El centro cultural «Taller Bohemia» de Majadahonda (Madrid) inaugura este jueves 10 de mayo de 2018 una exposición que va a traer cola: a las 19:00 horas se presenta la muestra «Presos políticos españoles del Siglo XXI» en las instalaciones del Callejón del Gato 1. El artista Santiago Sierra (Madrid, 1966) trae a Majadahonda su polémica obra que tuvo que ser retirada de la madrileña exposición de Arco. «Estuvo bueno el tema de Arco, pero ya pasó gracias a Dios. De lo que se trata es de que se liberen a los presos políticos y se deje de perseguir a los trabajadores culturales de una maldita vez«, señalaba Santiago Sierra en el diario Público sobre la polémica que rodeó a su obra. Junto a Taller Bohemia también colabora la plataforma «La Comuna Presxs», la «Asociación de Madres Contra la Represión» y la iniciativa «Caminando Fronteras». El periodista Juan José Santos Mateo de «El País» recuerda que el curriculum del artista Santiago Sierra se puede dividir en tres partes: «obras en colecciones privadas, obras en colecciones públicas y obras polémicas. Lo sucedido con la pieza «Presos políticos en la España Contemporánea» en Arco fue a su juicio «un nuevo episodio en una carrera en la que la provocación ha sido uno de las prácticas artísticas más recurrentes».  Y el escritor Juan Bonilla en El Mundo añade: «hay que quitarse el sombrero ante el ingenio del artista y la galerista: utilizaron el concepto correcto –Censura– y a pesar de que nadie se la aplicó al uno ni forzó a que retirara la obra la otra, consiguieron que se le prestase atención y se destacase en la marabunta de obras de ARCO». 


Santiago Sierra, que está afincado en México, es además protagonista de la novela «Intento de escapada» de Miguel Ángel Hernández (Murcia, 1977), profesor de Historia del Arte en la Universidad de Murcia, que fue mención especial del jurado del Premio Herralde.»A través de Helena, su profesora de Historia del Arte, Marcos conoce al famoso artista Jacobo Montes, evidente trasunto literario del polémico Santiago Sierra –del que recordarán su última performance, en la que treinta personas, contratadas a través del Servicio Público de Empleo, tuvieron que escribir durante nueve días la frase “El trabajo es la dictadura” en un montón de cuadernos−, y su arte reivindicativo encandila a Marcos y lo transforma, encauzándolo en sus decisiones: bien o mal; arte o náusea». Para Juan José Santos Mateo, «Sierra dio un paso más allá sobre la frontera entre lo ético y lo decoroso en una acción que tuvo lugar en San Juan, Puerto Rico, en 2000, cuando pagó a dos heroinómanos por dejarse rasurar una línea de 10 centímetros en su cabeza a cambio de una dosis de heroína. Con dichos antecedentes, a pocos les sorprendió la propuesta con la que representó a España en la Bienal de Venecia del 2003: En «Palabra tapada» el artista impedía la entrada al pabellón nacional a quien no fuera portador de un documento de identidad español. Con ello pretendía denunciar la política de inmigración europea y provocó la indignación de muchos de los visitantes, foráneos o no». 

Juan José Santos Mateo prosigue: «A pesar de las airadas reacciones que suscita su obra, Santiago Sierra no ha cejado en su estilo. En 2006, el Ayuntamiento de la ciudad alemana de Pulheim decidió cerrar una de sus instalaciones, 245 metros cúbicos, una cámara de gas simulada construida en el interior de una sinagoga convertida en centro cultural. La obra aludía, según el artista, «a la muerte industrializada e institucional de la que han vivido y aún viven los pueblos europeos”. Las polémicas no fueron óbice para que el artista fuera premiado con el Nacional de Artes Plásticas en 2010, galardón que, junto con su dotación económica, rechazó con una carta que fue vendida en Arco por la misma cantidad de euros que decidió no cobrar de las administraciones públicas: 30.000 euros». Sierra accedió a contestar a algunas preguntas de este diario por correo electrónico. El mismo formato de la entrevista no permitió que pudiera ser repreguntado. Pregunta. ¿Cuál es su relato de lo sucedido con «Presos políticos en la España Contemporánea y cómo lo interpreta»? Respuesta. «Ifema retiró mi último trabajo para que el público de Arco no pudiera verlo. Es un acto de censura anacrónico y exótico como mínimo para el público internacional. Para los trabajadores de la cultura radicados en España es cotidiano.

P. ¿La inclusión de este mensaje en su obra significa que usted cree que Oriol Junqueras y «los Jordis» son presos políticos? R. Eso afirmo, exactamente. Sí. Y no sé por qué no voy a poder decirlo y no sé quién se cree Ifema para callarme la boca. Ni para decirle a [su galerista] Helga de Alvear qué tiene que exponer en su galería. Es muy delirante todo esto, pero parece perfectamente normal. Ya nadie se espanta. La persecución por motivos de conciencia está normalizada. Quizás la primera obra que suscitó críticas negativas desde dentro y fuera del mundo del arte fue «Línea de 30 centímetros tatuada sobre una persona remunerada» (México, 1998), que inauguraba una serie de registros de acciones en las que el artista buscaba personas que, a cambio de dinero, se dejaban tatuar, aprendían de memoria una frase, o se masturbaban frente a la cámara por 20 dólares (16 euros). La intención del artista, dirigida a relativizar la cultura laboral y a cuestionar lo que una persona puede llegar a hacer por dinero, levantó ampollas en un mundo, el artístico, más acostumbrado a la sutil representación metafórica en obras de carácter político», concluye el periodista.

Fotografía de la obra «Presos Políticos», del español Santiago Sierra (© EFE)

Juan Bonilla (El Mundo): «La obra de Santiago Sierra que tanto ruido ha merecido después de que su galerista la quitara de una pared de ARCO ante una sugerencia de la dirección de Ifema, no consiste, como se cree, en una serie de retratos pixelados de supuestos presos políticos: la obra completa consiste en la sugerencia de Ifema, la decisión de la galerista, la pared en blanco, el empresario que la compra, las miles de palabras que se han escrito. Voy a colaborar, pues, con esa obra de Sierra, que lo único que pretende es conquistar el estatuto de víctima de una censura inexistente, sin la cual la obra hubiera pasado desapercibida, pues no tenía nada que decir y no estaba cargada de otra esencia que su propia capacidad virtual de generar espectáculo. Una buena prueba de que todo había sido escrupulosamente guionizado es la cantidad imponente de cuadernillos de cada impresión y formato grande que se había preparado para satisfacer la elocuente demanda del público en cuanto la obra fuera descolgada: se agotaron, naturalmente, al precio de 10 euros. Otra prueba es que los 96.000 euros que cuesta la obra, los pagó un empresario audiovisual que se propone exhibirla para colgarse la medalla de desafiar a unas autoridades que en ningún momento prohibieron nada. Así pues, hay que quitarse el sombrero ante el ingenio del artista y la galerista: utilizaron el concepto correcto -Censura- y a pesar de que nadie se la aplicó al uno ni forzó a que retirara la obra la otra, consiguieron que se le prestase atención y se destacase en la marabunta de obras de ARCO». Seguir leyendo.

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