Dalí (1951): «Mi arte es un recordatorio de que lo extraordinario existe en lo más común, si uno sabe dónde buscar. En un mundo que avanza rápidamente hacia la uniformidad y la banalidad, mi arte debe servir como un faro que guía hacia lo surreal, lo irracional, lo sublime. Es un desafío constante contra la mediocridad. Quiero que mi obra inspire a las futuras generaciones a no conformarse, a buscar siempre más allá de lo que ven, a explorar sus propios universos interiores con la misma intensidad con la que yo exploro el mío»

MIGUEL SANCHIZ. (7 de septiembre de 2024). El personaje era difícil. Me lo habían impuesto como trabajo de fin de curso en la Estación Escuela de Radio Juventud en Barcelona, donde me estaba formando en el maravilloso oficio de comunicar. Tarde tres días en conseguir los datos del artista –hoy me hubieran costado menos de 10 segundos–, la entrevista se grabó en un magnetofón de hilo, marca Ingram, hoy en un Museo de la Radio. Para las preguntas al pintor, recurrí a un critico de Arte. La entrevista la transcribí a mano y la conservo como un recuerdo de mis inicios en la Radio. Yo tenía 18 años y el personaje era Salvador Dalí. No es una entrevista imposible sino que fue real, se produjo en 1951, año en el que pronunció su célebre conferencia en el Teatro María Guerrero de Madrid, anunciada con el título “Picasso y yo”, donde declaró: “Picasso es español, yo también. Picasso es un genio, yo, también. Picasso tendrá unos 72 años, yo unos 48. Picasso es conocido en todos los países del mundo, yo también. Picasso es comunista, yo, tampoco”. Aquí empezaron las primeras ovaciones. Al final de la entrevista, el personaje, por lo visto se apiadó de mi nerviosismo y abandonó la distancia que había mantenido en todo momento y me comentó sus viajes por Europa y Estados Unidos. Se me olvidó pedirle un autógrafo y lo lamento de veras.

Miguel Sanchiz

Miguel Sanchiz: Señor Dalí, su obra siempre ha estado en el centro de controversias y admiración. Para comenzar, ¿cómo definiría usted su papel como artista en el mundo actual? –El arte no es para todos, querido amigo. El verdadero pintor es aquel que sabe transformar lo trivial en lo sublime, lo cotidiano en lo extraordinario. Mi papel como artista es cumplir con mi destino, no para agradar a los demás, sino para manifestar mi genio. No hago arte para la masa; lo hago para mí, para explorar los rincones más profundos de mi imaginación. En su obra, “La persistencia de la memoria” representado de manera icónica por los relojes blandos. ¿Qué significa el tiempo para usted? –El tiempo es una de las pocas cosas importantes que nos quedan. No me interesa tanto lo que hago en el momento, sino lo que será recordado. Mis relojes blandos no son más que una representación de cómo el tiempo se diluye, se funde en la memoria. El tiempo no es rígido, es maleable, y en mi obra trato de capturar esa esencia.

“La persistencia de la memoria” (1931): «El tiempo no es rígido, es maleable, y en mi obra trato de capturar esa esencia».

Hablemos de su método paranoico-crítico, que ha revolucionado su forma de crear. ¿Cómo describiría este método? –El método paranoico-crítico es un instrumento de carácter irracional, que permite la interpretación delirante de los fenómenos del mundo. A través de él, puedo explorar lo irracional y darle forma en mis pinturas. Este método ha permitido una de las mayores revoluciones estéticas de nuestro tiempo, y es la llave para liberar lo que yace en lo más profundo de la mente. Gala, su esposa y musa, parece tener una influencia profunda en su vida y trabajo. ¿Qué puede decirnos sobre ella?. –Gala es mi diosa, mi inspiración. Todo lo que hago es para ella. Sin Gala, Salvador Dalí no existiría; sin ella, no habría pintado ni una sola línea. Es mi vida, mi resurrección diaria. Cada pincelada que doy, cada idea que concibo, está impregnada de su espíritu.

Dalí (1951): «Gala es mi diosa, mi inspiración. Todo lo que hago es para ella. Sin Gala, Salvador Dalí no existiría; sin ella, no habría pintado ni una sola línea. Es mi vida, mi resurrección diaria. Cada pincelada que doy, cada idea que concibo, está impregnada de su espíritu».

En este mundo cada vez más materialista y veloz, ¿qué mensaje cree que su arte debe dejar a las futuras generaciones?. –Mi arte es un recordatorio de que lo extraordinario existe en lo más común, si uno sabe dónde buscar. En un mundo que avanza rápidamente hacia la uniformidad y la banalidad, mi arte debe servir como un faro que guía hacia lo surreal, lo irracional, lo sublime. Es un desafío constante contra la mediocridad. Quiero que mi obra inspire a las futuras generaciones a no conformarse, a buscar siempre más allá de lo que ven, a explorar sus propios universos interiores con la misma intensidad con la que yo exploro el mío. Usted ha mencionado que, desde niño, su ambición ha sido crecer y superarse constantemente. ¿Cuál es su ambición ahora?. –Mi ambición no ha cambiado mucho, aunque se ha refinado. Desde niño, quise ser cocinero, luego Napoleón, y ahora solo deseo ser Salvador Dalí, nada más. Pero, afortunadamente, ser Dalí es una tarea que nunca termina, un proyecto en constante evolución. Mi ambición es seguir siendo el genio que soy, seguir desafiando las expectativas, y continuar explorando los límites del arte y de la realidad misma.

El Cristo de Dalí (1951)

Finalmente, señor Dalí, si pudiera definir su vida en una sola frase, ¿cuál sería?. –Mi vida es una obra de arte en sí misma, un acto continuo de creación y destrucción, un perpetuo renacimiento. Vivo cada día como una representación teatral, donde yo soy el director, el actor, y el espectador a la vez. Mi vida es la encarnación de la paradoja y el misterio, una obra maestra que aún no ha terminado.

 

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