La Psicología descubre las razones por las que se odia al otro en política: campaña de Vox

DR. FRANCISCO ORENGO. *Psiquiatra de Majadahonda. Hay épocas donde se odia más que en otras. En privado y en publico. En privado genera la actividad de odiar una gran desazón y conflictividad constante que termina dando al traste con relaciones, amistades y negocios. Pero, en lo publico y más concretamente en la vida que llamamos “política”, el odio genera un clima de crispación que intoxica las relaciones sociales y, si se extrema, es el motor de conflictos sociales cada vez más graves, el último de los cuales es la guerra. Pero ¿porqué se odia?. Se odia porque odiar produce placer. Sí, sí, placer. Perverso placer, pero placer. El que odia y no puede ya amar y, sobre todo, el o la que odia mucho, experimenta un estado de potencia, poder y fuerza interna que trasforman la experiencia vital en un estado de exaltación cercano al jubilo. Por eso, cuando vemos fotografías de soldados que van a la guerra, donde serán destruidos la mayoría de ellos, vemos en muchas de sus caras el gozo y la exuberancia de los que creen en la victoria. Es la victoria del que triunfa imponiendo la llamada “razón de la fuerza”, de su odio destructivo.


Portada satírica de «El Jueves» sobre la polémica declaración de Ayuso (PP)

Los líderes políticos que exaltan a sus partidarios con soflamas agresivas, violentas, llenas de odio a un enemigo que se designa previamente, reúnen cada vez a más gentes que al no poder amar al prójimo, tienen y quieren seguirles para sentir esa sensación de triunfo, de goce fanático como el que se ve a menor escala tras la obtención de un K.O. en el ring o de una estocada mortal en la plaza de toros. El odio surge sobre todo en tiempos donde la obtención de placer por vías que llamamos del afecto, sanas, disminuye. Cuando la gente sufre “más de la cuenta”, por ejemplo ahora con la pandemia por el COVID y sus consecuencias, necesita con mucha mayor intensidad apuntarse a causas que ofrezcan una gratificante experiencia de odio al ajeno, al que presuntamente tiene la culpa. Como ahora, cuando vemos las campañas llamadas “electorales” de algunas formaciones y partidos políticos que insultan, zahieren, desprecian y amenazan. Toda esta constelación que describe lo que llamamos en medicina y psiquiatría las relaciones “placer / dolor”, regula las interacciones sociales constantemente. En tiempos donde existe mayor justicia y equidad, donde se premia el esfuerzo y se castiga la corrupción y el engaño, en otras palabras, cuando las relaciones de afecto consiguen compensar los sufrimientos normales que nos da la vida, el odio es menos necesario para obtener placer perverso y motivación para vivir. Por ello, está claro, que el odio no es otra cosa que la metadona del placer y goce sanos donde un beso, una caricia o un mimo son solo el regalo grato y generoso del que ama sin esperar nada a cambio.


Campaña electoral de Podemos

Campaña electoral de «Hazte Oír»

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