañamazo en que se hilvana la memoria. Deambulaciones en busca del secreto por los territorios oscuros de la conciencia y el recuerdo, aproximaciones al borde del abismo de los acantilados, rastreo de indicios retrospectivos… Esas son algunas de las claves de un libro que practica una poética de las heridas, pero es también una suma de discrepancias, una guía de perplejos y el relato de un viaje al fondo secreto de las cosas, al encuentro de sí mismo por parte de un poeta instalado conscientemente en la nocturnidad cuando la luz declina como la conciencia y el tiempo es una atenuada imperfección”.