JUAN NOVOA. *Co-portavoz de «Más Madrid» en Majadahonda. Ademas de la centrifugación, Majadahonda tiene desde hace años un problema de vivienda que provoca que el que ha crecido y se ha criado aquí, no pueda comprar una vivienda aquí. Esto provoca un desarraigo notable. El sector B de Boadilla y la vecina Villanueva del Pardillo están llenas de majariegos que no pudieron adquirir sus viviendas en su propio pueblo. La política aquí es la que decide las dinámicas. Tenemos una empresa que se llama PAMMASA. Según la web, desde 1992, año de su creación, se han creado (redoble de tambores) ¡más de 1.000!. ¡En 30 años!. Pero hay más. Hace 6 años se vendieron unas cuantas a uno de esos fondos privados y supertransparentes en cuyos consejos de administración es fácil encontrar apellidos que nos resultan familiares. En 2015 tuve ocasión de entrevistar al alcalde, Narciso de Foxá. Le pregunté por que se iban a vender esas viviendas. Su respuesta fue que habían sido construidas por empresas que “también tenían derecho a ganar dinero”. Pues bien. PAMASSA se ha visto envuelta en numerosos escándalos en los últimos años El último llevó a Majadahonda a las noticias por lo siguiente. De un lote de 23 viviendas destinado a alquiler social para familias especialmente desfavorecidas, el equipo de gobierno, con la influencia inestimable de Vox, decidió reservar 2 para mujeres desfavorecidas que decidieran no abortar. Y es que la ideología es la ideología y en Majadahonda tenemos una bandera gigante y muchas iglesias. Y esto lo cuento porque estaba presente, pues si me lo dicen no me lo creo: el día que Narciso de Foxá tomó el bastón de mando después de las municipales del 2015 comenzó su discurso saludando a las autoridades civiles y ¡a las religiosas!
El centro de Majadahonda está peatonalizado. Desde hace muchos años. Las obras costaron un montón de millones, el parking que hay debajo es una ruina y parte de aquel sueño faraónico sirvió para financiar las campañas electorales de Esperanza Aguirre, pero eso es otra historia. Bien. Sobre esta Gran Vía peatonal tenemos un escaparate de lujo. Eso sí: el escaparate alcanza a la Gran Vía, exclusivamente, porque las calles aledañas están llenas de pequeños comercios condenados al cierre. La foto de la Gran Vía es luminosa, llena de terrazas repletas de gente sonriente. Las de las calles son fotos de comercios cerrados. En una ciudad diseñada para gente con coche, todo el centro está destinado a zona azul, parking de pago. Los coches eléctricos también pagan, porque claro, no debe haber problemas de contaminación. Teniendo en cuenta que hay pocas plazas de aparcamiento, que no son gratis, y que el transporte público no llega al centro con la fluidez necesaria, los residentes de esas urbanizaciones de gente pudiente con coche no pierde un minuto en visitar los comercios del centro. ¿Para qué, si tengo centros comerciales a tiro de piedra con las mejores marcas multinacionales?. Si a eso unimos el escaso nivel de digitalización de las pymes, resulta que ese comercio local languidece, entre otras cosas porque un amplísimo porcentaje de los vecinos de Majadahonda ni siquiera sabe que esos comercios existen, porque no pisan el centro, más allá de las luminosas terrazas de la luminosa Gran Vía, donde algún sábado, si tienes suerte, los del PP, los de Vox o los de Ciudadanos le dan un globito a los niños. Y eso de la digitalización me recuerda que la pasada semana el Ayuntamiento de Majadahonda anunció un plan de ayudas a la digitalización para… 20 empresas. Sí. 20. Próximo capítulo: «Un minuto de silencio por la cultura en Majadahonda»
¿Y?
No se les quiere ni ver.