IMG-20151015-WA0006ÁLVARO GARCÍA. Varias décadas han transcurrido desde que el Grupo de Teatro Reina Sofía se subiese a los escenarios. Y desde hace más de 30 años Pedro Gómez continúa realizando lo que más le gusta: meterse en otra piel. La suya, ya envejecida, rejuvenece cada vez que interpreta. Porque este actor, a sus 92 años, continúa realizando aquello que quiere, el dar vida y personalidad a sus personajes. Una actividad que practica y ensaya en El Centro Municipal de Mayores Reina Sofía junto a otros aficionados y veteranos actores, todos ellos dirigidos, de manera completamente voluntaria y desde hace 7 años, por Concha Sánchez. Allí representan obras de autores tan consagrados como Arniches, Chejov o Darío Fo.


IMG_2306Antes de directora Concha fue actriz. Una experiencia que le ha enseñado a conocer las dificultades a las que se puede enfrentar cualquier actor. Como actriz, se daba hacia afuera del escenario, hacia el público; ahora, al contrario, debe dirigirse hacia dentro, de espaldas a aquél. Y así, desde el patio de butacas, Concha intenta transmitir al actor todo el sentimiento y la psicología de su personaje en cada momento de la obra. “Yo había sido siempre actriz pero me gustaba muchísimo dirigir, ahora disfruto mucho más, me gusta crear personajes y ver cómo evolucionan, eso me hace feliz”, afirma.

IMG_2325Su elenco artístico agrupa las historias de 12 actores aficionados de recorridos muy diversos pero unidos todos por un motivo único: el teatro. Una actividad convertida hoy en pasión que para algunos llegó de manera tardía mientras que para otros, ya con alguna experiencia, quedaba en estado de latencia, a la espera de recuperarlo a la primera ocasión. “Siempre me gustó el teatro, incluso ya de pequeña me montaba mis pequeñas representaciones en casa e invitaba a la familia”, afirma la actriz Julia Mozos. Y es que, ahora ya son varios quienes, una vez liberados de la carga de los hijos y del trabajo, reanudan esa actividad que nunca olvidaron. “Yo me eduqué en los Salesianos”, comenta Paco Casas, “un colegio con amplia tradición de hacer teatro; curioso teatro en el que éramos sólo chicos y en donde ni siquiera había que disfrazarse porque todos los personajes femeninos los hacían hombres”, comenta. Sería ya más tarde, recién jubilado, cuando, tal como explica el propio Casas, retomaría enseguida la afición. “Siempre me ha gustado el teatro pero el estudio de la carrera y el trabajo me quitaban mucho tiempo. Fue ya recién jubilado cuando lo reemprendí inmediatamente. Es algo muy divertido, los ensayos y la gente con la que ensayas es maravillosa y terminas haciendo mucha amistad. Y también, como en todas las actividades de grupo, se propicia las salidas a la cervecita, a cenar y esas cosas”, afirma.

IMG-20151015-WA0002Pero el teatro es además una actividad que requiere un esfuerzo considerable. Concentración, memorización y dedicación en el estudio de los papeles, suplantación e introspección en el de los personajes. Y disciplina en el sometimiento a la dirección. “A estas edades se deja uno difícilmente enmendar, tú hablas y piensas que lo estás haciendo bien pero, comprender la idea del teatro es ceñirte a la idea que tiene la directora en la cabeza y que generalmente es la buena”, comenta Casas. Pero sobre todo, y a pesar de todo, merece la pena el sacrificio porque el beneficio que obtienes compensa sobradamente todos los esfuerzos. “Aprendes, hablas, memorizas y te relacionas, que también es bueno”, afirma Antonio Montero. También Concha, su directora reconoce, a través de su experiencia como actriz, esos réditos. “Te aporta una soltura increíble para hablar en público. Recuerdo la primera vez que temblaba cuando me dijeron siéntate ahí y lee. Todo eso hay que sacarlo. Después te sientes muy bien, es plena felicidad”

IMG-20151015-WA0003Ahora son las 17.30 h. de un miércoles, último día de ensayo antes de la obra que se representará en un unos pocos días. Todos comentan durante su última prueba. Mientras tanto, Pedro Gómez estudia su papel, el que él mismo ha escrito en una hoja aparte, en una mesa separada. Quizá el teatro sea unos de los secretos por los que se mantiene tan activo y tan lúcido. “Yo ingresé en la residencia a los 63 años e inmediatamente comencé en el teatro; me permite mantenerme ocupado, me entretengo, me distraigo y no me aburro”, sostiene. Y es que, tablas precisamente no le faltan. “Sardina, Sardina, Sardina, Sardina, te vamos a enterrar, Sardina, Sardina, Sardina, Jamás te podremos olvidar”, canta a media voz recordando cómo, año tras año, acude a representar el papel de cura durante el entierro de la sardina en Majadahonda. Al entierro siempre voy. Ahora lo que ocurre es que yo ya estoy muy cascao y ya no puedo, digo que quiero terminar y me dicen que tengo que ser yo, así que al final todos los años sigo. Antes mi voz era muy fuerte y siempre me aplaudieron mucho, ahora ya mi voz no es la misma claro está, aun así dice ser: “un tipo genial y de carácter genial” algo que también avalan sus propios compañeros: “Pedro nos da mil vueltas y cien lecciones, es una persona extraordinaria”, comentan.

Seis obras representadas desde 2011, más o menos una cada año, con las que los actores y actrices de este grupo de teatro aficionado han aprendido a disfrutar de otra forma de ver la vida, a comprender y percibir los sentimientos, o “a perder la vergüenza, a relacionarse y memorizar”, como dice Antonio Montero, “Aporta muchísimos beneficios, sobre todo a las personas mayores, ya que hay que memorizar muchísimo, se aprende de expresión corporal. Creo que es un tema que debería hacer la inmensa mayoría”, afirma Maribel Hércules.

Majadahonda Magazin