VICENTE ARAGUAS. (10 de diciembre de 2024). No, Majadahonda no está en el poema construido a base de topónimos, que se llama “Cómo era España”, incluido en “España en el corazón”, ese libro escrito entre la rabia y el amor por Pablo Neruda mientras nuestro país ardía. Sí están Alpedrete, Buitrago, Galapagar, Villalba, Robledo de Chavela. ¡Cuánta música en los nombres de nuestros pueblos! Pero no está Majadahonda. De la que Neruda supo en sus días de aquel Madrid cercado: “Mi casa era llamada/ la casa de las flores, porque por todas partes estallaban geranios; era/ una bella casa/ con perros y chiquillos.” De la que Neruda supo cuando la “Batalla de la Niebla”, amigo como era de Pablo de la Torriente y Miguel Hernández. Por entonces estaba todavía en Madrid, depuesto ya como cónsul de Chile, a punto de marchar a París. Adonde volvió, desde Chile, para organizar, 1939, la marcha del buque “Winnipeg” a Vaparaíso, con más de 2.000 refugiados republicanos. Hoy que los canceladores, de Picasso, Charles Chaplin, Pau Casals, Juan Goytisolo, Alice Munro quieren hacer lo mismo con Neruda, a propósito de Malva Marina, no está de más traer a la mesa del juego biográfico esta memoria.
NERUDA, EN TODO CASO, YA NO VOLVIÓ A ESPAÑA, a la España franquista, salvo en una recalada transatlántica en Barcelona, contada, bien contada, por Luis María Anson, gran amante de la poesía, amigo personal de Pablo Neruda, y un hombre de ese talante liberal (generoso, pues, si nos acogemos a la acepción cervantina) tan raro en el panorama político circundante. Murió en su país natal, en su Isla Negra, rodeado de mascarones de proa, conchas marinas y ediciones de bibliófilo, propias y ajenas. Y, mira por dónde, de pronto –fruto de una “recogida” como Sergio dice, esto es, de recibir libros que le entrega gente que, por mudanzas, fallecimiento de anteriores propietarios y demás, no sabe que hacer con ellos– en el quiosco de la Gran Vía. “Quiosco Manuel”, regentado por su nieto, el citado Sergio, aparece una edición mexicana del “Canto general” (Océano) de 1950. Edición de por sí valiosa pero con el añadido de que incluye una dedicatoria del autor, datada en París, en 1951, a un Virgilio. Dedicatoria que atruena en el aire con un explosivo “Salud!”, que no oculta que la ideología del autor de “España en el corazón” seguía en las alturas ideológicas de costumbre.
NATURALMENTE LE HICE A SERGIO UNA OFERTA, MODESTA, los “mesteres” que yo ejerzo no dan para más, que Sergio rechazó con sonrisa tan amistosa como displicente, seguro de la joyita que el azar ha traído a sus manos de trabajador incansable y padre de familia numerosa. Ante lo que no puedo sino narrar en “Majadahonda Magazin” el pequeño milagro que ha ocurrido en un quiosco de prensa (y chucherías y juguetes sencillos y libros viejos y de ocasión) de la Gran Vía majariega. De Majadahonda, donde la guerra sí que pasó, con sus escombros y heridas, emocionales y físicas (y muertes, por fusilamiento, entre otros la de quien fuera alcalde, Don Candelas Gregorio Millán, 1889-1939, ¿para cuándo una calle con su nombre?) y tuvo por testigo, no sabemos hasta qué punto directo, a Pablo Neruda: “Venid a ver la sangre por las calles,/ venid a ver/ la sangre por las calles,/ venid a ver la sangre/ por las calles!” Esto dejo escrito Neruda en “España en el corazón”, donde nos habla de la “Casa de las Flores”, calles Princesa, Hilarión Eslava, Rodríguez San Pedro, Gaztambide, Mélendez Valdés. Construida por el gran Secundino Zuazo, en 1931, vivienda de Neruda en 1934. Reconstruida tras la guerra hoy presenta un relieve con la figura del poeta chileno en uno de sus ángulos.
Buen recordatorio poético y fabuloso quiosco el de Manuel! Larga vida a los libros!