Villena, Umbral (arriba), Panero y Haro (abajo)

Villena, Umbral (arriba), Panero y Haro (abajo)

PAULA BERBELL. Los ecos de la sinfónica intervención del poeta Leopoldo María Panero con los músicos Carlos Ann y Enrique Bunbury en la película biográfica que protagonizaron los tres los recogió el escritor Francisco Umbral, tan vinculado a Majadahonda, en un célebre artículo. Estas fueron sus palabras donde también menciona al hijo del periodista Eduardo Haro Tecglen: “Eduardo Haro Ibars murió en 1988 y ahora se reeditan sus poemas. Fue un poeta maldito más por voluntad de sus seguidores que por voluntad propia. El otro maldito de esa generación es Leopoldo María Panero, que todavía vive y canta. Era una época propicia a la satanización de los poetas, ya que había muerto la poesía social y aún tardaría en llegar la poesía postmoderna, que fue una orgía de confort, palabras bellas, mundos soñados y mesitas de laca. No hubo muchos malditos en los 80, pero dos son suficientes para darnos la medida rebelde y antiacadémica que se había librado incluso de ese academicismo que fue el compromiso político y social”. El texto sirve de recuerdo a la ciudad de Astorga, que celebra este 27 de julio las primeras Jornadas de Homenaje al poeta Juan Luis Panero. Y esta espontánea «paneromanía» veraniega continúa en los cines Zoco de Majadahonda, que emiten el 25 de agosto a las 20:45 horas en pantalla grande la mítica película “El Desencanto” (1976) de Jaime Chávarri y Elías Querejeta sobre esta saga de poetas, film que tuvo su continuación con “Después de Tantos Años” de Ricardo Franco y el productor Andrés Santana.


Leopoldo María Panero con 26 años en El Desencanto

Leopoldo María Panero con 26 años en El Desencanto

“Efectivamente, hubo una nueva clase que venía del antifranquismo o del franquismo con reservas, y estaba convirtiendo el socialismo de Suresnes en una democracia cristiana con rojos de corinto y oro. Y estaban los hijos de éstos, o los hermanos pequeños, atrincherados en el diario Madrid y en la revista Triunfo, hasta que Sánchez Bella estuvo a punto de volar el Madrid con la redacción dentro. Pero los poetas que digo no eran específicamente políticos, sino que según el patrón del maudit, clamaban contra la vida más que contra la buena vida y contra los poetas anteriores más que contra los ministros. Haro Ibars, más politizado que Panero, ha sido muy secundado por toda una turba juvenil que creía en él y hacía bien. Panero escribe poco en el manicomio donde vive, así como Ibars era casi un grafómano. Pero las generaciones no paran y hay una nueva, que son los llamados poetas de la experiencia y se caracterizan por su falta de experiencia. Algo así como si hubieran cogido a Campoamor y le hubieran puesto a despachar gasolina en una gasolinera un domingo por la tarde. El poeta maldito es un niño clonado de Rimbaud que se da en las épocas conflictivas y de movida social, pero no en momentos como éste, cuando incluso los crímenes de ETA se han integrado en la cotidianidad y perdido fuerza explosiva. La batalla no la ha perdido la izquierda en las elecciones sino entre los poetas jóvenes que cantan a la amada decentísima y tocan la melodía de las felices y mediocres escenas matritenses en el aristón de Mesonero Romanos. Un mal rollo”.


