JULIA BACHILLER. Con motivo de la celebración del Día de Todos los Santos del lunes 1 de noviembre (2021), la Virgen de la Soledad de la Parroquia de Santa Catalina Mártir de Majadahonda luce por primera vez en la historia de esta localidad un traje de luto, “signo exterior de pena y duelo en ropas, adornos y otros objetos, por la muerte de una persona” según definición de la RAE. Así permanece desde este viernes 29 de octubre y durante todo el mes de noviembre. El diseño y elaboración de este vestuario ha sido realizado por el modisto majariego David de Calle, que en su taller de Majadahonda ha ideado y confeccionado esta vestimenta, lo que le ha llevado a crear un patrón propio para la virgen, algo que nos hace suponer que pronto nos sorprenderá con nuevas diseños, cargados de devoció. Un laborioso trabajo que siempre aporta con ilusión en esta parroquia a la que pertenece. Para esta ocasión, el diseñador ha elaborado una saya, compuesta por vestido y mangas, en tela de sarga y color negro azulado, adornado con puntilla dorada. Destacan también los puños de encaje alrededor de las manos, y el fajín de raso con pasamanería en color vino burdeos. Todo un conjunto “tipo Felipe II, muy castellano de negro riguroso”, según asegura su autor. Por otra parte, cabe destacar el manto, que es el que originalmente lució la virgen cuando en un principio estaba situada junto al altar mayor, así como la mantilla que procede de la donación de una feligresa, al igual que el rostrillo que adorna a la imagen. Unos sencillos accesorios con motivos del luto complementan su indumentaria: un rosario de color negro, una sencilla corona y un broche con un corazón con siete puñales clavados: “Los siete puñales representan los siete dolores de la Virgen María, referidos a los sucesos de la vida, pasión y muerte de su hijo”.
En estas fechas hay que diferenciar entre la celebración de Todos los Santos (1 noviembre) y la Conmemoración de los Fieles Difuntos (2 noviembre). Para ello reproducimos las palabras del Papa Francisco: «Estas dos celebraciones están íntimamente unidas entre sí, como la alegría y las lágrimas encuentran en Jesucristo una síntesis que es fundamento de nuestra fe y de nuestra esperanza. En efecto, por una parte la Iglesia, peregrina en la historia, se alegra por la intercesión de los santos y los beatos que la sostienen en la misión de anunciar el Evangelio. Por otra, ella, como Jesús, comparte el llanto de quien sufre la separación de sus seres queridos, y como Él y gracias a Él, hace resonar su acción de gracias al Padre que nos ha liberado del dominio del pecado y de la muerte». A lo que añade: “los Santos y las Santas no son simplemente símbolos, seres humanos lejanos e inalcanzables, sino personas que han vivido con los pies en la tierra y han experimentado el trabajo diario de la existencia con sus éxitos y fracasos, encontrando en el Señor la fuerza para levantarse una y otra vez y continuar el camino». Y finaliza diciendo: “al recordar a los Santos levantamos la mirada al cielo, no para olvidar las realidades de la tierra, sino para enfrentarlas con más coraje y esperanza”.