MIGUEL SANCHIZ. Juan Manuel Morales Chávez es un destacado médico y escritor venezolano, nacido el 25 de enero de 1966 en Maiquetía (Venezuela) y que vive en Las Rozas (Madrid). Formado en la Universidad Central de Venezuela, Juan Manuel Morales Chávez se especializó en Anestesiología y Reanimación, llevando más de tres décadas de ejercicio profesional. Su carrera lo llevó a trabajar en diversos hospitales en Caracas antes de trasladarse a España en 2007, donde ha ejercido tanto en la medicina pública como privada. Desde joven, influenciado por su madre, profesora de literatura, Juan Manuel Morales Chávez desarrolló una profunda pasión por la lectura y la escritura, colaborando con publicaciones universitarias y locales antes de escribir novelas como «Las tías», «El eco de las voces», y «El litigio de los dioses» (Ed. Verbum), esta última inspirada en su experiencia médica. Su vida refleja un compromiso tanto con la ciencia médica como con el arte literario, encontrando en ambos campos una fuente de inspiración y dedicación, de ahí que sea el protagonista de la sección de Gente Maja que se Moja en este mes de junio (2024). Cuando se le pregunta qué desafíos enfrentó al emigrar a España y cómo los superó, responde: «El desafío más importante fue comenzar de cero a los 42 años, y ese lo superé trabajando».
¿Cómo fue la transición de trabajar en Venezuela a hacerlo en España?. –Yo llegué a España en un momento muy interesante desde el punto de vista médico, porque lo hice junto a un grupo de anestesistas latinoamericanos, lo que supuso un crecimiento muy grande. Había una interacción personal muy fluida entre nosotros y eso me permitió tener una visión de cada uno de esos países a través de mis compañeros. Conservo grandes amigos de esa época. Por otra parte, debo señalar que España es un país con una gran influencia en Iberoamérica y en particular en Venezuela, donde existió una colonia hispana muy importante que nos siguió enriqueciendo con su cultura, sus costumbres, incluso su gastronomía. Muchos de mis compañeros de estudios eran hijos de inmigrantes europeos, la mayoría de ellos españoles, lo que me facilitó la transición desde el punto de vista personal y profesional.
¿Qué consejos daría a quienes buscan equilibrar una carrera profesional con una pasión por la escritura?. –Lo primero es que te guste lo que haces, tanto tu actividad profesional como la escritura. Para escribir hay que leer mucho, lo que supone una inversión importante de tiempo. En mi caso compaginar ambas actividades es complicado. Hay que tener voluntad, organización y una muy buena disposición para lograr la meta de culminar una novela, eso se hace a expensas de restarle tiempo a otras actividades y en este sentido el apoyo familiar es fundamental; no siempre se entiende que uno no pueda estar en un determinado momento porque estás escribiendo, es un tiempo que dejas de compartir con tus seres queridos, con los amigos. Que te respeten ese espacio y ese tiempo requiere de la comprensión familiar. ¿Cómo influenció Maiquetía su interés inicial por la medicina?. –Mi vocación por la medicina la tuve desde niño. Probablemente influyó que en mi familia materna hubiera varios médicos. Recuerdo que para llegar al colegio de curas en el que me formé, caminaba por una calle en la que estaba el hospital de monjas donde nací. Para entonces trabajaban en él un grupo de médicos muy conocidos en mi pueblo y que eran vistos con respeto desde el punto de vista profesional y personal. Yo me imaginaba que algún día trabajaría en ese hospital, y así fue, muchos años después trabajé en él. Es un recuerdo grato que viene a mi memoria a propósito de esta pregunta.
