Rock Hudson fue un actor que ejercía de galán y sorprendió al mundo confesando que tenía SIDA

FERNANDO BRUQUETAS DE CASTRO. *Catedrático de Historia de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y autor de «Outing en España», primer libro sobre la visibilidad pública homosexual.. En 1987 se lanzó una campaña para promover la práctica del sexo seguro, que trataba de contrarrestar la cruzada conservadora que preconizaba la abstinencia. Se denunció la doble discriminación de que eran objeto los homosexuales a causa del estigma del sida y se reclamó el reconocimiento de las parejas del mismo sexo. Este fue un paso muy importante, pues la demanda del matrimonio o el mero reconocimiento de las parejas homosexuales solía dejarse de lado en las reivindicaciones políticas. Unas veces se hizo así, y los gays transigimos, porque se entendió que no era algo prioritario en un país que acababa de salir de la dictadura; pero a finales de los ochenta –y en plena campaña de acoso contra los homosexuales– se reveló que era el momento oportuno.


Fernando Bruquetas

La tragedia por la que pasaban las parejas en que uno de sus miembros –o ambos– habían contraído la enfermedad del sida, así como la imposibilidad legal de hacerse cargo de ellos, porque la ley no consideraba que formaban parte de la misma familia; el no poder visitar a la pareja en el hospital, tener que abandonar el hogar que compartían y demás problemas sociales y sentimentales que llevaban consigo el padecimiento de la enfermedad entre las parejas gays, contribuyó en última instancia a sensibilizar a la población sobre esta problemática y todo lo demás que había de injusto en el no reconocimiento de las parejas del mismo sexo. El reconocimiento público por parte del actor Rock Hudson de su condición de homosexual y de enfermo de sida a mediados de 1985 fue un paso importante para todos los gays, al situar la enfermedad entre lo mejor de la sociedad. El hecho de que este padecimiento también afectara a los exitosos actores de Hollywood tuvo un impacto social de grandes dimensiones al reflejar esta circunstancia en todos los titulares de los medios de comunicación mundiales. Ya no era una dolencia exclusiva de sectores marginales de la sociedad, como los negros haitianos, heroinómanos y homosexuales, según se decía entonces, sino que podía afectar y afectaba a cualquiera. La presencia de la simpar Elisabeth Taylor, amiga del actor, explicando en aquel momento los pormenores y efectos del sida, así como asumiendo responsabilidades públicas en organizaciones que luchaban contra ella, le valieron ser galardonada con el premio Príncipe de Asturias de la Concordia en 1992.


Jorge Luis Vázquez y Jesús Mariñas: dos iconos gays que normalizaron el hecho homosexual en la TV de España en los siglos XX y XXI

Algunos programas de televisión de mucho éxito daban una versión distinta del fenómeno social que se estaba produciendo con la estigmatización de los gays, y estos comenzaron a reivindicar en los platós su condición sexual y su estilo de vida contribuyendo a normalizar el mundo gay entre los telespectadores. Es cierto que a veces sólo se hacía hincapié en la fiesta y la parafernalia, es decir, la pluma que rodea a los gays en sus manifestaciones más festivas, pero era una forma de que la homosexualidad entrara en todas las casas. De cualquier forma, entre broma y broma, entre canción y canción, los gays dejaron caer muchas de las reivindicaciones que se hacían desde los colectivos y organizaciones homosexuales, que de otro modo no llegaban al gran público, y normalizaron la propia reclamación del reconocimiento de las parejas del mismo sexo, hasta tal punto que llegó a considerarse como algo asumido por todos, necesario e imprescindible.

A ese ambiente de tolerancia y respeto, que contrastaba con el desprecio institucional, contribuyó también el mundo del cine, que reflejó fielmente los problemas legales y sentimentales de una pareja homosexual que padecía sida. La película icónica fue «Philadelfia» protagonizada por Tom Hanks y Denzel Washington con un joven Antonio Banderas de impecable realización dramática y humana. Una de las intervenciones más interesantes y positivas fue la de la princesa de Gales, Diana, quien visitaba a los enfermos de sida en el hospital, acercándose a ellos y dándoles la mano, cuando el rumor popular decía que el simple contacto era contagioso. Con ello demostró que la realeza también está al nivel del pueblo y de su humanidad cuando precisa dar y recibir cariño. Estas expresiones de afecto, retransmitidas por todas las televisiones del mundo, contribuyeron a reconsiderar la enfermedad como algo trágico, contra la que todos debían conmoverse y luchar juntos, como lo hacía Diana, resguardando a sus amigos con ternura bajo el manto protector de la corona. *Para saber más sobre esta materia leer el libro «25 años más» (Ed. Icaria, 2003) de Jordi Petit. La primera parte de este artículo aquí.

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