Panero y Villena

Leopoldo Mª Panero y Luis Antonio de Villena

El poeta Luis Antonio de Villena también coincide en equiparar a Haro Ibars y Leopoldo María, pero de otra forma. Y desvela algunas interioridades de su relación: «Eduardo detestaba que lo comparasen con Leopoldo María Panero, con quien había compartido celda en la cárcel de Zamora en 1968 por consumo de cannabis. Eso fue todo. Eduardo era (en sus buenos momentos) lúcido y clarividente, una razón aguda y fría. Leopoldo, al contrario (incluso antes de los manicomios) era intuitivo, fulgurante pero caótico. Ya enfermo -pero bien cuidado- Eduardo solía decir: “Lo que más siento es morirme antes que Leopoldo”. Yo nunca los vi juntos. Si íbamos a entrar en un bar y sabíamos que estaba Leopoldo, Eduardo me pedía que fuéramos a otro, para evitar “a ese plasta”. Bisexual (como Leopoldo) Eduardo prefería el sexo con chicos jóvenes, y a poder ser con aire macarra o de “bad boys”. Él (como Genet o Gil-Albert, ambos autores que los dos admiramos) estaría en contra del matrimonio gay. Para él la homosexualidad no era plegarse a los dictados de la mayoría (el actual camino oficial del mundo LGTB comm’il faut) porque creía en la homosexualidad y en su larga historia como una rebelión, como una realidad “otra”. Cada vez le doy más la razón. Eduardo era un excelente periodista que tocó todos los palos (lástima que no exista una antología de sus artículos), era un poeta brillante -de origen surreal- pero descuidado, escribía en resacas matutinas, golpeando la máquina en raptos de lirismo».

Francisco Umbral, de joven

Francisco Umbral, de joven

Umbral había recibido hacía poco tiempo carta de Leopoldo María, según cuenta él mismo, cuando estaba internado: “Los hospitales se van tarjeteando unos a otros y ya en agosto me metieron en Montepríncipe, que está camino de Boadilla y tiene bosques de encinas en el cielo. Recuerdo mi viaje de enfermo horizontal que de vez en cuando cogía una naranja de aquellos encinares celestiales, celeste carne de mujer, y lo que dijo Leopoldo M. Panero, de quien acabo de recibir carta a través de un intermediario lírico. Panero adjetiva a la encina como «hondamente celeste y castellana». Dieciocho años antes, Umbral ya había elevado a Leopoldo María Panero a la categoría de “nuestro gran maudit oficial” a propósito de su libro “Así se fundó Carnaby Street”. De esta opinión participa el poeta Luis Antonio de Villena, que también lo compara con Rimbaud de esta forma: “La pregunta es inevitable, a fuer de cruda: ¿es hoy Leopoldo María Panero un gran poeta? Más vivo de lo que él pareciera desear, Leopoldo es un poeta -y un hombre- quebrado. Lleno de fulgores y de trágica hondura es hoy por hoy (y las razones son evidentes) incapaz de superar la limitada estética del fragmento imprecatorio. Leopoldo se repite y duele en la carne del lector, que mira la lucha de Jacob y el ángel en su persona».

Eduardo Haro Ibars

Eduardo Haro Ibars

«¿Fue siempre así Leopoldo María Panero?, me preguntan. Cuando yo lo conocí y traté, Leopoldo era un lúcido desequilibrado que buscaba el malditismo y la repulsa, bajo el signo de Artaud y contradictoriamente de Lacan. Pero, a menudo, podía mantener el discurso que hoy no mantiene porque se le quiebra. Leopoldo buscó el desarreglo de los sentidos -que dijo Rimbaud– terminando por olvidar, en el exceso, que la frase exacta dice dèrèglement raisonné (desarreglo razonado), detalle en el que el jovencito Rimbaud, que lo escribiera, ha sido menos seguido de lo que parece”, concluye Villena. Por utilizar un símbolo que pueda serle familiar, Leopoldo era un poeta herido por el rayo, si se quiere, un agonista único decía Luis Antonio de Villena sobre “Esquizofrénicas o la balada de la lámpara azul”, el poema de Leopoldo María Panero en Hiperión. La comparación como niño clonado o desarreglado al estilo Rimbaud parece confirmarla a veces él mismo: “P. ¿Psiquiatría o poesía? R. He pensado dejar la poesía como Rimbaud para dedicarme a la psiquiatría, pero a la real, no a esa falsa que Wittgenstein llamó «la máscara y el lenguaje». P. ¿La literatura cura? R. Alguna sí. Los literatos españoles se dividen en dos: el burgués ambicioso y los mamarrachos abominables.

Programa de las Jornadas de Homenaje a Juan Luis Panero (Astorga, 27 y 28 de julio 2016): descargar

Majadahonda Magazin