¿Qué aspectos de la medicina en Venezuela lo marcaron más profundamente?. –Muchas cosas me marcaron durante mi ejercicio en Venezuela. Yo me formé en un momento en el cual había un nivel de exigencia muy elevado para ingresar a la universidad y durante la carrera. Tuve la fortuna de contar con unos docentes que estaban permanentemente actualizándose, formándose y dándoles lo mejor a los estudiantes y médicos más jóvenes. Fueron un ejemplo de dedicación. La formación académica era importante como también lo era la entrega al paciente. Una cosa iba ligada a la otra y eso fue fundamental. La cercanía con los pacientes, ese contacto con las personas me marcó mucho no solo desde el punto de vista profesional sino también desde el punto de vista personal, porque me permitió conocer historias y realidades que de otra manera o en otra profesión, probablemente no hubiera tenido la oportunidad de hacerlo. ¿Podría compartir una experiencia particularmente memorable de su trabajo en hospitales públicos?. –Después de ejercer por más de treinta años, tengo muchas experiencias memorables. Es difícil señalar una en particular. En términos generales pudiera decir que hay pacientes que, a pesar de estar con enfermedades muy duras, complicadas y que saben que su desenlace no va a ser bueno, mantienen el buen ánimo, siempre están de la mejor manera, saludan con una sonrisa, es algo con lo que me he quedado. En épocas más recientes vivimos una situación muy complicada como fue lo del coronavirus. Fue durísimo porque muchas personas perdieron a sus familiares sin ni siquiera poder despedirse. Para el personal sanitario fue agotador y difícil. La entrega del personal de salud fue total y creo que eso quedará para siempre. Lo memorable es la serenidad que han exhibido las personas que han sabido afrontar su final. Lo memorable de una situación como la pandemia de la COVID19 fue la mística y la ética del personal de salud que lo dio todo arriesgándose a sí mismo.
¿Qué le motivó a comenzar a escribir novelas?. –La literatura siempre ha sido una pasión, siempre me ha gustado. Me acostumbré a leer desde niño. Me parece extraordinario tener la posibilidad de conocer a través de una novela, de un cuento, distintos personajes, distintas perspectivas. La literatura es una forma de descubrir realidades, que, de no ser por la ficción, sería imposible hacerlo. Escribir tiene mucho que ver con lo que se lee, con lo que se observa, con lo que se escucha. Leer y escribir es abrirse al mundo. Para escribir hay que aprender a observar y a escuchar. Hay algo en lo que siempre insisto, hay que estar muy pendiente de los detalles que pueden ser la puerta de una historia. Inicialmente hay un proceso íntimo, de maduración, sobre lo que se desea escribir, después surge la necesidad de plasmar esa historia que hemos madurado. Para mí, ese momento coincidió con mi venida a España, tal vez porque ha sido una etapa muy reflexiva de mi vida. Nunca me imaginé que me tocaría vivir fuera de mi país y fue entonces cuando la escritura afloró como una manera de compartir mis vivencias de Venezuela que se han fusionado lentamente con las que he tenido en España. ¿Cómo ha influido su formación médica en los temas y personajes de sus libros?. –La medicina ha sido crucial en mi narrativa, ya que me ha permitido construir personajes de ficción partiendo de distintas situaciones que he tenido que vivir en los hospitales. Un médico tiene mucho de donde sacar para escribir, porque la observación es un elemento importante para llegar a un diagnóstico, y eso ayuda cuando hay que crear a un personaje. En mi última novela, «El litigio de los dioses», esa influencia es más acentuada, porque los personajes se desenvuelven en el gremio médico.
¿Cuál de sus novelas considera que representa mejor su visión como escritor?. –Las novelas que he escrito representan un momento y una circunstancia particular y eso determina la perspectiva con las que fueron escritas. Desde el punto de vista literario «El litigio de los dioses» es mi novela mejor lograda. ¿Cómo ha cambiado su práctica médica con los avances tecnológicos en Anestesiología?. –Los avances tecnológicos han dado un vuelco enorme a la vida en general y la medicina no ha sido la excepción. Hoy en día hay nuevos dispositivos, nuevos medicamentos, nuevas técnicas para trabajar de forma más segura. En la Anestesiología eso se ha tenido mucho peso, sobre todo porque en esta especialidad la seguridad es clave. Para adaptarse a esta nueva realidad ha habido que informarse, estudiar y mantenerse actualizado, lo que implica un esfuerzo personal. Pero la vida de un médico es estudiar constantemente, es estar leyendo, lo que forma parte de su rutina. Los avances tecnológicos han permitido que la sobrevida sea mayor y que tengamos que enfrentarnos a nuevas situaciones, lo que sin duda constituye un gran reto.
«Leer y escribir es abrirse al mundo…», qué razón tiene nuestro buen anestesista y probablemente también buen autor. Para referirse a una persona como él, antiguamente se decía que «… está leído «, añadiríamos en su caso como anestesista «… está estudiado». Enhorabuena.