J. FEDERICO MTNEZ. “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí” son las siete palabras del cuento más corto del mundo escrito por el novelista Augusto Monterroso. Y bastarían para resumir el partido entre el Extremadura y Rayo Majadahonda (3-2) este domingo 26 de septiembre en Almendralejo. El equipo visitante no compareció hasta el minuto 74 y aunque en 3 minutos el delantero Héctor marcó dos goles, la posibilidad de remontada fue un espejismo: un Extremadura con oficio paralizó el partido y hasta los recogepelotas, con retenciones antideportivas, impedían una gesta que además hubiera sido injusta: el equipo extremeño fue mejor en las dos partes salvo en ese último cuarto de hora final, donde los majariegos apretaron con más voluntad que acierto y con más corazón que cabeza. ¿Donde está la clave del continuo naufragio del Rayo Majadahonda fuera de casa que le aleja de los puestos de cabeza? El guión pareció igual al que manifestó contra el «Sanse«: es un equipo que se echa la siesta con el 0-0 sabedor de su calidad y espera a que los de arriba resuelvan en un balón largo de contraataque. Lo que suele ocurrir es que cuando un equipo se limita a defender suele salir goleado o perdedor. Y eso es lo que ocurrió en el Francisco de la Hera, donde el Extremadura llegó a ponerse 3-0 con diez jugadores tras la expulsión de Rubén Mesa.


J. Federico Mtnez

La alineación inicial ya de por sí fue algo inexplicable: con la brújula de Mario, la precisión de Raúl García y el dribling de Mawi en el banquillo y con una escuadra inicial ultradefensiva, sin un centro de campo claro ni dominador y con el gigantón Néstor Albiach lanzando los corners -sin efectividad alguna-, salía un Rayo Majadahonda a especular. Mientras, la defensa del Extremadura, tras achicar el agua de la inundación que sufrió Almendralejo esta semana, reducía como un pigmeo el ataque majariego. Tuvo el equipo local, agobiado por las deudas y los infortunios climatológicos, más garra, efectividad y ganas de vencer. Y cuando uno quiere, puede. Todo lo contrario del Rayo Majadahonda, que solo cuando bordeó el ridículo del 3-0, despertó. Demasiado tarde: el dinosaurio de Monterroso todavía estaba allí, vestido de azulgrana y festejando la incomparecencia del rival.

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